Adicta a ti

No estoy celosa

También es sin rumbo por las calles sola, pues no sabía a dónde ir. No podía imaginar el escenario se iba a casa ahora y me topaba con Erick y Gabriela. Sería un desastre total.

Incluso si Gabriela no estuviera en el el panorama, Erick seguiría encontrándome fallas. Después de todo, su ego era lo que más importaba. Yo era solamente un insecto alimentando su ego, y lo trataba como si fuera un emperador. Sin embargo, la vergüenza que tuvo que sufrir hoy fue una enorme bofetada en su cara, Así que sabía que era algo que no podía aceptar a la ligera.

Lo cierto es que recibí una llamada suya mientras caminaba sin rumbo por la plaza de la ciudad. Estaba furioso y me exigió Que volviera a casa enseguida. Al oírlo, solté una pequeña carcajada y le pregunté.

- ¿Por qué no fuiste con Cristina o con la otra chica? ¿No te aburre una mujer fea como yo?. - Después de eso, ignoré sus rugidos y colgué.

Me senté junto al macetón y me estrené Sí cuando la brisa nocturna me golpeó. Entonces me abracé los hombros por instinto para mantenerme caliente. De repente, una cálida chaqueta con un toque de olor a tabaco se colocó alrededor de mis hombros. Al levantar la vista, vi que era Cristian y lo miré aturdida.

- ¿Qué? Ahora que vistes al príncipe azul, ¿Te enamoraste de él, o debería decir... De mi?.- Cristian me miró. Sonrío, y no pude evitar mirar su mandíbula y sus cejas talladas a la perfección. Su sonrisa era muchísimo muy impresionante, Cómo la más brillante del cielo nocturno.

Jale su abrigo con fuerza y le pregunté.

- ¿Por qué estás aquí?.

- Encontré una gatita abandonada en plena calle al pasar por aquí y pienso llevar la casa. - Cristian Me levanto. - No deberías estar aquí sentada, sobre todo si es que acabas de salir del hospital

Luego, me metió en su Bentley antes de que pudiera preguntar más. Quería pedirle que me bajara, Pero dudé porque su abrigo era tan cálido que no quería salir de él. Así, sin más, acabé en un hotel con él. Entonces me di cuenta de que había decidido romper esta relación con él justo esta mañana.

- ¡Ven aquí, gatita! Toma un poco de leche. - Cristian me pasó un vaso de leche caliente de la nada.

Tomé el vaso de leche y pregunté.

- ¿Creía que me habías llamado ternerita? ¿Por qué ahora soy una gatita?.

Lamiéndose los labios, los ojos de Cristian se clavaron en el profundo vestido de cuello b que llevaba.

- Hoy luces encantadora, como un gato persa.

A continuación, se colocó mi mano entre sus muslos mientras decía.

- Mira, solo te veo y se pone dura. No te atrevas a llevar este tipo de ropa cuando salgas en público.

El bulto bajo mis manos era palpitante, y su tono en extremo dominante. Parecía que me trataba como una de sus posesiones. Sin embargo, no sabía nada de él, salvo que era un chico rico.

- ¿Por qué luces tan sediento? ¿Tus amiguitas no satisfacen tus necesidades?. - Dije y traté de retirar mi mano. Sin embargo, Cristian introdujo mi mano en sus pantalones.

- ¿Puedo considerar que estás celosa?. - Levantó las cejas de manera juguetona.

Tenía que admitir que estaba fascinada por el hombre que tenía delante. Su aura cautivadora me estaba ahogando poco a poco, haciéndome hundir más y más en el abismo.

- ¡Uy si, claro! ¡Solo déjame beber mi leche!. - Tomé un gran trago de leche y me incliné para besarlo. Luego, abrir sus labios con mi lengua y dejé que la leche se filtrara en su boca. - ¡Ya está! Tú también deberías tomar un poco.

Emocionado, Cristian me sujetó enseguida la nuca y me devolvió el beso. Deslizó su lengua y mi boca y barrió el perímetro de esta hasta que no hubo rastro de leche. Al final, decidió soltarme.

Yo quería zafarme, así que me desnudé y me puse encima de Cristian. Por muy mal que sonara, tuve que admitir que había caído en la tentación. Quién iba a decir que había hecho algo tan descarado para vengarme de Erick.

No obstante, siempre que estaba con Cristian sentía una sensación de respeto. De hecho, podía sentir que mi orgullo y mi autoestima se recuperaban Gracias a él. Aunque estaba en pedazos frágiles y dispersos, era mejor que nada.

Una vez que ambos estábamos desnudos, Cristian se puso encima de mí y se colocó entre mis piernas. Cerré los ojos mientras detestaba mi propia desvergüenza mientras me preparaba para lo que vendría después.




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