Adopcion De Amor

CAPITULO 22

—¡Espera! No te vayas —Dean la detiene.

—Me había olvidado del regalo de Pamela. Lo encargué hace dos meses.

Karen mira a Dean; está nervioso y tenso.

—Pamela es mi amiga. Sí que teníamos algo más, pero solo era algo sin importancia para ambos, y eso se acabó —le dice al oído.

—Dean, da igual: entre tú y yo no hay nada.

—Lo que pasó en la mañana significó mucho para mí, hablemos de esto más tarde; ayúdame a escoger algo para Fernanda, por favor —Dean le acarició la mano.

Dean entró de nuevo a la joyería con Karen tomada de la mano; el gerente que estaba atento a la situación se dio cuenta de su imprudencia. Muchas veces Dean le mandaba collares, pulseras y aretes a Pamela y a una que otra amiga.

—Lo siento, señor, si dije algo imprudente, y disculpas a su novia por tal comentario fuera de lugar.

—Está bien, Daniel, Pamela es solo mi amiga.

—No quiero volver a hacer imprudente, pero ella siempre nos dijo que era su novia; usted disculpe.

Dean no podía creer lo que estaba escuchando; jamás ha sido novio de Pamela; sí, a veces a ella le gustaba caminar tomados de la mano, pero a Dean no se le hacía nada fuera de lo común; eran amigos y ninguno de las dos tenía un compromiso; ahora se da cuenta que fue un error.

—Está bien, Daniel, lo aclararé con ella. Por favor, puedes mostrarnos lo nuevo que tienen, que sea juvenil.

—Pasen por acá.

El gerente los hizo pasar a una pequeña salita, los invitó a sentarse y se fue en busca de las mejores piezas para enseñarle a uno de sus mejores clientes.

—Si te gusta algo, puedes tomarlo; no compraré aquí tu regalo de Navidad, lo prometo —le susurra.

—No tienes que regalarme nada, Dean, con que vayas a adoptar a Sean es mi mejor regalo por siempre.

—Lo hará de todas maneras.

—Gracias, Dean.

—Señor, estas piezas acaban de llegar —el gerente le enseña una caja con toda la joyería nueva.

Karen miró maravillada todas las piezas; todas eran hermosas. Ella jamás se imaginaría tener una de esas joyas; el único anillo de oro que tenía era un regalo de su madre. Se vio en la necesidad de empeñarlo; necesitaba dinero para las medicinas de su amiga y aunque le dolió en el corazón, sabía que su amiga era más importante en ese momento. Le pidió perdón a su madre y salió de la casa de empeño.

—¿Estás bien? —Dean le entrega la caja al gerente. Karen estaba llorando y él necesitaba saber el por qué; no quería verla llorar.

—Estoy bien, no es nada.

Su mano izquierda acaricia el dedo donde antes estaba el anillo de su madre.

—No me mientas, Karen, estás llorando, ¿dime por qué?

—Mi madre me dejó un anillo; mi tío me lo dio cuando cumplí los quince años; era lo único que tenía de mi madre; mi padre se lo dio el día que le pidió que fuera su esposa.

Dean miró las manos de Karen; no tenía ningún anillo.

—¿Dónde está el anillo? —le pregunta, aunque él no sabe la razón de su llanto.

—Lo empeñé; necesitaba el dinero para los medicamentos de Mara, no los completaba y tuve que hacerlo. No me arrepiento, pero me duele y esos anillos me recordaron; lo siento, soy una llorona.

—Iremos ahora mismo a buscar ese anillo. ¿Dónde lo empeñaste?

—Fue hace muchos meses, Dean, es imposible…—Dean no la dejó terminar.

—No importa, si ya lo vendieron, buscaremos a la persona que lo compró —Karen no pone resistencia.

—Daniel, volveré después, gracias.

Las indicaciones que dio Dean a su seguridad son que Fabian se llevará a Sean a casa; Fernanda lo cuidaría mientras Dean y Karen van a la casa de empeño. A Carlos no le gustó nada ir a la zona donde está la casa de empeño, pero Dean no iba a aceptar que era peligroso para él andar en ese lugar.

—¡Señor!

—Lo sé, Carlos, no pasará nada, entraremos y saldremos rápido.

La zona donde estaba la casa de empeño estaba a hora y media. Dean aprovechó para conocer a Karen; quería conocerla más, y por qué no también preguntarle cosas sobre su hermana. Sean iba a preguntar en algún momento, y él no sabría nada de ella.

—¿Cómo supo que estaba enferma? —pregunta.

—Después que nació Sean, se sintió una bolita en el seno derecho. Al principio le habían dicho que era un quiste que no se preocupara, pero al mes esa bolita creció mucho; fue con otro ginecólogo y él le realizó una ecografía; el doctor le recomendó un mastólogo; fue muy doloroso. No teníamos dinero para solventar el tratamiento; mi jefe nos ayudó mucho, su primera esposa pasó por un cáncer y él no dudó en ayudarnos, pero los medicamentos estaban caros.

Dean abraza a Karen. Dean pensaba que no tenía hermanos, pero consideraba a Fernanda, Jackson y a Jeremy como hermanos. No se podría imaginar si llegara a perder a uno de los tres; se volvería loco.

—Lo siento mucho, debió ser muy duro para ti; yo no sé qué haría si algo les pasa a mis amigos; son como mis hermanos, no sé qué sería de mí.

—Fue horrible, verla morir, y me pedía ver a Sean, pero los doctores no me dejaron llevarlo, no pudo llevarlo y ella se fue sin verlo.

Una lágrima cae del rostro de Dean; él jamás llora. La última vez que lo hizo fue cuando su abuela se fue, y juró que jamás lloraría por nadie, y ahora lo está haciendo porque le duele escuchar a Karen. Su hermana sufrió y él nunca supo de su existencia; tal vez si solo él hubiera investigado donde estaba su padre, su hermana hubiera muerto en otras condiciones.

—¿Conociste a mi padre?

—No, cuando llegó a vivir conmigo él ya había muerto meses atrás.

—¿Te conto sobre él?

Dean sentía curiosidad por saber si aquel hombre que tanto ha odiado al menos fue un buen padre para Mara.

—Fue un buen padre, Mara siempre me contó maravillas de él; no se explica cómo pasó que se quedaron sin nada; los últimos años tomaba mucho, enfermo, no recuerdo ahora mismo de qué, pero Mara quedó destrozada y en la calle. Su padre le habló de ti; unos minutos antes de fallecer, le pidió que te buscara que tú la ayudarías.



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En el texto hay: parejas, adopcion, amor

Editado: 20.11.2024

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