La Navidad llegó a la casa de Dean Schuller. En la noche iban a salir afuera para apreciar las luces. Dean no iría al trabajo; hoy era su cita con el abogado y servicios sociales; iban a hablar de todo lo relacionado con Sean. Dean esperaba poder adoptarlo legalmente pronto. Por otro lado, Karen estaba cambiando a Sean; hoy quedó de ir a su ex trabajo, y estaba muy emocionada; quería despedirse de todos los que una vez la apoyaron; todos eran muy buenos con ella, sobre todo María y don Jorge; ellos siempre estaban al pendiente de ella; ojalá pueda seguir frecuentándolos.
Los dos estaban nerviosos; Karen sentía miedo de que algo malo pasara y Dean no pudiera adoptar a Sean. Anoche, antes de ir a dormir, hizo una oración; le pidió a Dios que por favor permitiera a Sean ser feliz; ya le habían arrebatado a su madre. Dean también estaba nervioso. Esperaba cubrir con todos los requisitos para la adopción; el abogado le decía que todo iba bien, pero él se sentía nervioso y lleno de dudas.
La hora llegó; Dean estaba por salir.
—Por favor, llámame en cuanto termines la reunión; espero que todo vaya bien.
—Todo irá bien, estoy seguro —Dean la tranquiliza.
—Eso espero, Dean, porque tengo un presentimiento y no me gusta.
—No pasará nada, tranquila —Dean le da un beso; debo irme.
—Cuídate por favor.
—Lo haré, por cierto; me gustó tenerte en mi cama anoche.
Karen se sonroja. Después de lo que pasó en la mañana del día anterior, Dean le pidió que durmiera con ella. No durmieron mucho; se dejaron llevar por sus deseos.
—Esta noche también dormiré en tu cama —le susurra al oído.
—Si no tuviera el tiempo encima, me quedaría contigo en la cama todo el día.
—Dean…
—Me voy.
Dean salió de su casa, con el corazón lleno de felicidad; la vida le estaba sonriendo y estaba convencido de que estaba haciendo las cosas bien.
Al llegar a las oficinas del abogado, ya lo estaban esperando; por la cara que le dio el abogado pensó que eran buenas noticias.
—Señor Schuller, bienvenido; tome asiento.
—Gracias.
—Ya conoce a las presentes —empieza hablando el abogado.
—A sí es.
Las presentes son Fátima Torre y Jeny Escalante; ellas junto con el abogado fueron los encargados de buscar a Dean.
—Me da mucho gusto, señor, que usted acepte adoptar a su sobrino; seremos breves, los trámites ya están en el proceso debido, al dejar su hermana por escrito sus deseos de que sea usted el que tenga la patria potestad del infante. Y que valoramos su economía, y que puede darle la educación y el amor que el infante necesita.
—Sean, se llama Sean. —A Dean le molestaba que le llamaran infante.
—Lo siento, Señor Schuller; es un término solamente que tenemos que usar, pero usaremos su nombre si le parece bien.
—Si me parece mejor.
—Entonces, Señor Dean, después que firme usted los papeles de la adopción, nosotros estaremos al pendiente de la evolución de Sean; haremos visitas sin anunciar para ver las condiciones en las que se encuentra Sean.
—Nos han comunicado que será la chica que cuidaba a Sean en el proceso de encontrarlo, quien se encargará de cuidarlo.
—Sí, es. La he contratado para cuidar a Sean. Entre ellos ya hay una convivencia y Sean se ha adaptado muy bien en casa gracias a ella. Dean no habla del contrato que tiene con Karen; si ellos lo llegaran a saber, no se imagina en el problema en que se meterían y hasta podrían perder a Sean.
—Me alegra, Señor Schuller y lo felicito porque usted está haciendo todo para darle un hogar a Sean. Por desgracia para nosotros, muchos de nuestros infantes no corren la misma suerte y su proceso es más tardado.
—Haré todo lo que esté en mis manos para que Sean sea feliz.
Dean lo decía de corazón. En un principio lo estaba haciendo por lástima, por la situación precaria en la que vivía con Karen, pero ahora no puede negar que le robaron el corazón, que ya se le hace difícil llegar a casa y no verlos jugando o viendo la tele en su recámara.
—Le avisaremos cuando estén los documentos listos. En estos días también iremos a visitarlos; quiero que sepa que estaremos al pendiente siempre, es un protocolo.
—Lo entiendo y los espero.
Dean se despide y sale rumbo a su casa.
Karen estaba ya lista para ir a su ex trabajo, solo que Sean se volvió a quedar dormido, y no iba a despertarlo.
Estaba muy nerviosa; en estos momentos Dean estaría en la reunión; ella solo espera que todo esté bien y el trámite siga su curso.
Pamela llegó a casa de Dean, como siempre elegante; un vestido que dejaba ver sus maravillosas curvas y un maquillaje impecable… Pamela era consciente de su belleza y la usaba a su favor, con esa cara angelical y unos labios provocadores.
—Buenos días —saluda a los guardaespaldas.
—Buenos días, señorita, el señor Dean no se encuentra.
—Vine a visitar a Sean, le he traído regalos —enseña las dos bolsas de regalo.
Entra a la casa sin avisar.
—A ti te estaba buscando. —Karen estaba bajando las escaleras.
—Buenos días, señorita, Dean no está en estos momentos.
—No escuchaste, te he dicho que te estoy buscando a ti.
—¿Se le ofrece algo? —Karen no entendía el por qué Pamela la estaba buscando a ella; solo la ha visto una vez.
—Sí, que debes estar muy feliz después de no tener nada en tu vida; lo tienes todo.
—¿Qué quiere decir con eso?
—No te hagas la mosquita muerta, conozco a las de tu calaña; creen que pueden tener todo fácil con solo enamorar a un hombre como Dean.
—Está equivocada yo… —intenta defenderse de las falsas acusaciones, pero Pamela no deja que hable.
—Te voy a decir que vamos a hacer a partir de ahora. Karen saca de su bolsa una carpeta. ¿Sabes lo que tengo aquí? Léelo.
Le da de malos modos la carpeta; Karen la abre; jamás se imaginaría lo que encontraría ahí.
Es el historial clínico de Dean; Karen estaba aturdida por lo que estaba leyendo; Dean tiene problemas psiquiátricos y ella no lo sabía.