De repente escucho ese fuerte ruido, pero no puedo hacer nada para moverme y huir de ese ruido, apenas puedo abrir mis ojos debido a una luz que resplandece mi rostro. Me toma un tiempo darme cuenta de qué está pasando a mi alrededor, hasta que por fin logro entender que es mi alarma que está sonando para avisarme que ya es hora de levantarme para ir al trabajo y que esa luz, es el sol que entra por mi ventana, creo que no fue buena idea poner como tono de alarma, un reggaetón.
Me visto lo más pronto posible para tratar de llegar a tiempo y así evitar escuchar los regaños de Armando, mi jefe.
La verdad es que se me hace difícil llegar temprano al trabajo, bueno a todos lados, digamos que eso de la puntualidad no es lo mío. Pero no crean que llego tarde porque sí, todo lo contrario tengo mis razones para ello y es que tardo mucho en vestirme porque con estas libras extras que tengo se me hace difícil encontrar algo que me acomode y que me sienta bien para salir porque no salgo a la calle con cualquier cosa. Y otra de mis razones es mi pelo rizado que parece que cobra vida cada vez que voy a salir y no encuentro como peinarlo.
Llego de prisa al trabajo porque ya tengo media hora de retraso, menos mal que vivo a unas cuantas cuadras, subo al ascensor y por fin llego a la oficina. Doy los buenos días como de costumbre al llegar y todo el mundo se queda callado, están todos con tanta presión en sus cosas que ni siquiera notan cuando llego. Me acomodo en mi lugar de trabajo, la recepción, y abro mi agenda para ponerme al día de toda la tortura que me tocará hoy.
Llamo al despacho de Armando, mi jefe, para saber si llegó y para suerte mía no contesta, es decir que no ha llegado, es una táctica que utilizo para saber si llegó primero que yo y así prepararme para sus regaños por haber llegado tarde. La verdad que Armando casi siempre es el primero en llegar a la oficina, está obsesionado con el trabajo, es muy perfeccionista y casi siempre está de mal humor. No por nada se ha divorciado tres veces y bueno dudo que se vuelva a casar porque la tercera es la vencida.
Creo fielmente en esta afirmación por varios acontecimientos en mi vida que me lo han demostrado. He estado comprometida en dos ocasiones y no he llegado a la boda, así que solo me queda una oportunidad para casarme porque la tercera es la vencida, aunque bueno tampoco estoy obsesionada con el matrimonio, si llega pues genial pero si no llega tampoco será el fin del mundo.
Levanto mi cabeza y veo que acaba de llegar Armando, mi pesadilla, para variar con su cara de ogro. Apenas da los buenos días, entra de prisa y se dirige hacia mí.
–Señorita Adela, la necesito en mi despacho de inmediato– dijo con tono serio.
–¿Pasa algo señor Armando?–pregunté, mientras me dirigía hacia su despacho.
–Necesito un informe detallado de todos los inmuebles que tenemos en esta ciudad –dijo con voz cortante y sin mirarme a la cara.
–¿De todos los inmuebles?– pregunté con cara de espanto.
–Si señorita Adela, a más tardar para mañana a primera hora– contestó, mientras texteaba en su celular.
–Pero, ¿hasta de los inmuebles que están en venta, en alquiler, los que están amueblados y los que no? –pregunté, mientras me acomodaba en la silla.
–Señorita Adela dígame ¿qué parte de un informe de todos los inmuebles que tenemos, no entendió? ¿Acaso debo buscarme otra asistente más efeciente que usted?– preguntó de manera irónica, mientras me miraba fijamente.
–Con todo respecto señor Armando, pero eso es demasiado para mañana, tenemos muchos inmuebles en esta ciudad, Nueva York es enorme– exclame, mirando fijamente a Armando.
–Lo necesito para mañana, tengo una reunión con unos agentes inmobiliarios y es imprescindible ese reporte– dijo, mientras escribía en su computadora.
–Pues si era tan imprescindible el reporte, ¿Por qué no me aviso semanas antes? Para así tenerle todo listo para su reunión, ahora tendré que hacer un esfuerzo inhumano para tratar de tener todo listo para mañana– dije, sin hacer una pausa entre cada palabra.
–Señorita Adela ¿Se da cuenta de cómo me está hablando? Sino tiene todo listo para mañana a primera hora, estará despedida y conste que no la despido ahora porque no tendré quien termine el reporte para mañana– dijo, mientras frunció el ceño y dejó de escribir en su computadora.
–Eh...descuide señor Armando para mañana tendrá listo su reporte y disculpe no fue mi intención faltarle el respecto– dije, con voz entrecortada, mientras salía del despacho.
Se me había escapado mencionar que soy un poco respondona, pero es que Armando no me deja de otra, siempre está de abusivo con sus empleados. Ese es su sello característico, la verdad que no sé porque no me ha despedido o que estoy esperando para salir corriendo de aquí.
La verdad que si me preguntarán el por qué no me he ido de aquí, ni yo misma sabría la respuesta, porque con un jefe dictador, y unas compañeras que se creen modelos de Victoria Secret por su esbelta figura, cabello largo y gran porte, la verdad no tengo muchas razones para estar aquí. Mis compañeras, las modelos, desde que entraron a la inmobiliaria no hacen otra cosa que intentar hacerme sentir mal por mi sobrepeso y digo intentar porque la verdad es que me da lo mismo que ellas sean delgadas y yo no, o que tengan el cabello largo, a mí me causa gracia y a veces lástima verlas matarse de hambre para no engordar o la competencia absurda entre ellas mismas por lucir mejor que la otra.