Dean estaba desesperado, no encontraba la manera de calmar el llanto de Sean, estaba asustado y quería a su mamá.
—Señor Dean, deme al niño; debe tener frío, lo cambiaré de ropa, solo está asustado; es normal, no nos conoce, pero lo hará. Puede entrar y ayudarme si se va acostumbrando a usted.
Sintió un gran alivio al entregarle al niño a Carmen, la esposa de Fabián. Ella le empezó a hablar y darle tranquilidad al pequeño, que ha dejado de llorar… En cuanto entran a casa, ella lo invita a sentarse, mientras ella va a la habitación de sus hijos a buscar ropa para Sean. La que él llevaba se había quedado en el auto, así que al ser casi de la misma edad que su hijo mayor le serviría la ropa.
—Puede tomarlo, le pondré primero el pantalón.
Y para su sorpresa, Sean no lloró con él; al contrario, se acurrucó a su cuello; nunca había cargado a un bebé y no sabía lo rico que huele…
—Lloraba porque estaba asustado, ¿pero ya no lo estás verdad, Sean?
El niño solo hace un puchero y se aferra más al cuello de Dean, con sus frágiles manitas.
—Listo, ahora está listo para el frío que hace esta mañana. ¿Tienes hambre, sean?
—Me lo llevaré ahora, Fernanda le hará algo de comer, muchas gracias, Carmen.
—Ya le he hecho yo, se lo pondré para llevar.
Se quedó solo en la sala con Sean. Agradecía que al menos no estaba llorando. Cerró los ojos por un momento. El aroma de Sean lo envolvía en sus pensamientos. Tal vez no sería tan difícil cuidar a un niño; era cuestión de adaptarse; además tenía la ayuda de Karen; ella sabe cómo cuidar a un niño, y él solo se encargaría de lo económico. Eso le recordó que tenía que llamar al abogado; tenía que empezar los trámites para adoptarlo.
Sacó la tarjeta de su cartera; la había guardado ahí; no sabía él por qué lo había hecho si antes de conocer a Karen él había dicho que no.
El teléfono suena tres veces antes de ser respondido.
—Diga —contesta el abogado.
—Soy Dean Schuller.
—¿Qué se le ofrece? Señor Schuller.
—Voy adoptar a Sean.
—Lo siento, Señor, Sean ya fue puesto en adopción hace una hora; lo siento, pero usted nos había dicho que no, entonces actuamos de inmediato; el niño no puede seguir con la chica que lo cuida no tiene, por desgracia, las condiciones óptimas para quedarse con él.
Dean no podía creer que tan rápido Sean estuviera en adopción.
—Pero ahora lo quiero adoptar, no han pasado ni tres días que me lo han propuesto.
—Lo sé, yo mismo quería esperar, pero los servicios sociales han ido a ver en las condiciones que estaba el niño y decidieron hacer lo mejor para él.
Dean lo entendía; una de las razones que lo hizo aceptar el trato con Karen fue eso, las condiciones donde vivían.
—Puede ayudarme con eso, voy a adoptarlo, estoy decidido en hacerlo.
—Intentaré hacerlo, hace apenas una hora que pasé a adopción; le llamaré luego.
—Espere, tengo que decirle algo. Sean está conmigo, Karen está hospitalizada, y yo lo estoy cuidando.
—La señorita Karen no me notifica, ¿cómo está? —se interesa.
—Está bien, saldrá en unos días.
—Hablaré con servicios sociales; ellos pasarían por el niño hoy. Por favor, cuide a Sean; lo llamaré después.
Dean está esperando que Fabian instale la sillita para el carro; Dean no tiene ni idea de las necesidades de un niño, pero Fabian, que es el único que tiene hijos pequeños, así que le ha dado algunas indicaciones y Carmen se ha ofrecido a ayudarlo a cuidar a Sean hasta que Karen se recupere, no podía quejarse porque tenía la ayuda de las personas en quienes confiaba. Dean es muy solitario, pero ha sabido forjar lazos con personas que, si bien son sus trabajadores, le han dado la mano cuando él lo ha necesitado y para él es muy importante porque sabe que lo hacen de corazón, no por el sueldo que reciben.
—Ten la tarjeta, lleva a Carmen a comprarle ropa a Sean y lo que ella considere que necesite; también puede comprar lo que quiera para tus hijos.
—Lo haré, jefe, y gracias.
Dean va solo en su auto, Sean va atrás sentadito en la silla, tranquilo jugando con un juguete que Carmen le regalo.
Al llegar a su casa Dean se encarga de bajar al niño de la silla. No es tan difícil como él se imaginó que sería. Sean ya caminaba, así que en cuanto entró a casa y cerró la puerta, lo dejó en el suelo… El niño caminó por todos lados; era un lugar desconocido, pero había muchas cosas que le llamaban la atención. A Dean casi le dio un infarto cuando vio a Sean tomar una pieza de colección que él tenía en su sala.
—¡No, Sean, no puedes tomar eso! —corrió a quitárselo, pero por desgracia para él, el niño del susto lo soltó. Sean se soltó a llorar, ya que al caer la pieza se rompió y el ruido que se ocasionó lo asustó más.
—Tranquilo, bebe, no paso nada, ven acá —Dean lo toma entre sus brazos con más confianza; está molesto por la pieza rota, pero no quiere que Sean llore más.
—¿Qué ha pasado, Dean? Fernanda, la bella joven que ayuda a Dean en su hogar, viene al escuchar el ruido.
—Todo está bien, Fer, solo se ha quebrado mi pieza italiana.
Fernanda mira al piso: la pieza italiana favorita de Dean está hecha añicos.
—Él es Sean Fer, puedes darle de comer, por favor, yo levantaré las piezas.
—Sí, claro, ven Sean, te daré de comer —Dean le da la bolsa donde viene el desayuno que preparó Carmen.
Miraba con pena la horrible escena, pero estaba agradecido que Sean no se haya lastimado. ¿Desde cuándo pensaba más en el bienestar del niño y no en su pieza valiosa? Y no solo por lo económico. Fue un regalo de Pamela; recogió con mucho cuidado cada uno de los trozos; tenía que barrer y trapear muy bien; no quería que Sean tuviera un accidente por su culpa; también tenía que pensar en quitar muchas cosas peligrosas para él. Nunca se había preocupado, ya que nadie tocaba sus cosas. Sería una irresponsabilidad si dejara al alcance de Sean cosas que le ocasionaran un daño.