Adicción Irresistible ©

42|Lágrimas De Felicidad.

Maxine

Maxine

 

Inesperadamente, a Micah le toca lavar los platos. Se entretuvo a contestar una súbita llamada de Rosie, de modo que fue el último en llegar a la casa de campo.

Juré que, al nunca haber andado en caballo, la perdedora seria yo. Eh, un gran golpe de suerte que me ha tocado. Qué dicha la mía. De todos modos, Sara calentó una lasaña que había traído preparada de casa, por lo que no tuve que mover un solo dedo para cocinar. Tampoco quería ser la causante de que le diese mal del estómago a todos por el resto de la noche. La cocina no es una de mis virtudes.

Nos encontramos en la gran mesa rectangular en medio del jardín de enfrente de la casa, circunscripto en un cuadrado de hectárea. También hay una pequeña parrilla a un costado, y una hamaca para recostarse y disfrutar del aire libre afuera. El tibio viento acaricia mis brazos desnudos, puesto a que solo llevo vistiendo un vestido holgado de color azul celeste.

Ian se encuentra sentado junto a Sara. A su lado, Micah bebe de su copa de vino. Mientras que en el asiento contiguo al mío, Mickey lanza bromas acerca de lo que sus hermanos hacían en la infancia. De vez en cuando, siento a sus dedos acariciando mi espalda, y su gesto no hace más que dejarme sin aliento cada cinco segundos. Él luce jodidamente atractivo esta noche. Todas las noches, dejando a un lado las mentiras. ¿Para qué esmerarme en negarlo?

Mikhail regresa del interior de la casa. Viste solo unas bermudas de color beige pálido junto a una veraniega camiseta de botones de color negro. Trae una botella de champagne entre las manos, y una sonrisa torcida adorna su rostro. Lleva el pelo largo, casi tanto como el de Mickey. Ellos son como dos clones.

—¡Atención, todos! —Mikhail lleva una de sus manos curvadas hasta su boca, emulando una especie de megáfono—. ¡Anuncios parroquiales! —se queda de pie junto a Micah.

Micah aparta la mirada verdosa de su móvil para mirarnos a todos. Sus labios se aprietan en una sonrisa tensa. Todos, por algún motivo no dicho verbalmente, guardamos silencio. Las caricias de Mickey sobre mi espalda envían suaves pero deliciosos cosquilleos por los largos centímetros de mi espalda.

Sara frunce el ceño hacia Micah. La confusión se acentúa en sus facciones. Pero lo cierto, es que la tensión tomada de la mano junto a la intriga, nos envuelven a todos en su burbuja.

—¿Sucede algo? —inquiere ella.

—Me preocupan —musita Ian, dirigiéndoles una mirada llena de dudas.

Mikhail no hace otra cosa que sonreír a modo divertido. Sirve el champagne en los vasos de vidrio sobre la mesa, y cuando llega a mi lado, levanta su dedo índice empujándolo en direcciones opuestas.

—No para ti.

Le doy una mirada a Mickey de reojo. La acción de Mikhail me ha dejado con los pensamientos divagando en torno a una sola pregunta; ¿Ellos saben acerca de mi embarazo?

Mickey parece leerme la mente. O tal vez, he sido demasiado obvia.

—Sí lo saben —indica con tono despreocupado, antes de beber de su copa un sorbo que humedece sus labios.

El reproche chispea en mis facciones. ¿Por qué no me advirtió?

—Bueno... adelante, tigre —le dice Mikhail a Micah, cuando ha terminado de llenar todos los vasos a excepción del mío.

Micah toma aire con fuerza. Puedo notar el modo en el que sonríe irradiando nerviosismo puro. Se lame los labios, y aclara su garganta como tres veces seguidas.

—Me están asustando —masculla Mickey.

Finalmente, la sonrisa se libera en los labios del castaño.

—¡Voy a casarme con Rosie!

Sara ahoga un gritito de emoción, llevándose las palmas de las manos a los labios. Sus ojos se humedecen.

El corazón me da un brinco ante la noticia. Rosie parecía ser buena chica. Demasiadas reglas estrictas acerca del correcto uso del gel antibacterial, pero más allá de ello, no causó espinas en mí.

—¡Oh, Dios! ¡Felicidades! —Ian se acerca para darle un abrazo de felicitaciones.

Imitando su acción, hacemos lo mismo. El primero en acercarse a darle un afectuoso abrazo de hermanos, es Mickey. Noto a sus brazos apretándose alrededor de los hombros de Micah, y no puedo borrarme la sonrisa de la boca.

—¡Mi hermano va a casarse! —exclama con orgullo, tras hacerse a un lado.

—¡El lobo se casará con caperucita! —le felicito, dándole un abrazo rápido. Le escucho reír por lo bajo, junto a los demás.

Sara pregunta: —¿Cuándo decidieron que querían casarse? —su voz está cargada de emoción. Pero la intriga es superior.

Micah se pasa una mano por la nuca.

—Hace una semana.

—¿Y cuándo se casan? —cuestiono, rodeando el torso de Mickey con mis brazos. Él me aprieta contra su cuerpo, besando la coronilla de mi cabeza con ternura. Oh, dios. Tiene que dejar de actuar de ese modo si no quiere que me arranque la ropa ahora mismo.

—Dos semanas —anuncia. Una sonrisa imborrable se apodera de sus labios.

Entonces, recuerdo que Kevin me había comentado que se casaba en dos semanas con Mecha.

Frunzo el ceño, meditabunda.

—¿Mecha y Kevin no se casan en dos semanas?

Micah asiente, pero no suprime la sonrisa de sus labios. La emoción junto a las ansías arman un muro brillante en sus pupilas.

—Pues... ¡Boda doble!

Mikhail lanza un resoplido antes de lanzarse sobre la hamaca. Se balancea con parsimonia.

—Una boda con Kevin Collins —dice con ironía. Luego, recuerda que también soy una Collins, y mueve la cabeza en un ademan—. Pensé que maléfica sería la única Collins que tendríamos que soportar.




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