Recuerdo con claridad cada momento de mi adolescencia desde que entré a la secundaria con la vista en el piso temiendo que alguien me viera a la cara, era una chica tímida que temía hasta de su propia sombra, luego de eso en la preparatoria ya más desarrollada mi confianza creció pero, sin querer decirlo en voz alta, seguía con inseguridades hasta que descubrí que el mundo no es lo que parece, que las personas te defraudan siempre, que los amigos son pocos y que el amor no siempre va a llegar con un ramo de rosas a la puerta de tu casa.
Cometí errores, como todos, pero algo de lo que nunca me arrepentí fue de haber dejado aquella primera nota en la mochila del profesor... oh no, recuerdo haber visto su cara extrañada el día que la encontró, miró a todos lados buscando al culpable y topándose con mi mirada, que cosas, creía que me había descubierto, pero no fue así.
Ese último semestre fue raro, divertido, triste y algo alborotado. Me enteré de cosas que no imaginaba y lo mejor, entendí que el amor no es querer estar siempre al lado de la persona amada, que basta con verlo sonreír para que tu corazón diga "ese es mi chico" aunque claro, no era un chico, pero bueno ustedes entienden, ¿no?
Creo que realmente no me enamoré, quizá solo quería contarle a alguien lo que pasaba en mi vida sin que me criticara a la primera... pero todo acabó aquel día en el que se celebró la graduación de la preparatoria... bien, quizá no todo acabo, pero así lo sentí yo.