Adela.

Dieciséis: Es obvio.

Ha sido un día pesado para mí. Siento que ya duró mucho la semana y apenas es lunes.

He tenido dos sesiones de fotos hoy y me falta otra de la cual no quería ser parte pero no es como que me pueda dar el lujo de escoger los trabajos que hago. Además de que es más dinero para mí así que no me debería de quejar.

Voy corriendo al elevador ya que la puerta está a punto de cerrarse. Los odio, pero estas últimas semanas he tenido que acostumbrarme a tomarlo ya que la iluminación de las escaleras no sirve y da mucho miedo a decir verdad. Además de que podría tropezar fácilmente.

Afortunadamente alguien detuvo las puertas del elevador antes de que se cerrara frente a mí y pude entrar. Es algo raro que con solo ver su brazo hubiera sabido que Oliver fue el que amablemente hizo que el ascensor esperara por mí.

—Gracias—le sonreí tímidamente y él me sonrió.

Bueno, al menos ahora sé que sigue siendo amable a pesar de haberse acostado conmigo.

— ¿Ya saliste?—sentí la necesidad de hablar.

Estaba muy nerviosa, en primera porque los elevadores me dan mucha ansiedad y el silencio también así que esa es una mala combinación; y en segunda, porque no había hablado mucho con él.

—Ya, las cosas son más tranquilas desde que salió el disco. ¿Tu?

Ugh no, tengo que pasar al departamento de marketing y después tengo una sesión de fotos.

— ¿Qué tal estuvo tu fin de semana? Yo puedo decir que el mío empezó de una manera muy buena—dijo sonriendo.

Ahora también sé que no hará como si nada entre nosotros hubiera pasado. Es obvio que Oliver no es un mal hombre, mi mente es la mala de la historia.

—Puedo decir lo mismo, pero lo que parecía el fin de semana perfecto se terminó arruinando por mi familia.

— ¿Quieres hablar de eso?

—No realmente.

No iba a dejar que los eventos de ese día afectaran más mi cabeza, afortunadamente Oliver entendió y cambió rápidamente de tema.

—Pero de seguro el sábado fue divertido para ti como para mí, ¿verdad?

—Definitivamente.

Llegamos al último piso y salimos juntos del ascensor. Yo tenía que ir a las oficinas de marketing y él a la salida, supongo que este es el adiós por hoy.

Antes de que me despidiera él me detuvo hablando.

—Oye, los chicos van a tener un pequeño concierto en el auditorio de la ciudad, ¿quieres ir?

—Claro, ¿cuándo?

—El jueves, ¿paso por ti a las ocho?

—No tienes que pasar por mí, de seguro te quitaré el tiempo, ¿no tienen que hacer pruebas de sonido o esas cosas?

—Tengo tiempo libre después de la prueba de sonido y el auditorio está cerca de tu casa. Déjame ser caballeroso e ir por ti.

—Está bien, te esperaré.

Me di la vuelta feliz y llegué al departamento de marketing para recibir indicaciones de como querían las fotos para alguna campaña. Una vez que quedó todo arreglado volví al ascensor para ir al estudio a la sesión de fotos.

Hoy solo sería asistente de la fotógrafa lo cual solo sería más trabajo que cuando estoy a cargo de la sesión, pero no me quejo, la chica que está a cargo me ha enseñado muchas cosas. Sí, es muy estricta y da un poco de miedo pero me agrada de algún modo y sé que yo a ella ya que siempre me pide para sus sesiones.

—Hola, Laura—saludé y ella me dio un asentimiento con la cabeza. Tampoco platica mucho.

—Necesito que ajustes las luces, no se verán bien para el tono de piel del que vamos a fotografiar.

—Claro, ¿dónde está él?

—Lo mismo me pregunto.

No dije nada más y fui a hacer lo que me dijo.

Es la segunda vez que le ayudo a Laura a fotografiar a la misma persona y sé que es un poco pesado. Es un cantante emergente que ha tenido mucha popularidad pero es de ese tipo de personas que se sienten tocados por Dios solo por tener un poco de fama. Su nombre es Javier y acaba de cruzar la puerta con lentes de sol puestos y un café en la mano.

¿Café a las 3 de la tarde?

La gente famosa es rara.

Aunque nunca creí conocer a alguien famoso, no es la primera persona conocida con la que trabajo y me alegra saber que la mayoría son agradables.

—Hola, Javier, que bueno que ya llegaste—le dijo la asistente de maquillaje y vestuario, Paulina. 

Cada que él viene, ella babea por él. Claro que él la ignoró y fue directo al tocador para que le pusieran un poco de maquillaje y posterior a eso fue a hacer su primer cambio de vestuario.

—Es muy guapo, ¿no lo crees?—dijo Paulina mientras esperábamos a Javier afuera del mini camerino.

—El gusto se rompe en géneros.

— ¿No te darían ganas de llevártelo a tu casa y encerrarlo para que nadie más lo tenga?

—Eso asusta un poco.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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