A Karen no le gustó mucho Pamela. Se le hizo una chica superficial, pero supuso que así son las mujeres de dinero. En el restaurante siempre iba ese tipo de mujeres. Un día tuvo problemas con una mujer, solo porque se tardó un poco el pedido. En realidad no se había tardado, solo que a ella se le hizo mucho esperar diez minutos. Le dijo muchas cosas horribles a Karen; hasta la hizo llorar. Por suerte ahí estaba la cuñada de su jefe, Madison, y ella puso en su lugar a la mujer. A Karen no le gustaba entrar en conflicto con nadie; no sabía pelear; prefería quedarse callada si no se hacía más grande el problema.
Dean estaba listo para ir a cenar con Pamela, estaba un poco ansioso y quería salir para desestresarse. La próxima semana tenía la cita con el abogado y no sabía qué adelanto le tenía. Con la puerta abierta podía escuchar las risas de Sean mientras Karen le cantaba una canción infantil. Su casa siempre fue un total silencio, pero desde que Sean llegó a su casa, está llena de alegría y hasta de color. Dean se ha encargado de comprar juguetes y cosas para él. Karen también aportaba en la casa; Dean no se había dado cuenta, pero no le desagradaba estar acompañado. Sí perdió un poco su privacidad, pero le gustaba escuchar reír a Sean.
Después de realizar un par de llamadas de trabajo sale puntual; no le gusta llegar tarde. Al salir se topa con Karen.
—¿Ya te vas? —le pregunta.
—Sí, iré a cenar con mi amiga.
—¿No volverás? —en cuanto salió la pregunta, Karen se arrepintió, ¿porque estaba haciendo ella esas preguntas? Solo es la niñera de Sean, no es que tenga alguna relación con Dean, es el tío, solo eso.
—Discúlpame que entrometida soy.
—Si vendré a casa, siempre vuelvo, cualquier cosa llámame, igual Carlos se quedará esta noche aquí; él es de mi entera confianza.
—Que se divierta con su amiga, señor —le dice en susurros. Dean ya iba bajando las escaleras y no escuchó.
Pamela estaba en el restaurante esperando a Dean; se había vuelto a cambiar. Sabía que las faldas son la debilidad de Dean; siempre le gusta acariciarlas, y a ella siempre le encantaba eso. El restaurante está muy bonito, muy mexicano; a Fernanda le llamaron la atención las fotografías de la pared de enfrente.
—¿Disculpe? —llama a la mesera.
—Dígame, señorita, ¿quiere pedir ya?
—No, esperaré a mi novio —le contesta a la mujer.
—Dígame entonces ¿qué se le ofrece?
—Las fotos de la pared ¿Se las toman a los clientes, verdad?
—Sí, señorita, ¿desea una con su novio?
—Si —contesta de inmediato.
—Le diré a mi compañero que esté al pendiente.
La mesera se aleja; Pamela no deja de ver las fotografías, y lo bien que se van a mirar en la pared ella y Dean. Saca su cosmetiquera; quiere retocarse el maquillaje.
—Buenas noches, Pamela.
Dean llega puntual, saluda a Pamela y toma asiento enfrente de ella. Eso se le hace extraño, porque siempre se sienta a un lado para platicar mejor.
—Te vez muy guapo hoy, Dean, ese color te va muy bien con tus ojos.
Dean también se había bañado y cambiado de ropa: un pantalón café de vestir y una camisa blanca. Siempre iba cómodo, sobre todo porque sabía que sus cenas terminaban en su departamento. Justo antes de llegar al restaurante llegó a la farmacia. Necesitaba protección; sabía que Pamela se cuidaba, pero a él no le gustaba correr riesgos.
—Tú estás preciosa hoy.
—Como siempre.
—¿Ya has pedido?
—No, estaba esperándote.
Pamela llama a la misma mesera.
—¿Ya va a pedir, señorita?
Al escuchar la voz de Dean, vuelve a ver a la chica. Es María la amiga de Karen.
—Buenas noches, señor. —María al ver a Dean le sonríe.
Dean comprendió que en este restaurante trabajaba Karen.
—Buenas noches —contesta él.
—Díganme que van a querer.
—A mí me das una ensalada mixta.
Dean mira el menú rápidamente; ve que hay tacos de asada y eso pide. Le gustan mucho los tacos y siempre que tiene la oportunidad pide donde vendan.
—Buenas noches. ¿Les tomo una fotografía?
Pamela se levanta de la silla y, cuando menos se lo imagina Dean, está sobre sus piernas y sus cachetes están pegados. El chico toma varias fotografías, las cuales después se las enseña a Pamela para luego ponerlas en la pared…
—¿De qué se trata todo esto?
—Mira la pared, nos pondrán en la pared —Pamela señala la pared que está a espaldas a él.
Dean mira la pared; mira las primeras fotografías de la pared; son personas felices disfrutando la compañía.
—¿Nos pondrán ahí? —A Dean no le agrado la idea de estar en la pared de aquel local, o más bien no se imaginaba con Pamela; se le hacía un poco loco que a su mente vinieran Sean y Karen, una fotografía de los tres.
—Sí, salimos muy bien.
Dean se había tomado unas copas de más; Pamela tuvo mucho que ver. Se sentía un poco mareado. Subieron al coche de Dean; no tenía que manejar porque uno de sus guardaespaldas lo haría, ya que él en su estado no puede hacerlo.
—Señor, ¿lo llevamos a su departamento? —su guardaespaldas pregunta.
—Sí —contesta muy seguro; Pamela sonríe satisfecha.