Adventuris Stellaris: Un universo loco

Capítulo 11: Rindiendo cuentas

Capricornio

(23-01-2015)

El silencio total en la sala reina por completo. De nuevo es un día lluvioso; lleno de sombra. Para algunos es horrible, para mí es el tiempo perfecto de concentración en todo aquello que me proponga. Ahora me encuentro sacando algunos cálculos y cuentas con una calculadora que el buen Acuario me prestó. También manejo borrador, un lápiz negro de buena calidad, y un extraño papel blanco cuadriculado que está medio pegajoso, mas sirve bien.

En mis pensamientos tengo las siguientes cosas: cuentas, gastos, papeles, dinero, consumo…gente sin cerebro. Todo eso plasmo sobre el papel, la maquina me ayuda. No puedo parar de hacerlo, odio la flojera y gente vaga. Ese tipo de personas, en definitiva no va conmigo.

«Necesito un café», me digo. Aunque mi cuerpo es el de una chica de trece o catorce años, mi mente es de alguien mayor. Eso me enorgullece, adoro no ser como la banda de idiotas con los que vivo. Desde Aries a Piscis, todos me desesperan, incluso el científico loco cuando se porta como, ¿un maldito terco?

—Está familia no tiene salvación —digo con un realista tono de voz.

— ¿A qué te refieres con ello? —pregunta mi compañero, quien por razones obvias, es el loco de Acuario.

—Sólo mira nuestros resultados, ¡son elevados!

El acuariano se acerca, posa su vista sobre mi hoja. Luego me mira asombrado, no me sorprende la cara que tiene.

—2500 kabochianos no es mucho, además acuérdate que recibimos “ayuda divina” —comenta regresando a su sitio.

—No importa que tengamos “ayuda divina” Nuestros gastos son elevados, debemos aprender a controlarlos. Sino jamás habrá ahorros, ya sabes cómo es el dinero; va y viene, no se le puede detener. Recuerda su valor, sin eso no sobrevivimos.

—Vaya, pero que capitalista saliste. El dinero y las cosas materiales no lo son todo.

—Y tú seguro debes ser un maldito comunista, ¿verdad? —pregunto prepotente.

—Sí, soy un maldito comunista, devoto seguidor del gran Marx y eterno amador de la revolución rusa. Incluso me leí un capítulo de “Das Kapital” a los doce añitos. Bueno, eso es lo que recuerdo.

—Seguro ni entendiste un carajo, ¿cierto?

Acuario se calla. Empieza a reírse, su acción me da la razón. Yo entrego una risa.

—Oye Capricornio, aprovechando que ya no estás tan Grinch, me gustaría preguntarte: ¿qué demonios es yaoi?

En este mismo momento, quedo hecha de hielo, la pregunta del aguador sólo puede significar una cosa. Frunzo el ceño, yo le miro enojada. En lo personal, detesto que las personas toquen mis cosas, peor si son mi celular o ropa.

—Acuario, ¿estuviste husmeando mi teléfono móvil? —pregunto con voz fiera.

—Bueno no, sí, no, sí —contesta alterado, le entrego una segunda mala mirada, él se escarmienta—. Está bien, en verdad lo hice, pero es que tú dejaste esa cosa sobre tu cama y sin batería. Yo lo puse a cargar, luego vi que te dejaste la galería abierta y ahí había una carpeta con el nombre de yaoi.

«Demonios, me arrepiento de haberlo dejado sobre mi cama», refunfuño pensando en el error que cometí.

—Ah, yaoi es un subgénero de la animación y manga erótico japonés. Este involucra el romance y las relaciones entre dos hombres homosexuales, ¿entiendes? —hablo con garganta fría.

—Sí. ¿O sea que a ti te gusta ver homosexuales 2-D besándose o haciendo cosas?

 —Claro, ¿algún problema?

—Ninguno, ni me interesa siquiera. Al fin y al cabo soy una persona asexual —toma Acuario la última palabra retirándose de su asiento. Agarra sus cosas, las lleva en sus manos, luego comienza a tomar el camino hacia su laboratorio. Él no podría estar dirigiéndose a otro lugar más que ese.

Empiezo a escuchar unos ruidos en la cocina, seguro deben estar unos cuantos conversando o comiendo. Pasa un minuto, distingo que hay dos voces en plena habla; una de ellas le corresponde al signo del arquero. «Conciencia, ¡no me molestes!», reclamo recordando aquel altercado que hubo entre él, Acuario y yo.

Con suma cautela avanzo hasta la puerta del lugar, hecho un vistazo. Adentro están el chico de fuego comiendo un emparedado, junto con él se encuentra Tauro.

—Oye Sagitario, ¿sigues enojado con Capricornio y Acuario? —le pregunta la torita al centauro.

—Con ese par de racistas intelectuales, ¡pues obvio! —responde iracundo.

— ¿Racistas intelectuales? Mí no entender.

—No te preocupes, yo te lo explico.

Las palabras finales de Sagitario retumban en mi mente, comienzo a acordarme de “aquello” que sucedió ayer.

Los signos de la cabra y el aguador se encontraban tomando un descanso en la sala. Los dos soltaban sus habladurías sin parar. En un momento dado ella fue por un poco de agua la cocina, le entregó un vaso a su compañero. Después prosiguieron con la conversación.

— ¡Ahh! —Suspiró él dejando el vaso sobre la mesita—. Y bien, ¿en qué estábamos?



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En el texto hay: zodiaco, vida, constelaciones

Editado: 30.05.2018

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