Ademia

Capítulo 6: Secuestrada

El pecho me sube y baja, observo a todos lados con la vista congelada, ni siquiera puedo cerrar los ojos. Comienzo a sollozar en busca de respuestas. Yo... me caí. Estaba corriendo, tropecé, me caí... Eso ya lo dije... Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué estaba corriendo? 

Arrastro mi cuerpo por el suelo. Algo pesado en mis muñecas me impide continuar. Intento ver a pesar de la densa masa oscura de la habitación, apenas puedo distinguir que son cadenas. De pies y manos. Y eso me abofetea de repente en la cara. Así que me han secuestrado... Tyler tenía el pasamontañas, ¿era uno de ellos?, han conseguido atraparme. Me acurruco en ese mismo lugar y cierro los ojos con fuerza. Me llevo las manos al pecho y me limito a esperar en silencio a que el temblor de mi pecho se detenga. Todos y cada uno de mis pensamientos están sometidos al peor de mis miedos, al "¿y ahora qué?" que me paraliza.

···

Creo que he dormido demasiado tiempo. No puedo seguir intentándolo para evitar encontrarme con el hombre que aparece solo para dejarme agua. Si me han hecho algo o están esperando una respuesta mía, nada bueno se puede decir. Más que la sensación de tener el cerebro aplastado y tan comprimido en una cajita, no hay posibilidad de que entre un solo pensamiento racional que me haga planear una huida o actuar ante lo que sea. Es mi fin. Estas historias no tienen un buen final.

Tengo miedo y solo tiemblo sin cesar como si fuera una presa, en alerta a cada ruido. ¿Qué debo hacer? He intentado pensar hasta en mis sueños qué hago aquí pero no lo consigo. Todo tiene que ser un error porque soy la última persona a la que alguien querría secuestrar, sobre todo sabiendo que no me hacen nada y que estoy sola y a oscuras.

No puedo distinguir el color de las paredes ni si hay objetos a mi alrededor. A menudo me inclino con la esperanza de tocar la gran masa oscura que me rodea, y siento miedo cuando lo hago. Un vacío limitado en un espacio desconocido me intimida y somete todos mis movimientos. Cualquier cosa puede salir de aquí, y eso solo hace que me enrosque más en mi sitio.

···

—¡Aaahh! —jadeo ante el grito que se escucha de nuevo.

No sé exactamente la frecuencia con la que esto ocurre pero en el tormentoso silencio escucho un gemido de dolor procedente de algún lugar muy cercano a donde me encuentro. Aunque me obligo a creer que no estoy sola aquí, entre el frío y el silencio sepulcral, entro en la duda cuando literalmente solo se oye un gemido, solo uno, ¿me he vuelto loca, me está afectando este silencio?

Me cubro la cara con las manos por la frustración, haciendo sonar mis cadenas. Necesito a mi madre, me duele el corazón al pensar en su preocupación, me enoja haberle fallado. Tiene razón, no soy independiente. Así es como he terminado por no tomar en serio sus consejos. Eso me quema por dentro.

Cuando no puedo soportar más esta sensación de amargura, oigo que la puerta se abre al mismo tiempo. Inmediatamente escondo la cabeza entre las rodillas y me cubro la cabeza con los brazos. Muy sutilmente oigo el chirrido de la puerta al cerrarse y esos pasos calculados en mi dirección. ¿Por qué no ha sido tan brusco como de costumbre?

—Hey, soy yo, ¿dónde estás?

Su voz. No puede ser. Desmonto la barrera con sorpresa. Todo el esfuerzo que he hecho para intentar ver en la oscuridad me ha servido para distinguir su silueta. Tyler.

—Has vuelto a por mí —sueno sin aliento. Me olvido del dolor, de las teorías y me pongo de pie para que me encuentre.

Un torrente de emociones me marea. Nunca me había alegrado tanto de ver a alguien. Se ha acordado y ha venido a buscarme. Se me escapan varias lágrimas mientras avanzo a tientas hacia él.

—Si no hubieras huido, no estaríamos aquí —siento mis manos ser liberadas —. No tardarán mucho en darse cuenta de que escapé y tú también. 

Me acaricio las muñecas con desesperación. La esperanza, ya muerta, renace en mí como el sol en la mañana.

—¿Cómo lograremos escapar? —susurro.

—Eso sí que no lo sé. 

Y la esperanza muere nuevamente.

—¿Cómo que no sabes? ¿En dónde estamos? —pregunto nerviosa. A tiempo siento sus manos en mis tobillos, seguido del clic. Ya estoy completamente libre.

—Creo que estamos en una vieja fábrica u hospital —sujeta mis hombros con firmeza —. La única opción es correr cuando veamos la oportunidad de hacerlo, lo entiendes, ¿verdad? ¿confiarás en mí esta vez?

No me preocupa en este momento el probar su confianza, pero sí de lo otro que ha dicho. Trago saliva. ¿Mi vida va a depender de cuán rápido corra? 

—Tyler —se me quiebra la voz. 

Estoy tan confundida. No siento felicidad por ser rescatada... ¿Pero qué estoy diciendo? Me golpeo mentalmente.

—Solo confía. Saldremos de aquí, ¿vale? 

Solo espero no tener otro episodio extraño en este momento porque no podría soportarlo. Lo veo a lo que supongo que es la cara y sonrío con la boca cerrada. Respiro hondo antes de salir por la puerta sabiendo que nos exponemos a lo inesperado. Enseguida el frío abismal nos envuelve como la carta sin abrir de un soldado muerto en batalla en manos de una viuda. Las yemas de nuestros dedos se me congelan de inmediato y nuestras narices se ven tentadas de estornudar.

El lugar tiene un aspecto espeluznante, las paredes están desgastadas y todo parece que se va a derrumbar en cualquier momento. El terror nos pica los talones ante la posibilidad de que un hombre salga de cualquier puerta y nos atrape. Poco a poco recupero la circulación sanguínea que no fluía con normalidad en algunas partes de mi cuerpo, y empezamos a correr con mucho cuidado. No me importa el dolor ni el polvo del aire cuando veo la luz que entra por una ventana abierta. 

—Tyler, espera. Mira —susurro señalando mi descubrimiento. Nos detenemos.

—Parece que no somos los únicos que intentamos huir de aquí —su comentario me deja pensando. Es cierto, ¿seremos los únicos? No lo creo. ¿Quién está haciendo todo esto? ¿Con quién nos habrán confundido?




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