Capítulo 11.
Punto de vista de Vanko.
Mí entrenamiento ha finalizado, he logrado mejorar ampliamente en el manejo de la magia, ya no me cuesta tanto mantener las puertas elementales abiertas, espero muy pronto poder avanzar al siguiente nivel. Aunque mí maestro me recomendó que solo me conscentrara en practicar el dominio de un solo elemento, me siento en gran confianza para poder manipularlos a todos sin problema, ya que los conocimientos de Ael me permiten saltar etapas de aprendizaje.
La despedida fue muy dura, mí madre intentaba disimular que estuvo toda la noche en vela, quería asegurarse que nada me faltara. Mí padre en cambio ya estaba pensando en cómo aprovecharía mí cuarto, probablemente la llene de estanterías para guardar sus tesoros.
Detrás de mí queda mí vida entera, jamás imaginé que abandonaría mí casa tan rápido, sentí mucho dolor al soltar los brazos de mí madre, ambos sabíamos que no nos volveríamos a ver en mucho tiempo. No parecía esforzarse mucho para ocultar sus lágrimas, creo que eso fue lo que más me dolió.
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Debo ir a los portales de teletransportación de la ciudad capital, es la manera más rápida y segura de llegar a los territorios elfos. El padre de Yainna, me envió un carruaje con dos hermosas soldados elfo acompañándome. Cuando mí padre las vio no pudo evitar decir algún comentario.
–Hijo, con solo 11 años me estás dejando en ridículo, a tu edad apenas jugaba con una espada de madera y mírate tú, viajando por el mundo con esas dos hermosas elfas.–
Todavía recuerdo la cara de mí madre cuando lo descubrió mirando de reojo a los senos de una de ellas. No pude evitar pensar que está noche alguien dormiría en las barracas.
Marchamos a primera hora de la mañana. Me esperan cinco días de viaje hasta la capital, tomamos el camino largo para evitar bandidos.
Manejando la carroza estaba Yrila, una combatiente de espada especializada en magia de fuego. Posee una armadura ligera que solo cubría lo necesario. Hombreras, brazaletes, botas de cuero por encima de la rodilla, pantalón blanco ajustado con una pequeña armadura que parecía un cinturón que protegía solo lo suficiente y una protección superior que se quedaba pequeña en sus enormes pechos. Su mirada era fría y tenebrosa, casi como si le disgustara mí sola presencia.
Yo en cambio viaje dentro de la carroza de madera acompañado de la adorable Sheila, una audaz arquera con especialidad en magia de viento. Muy hermosa de apariencia juvenil, extrovertida. Apenas la conocí ya era como una hermana mayor para mí. En apariencia, se vestía similar a Yrila, con la diferencia de que en vez de pantalón, usaba una falda de corte transversal, la cual dejaba al descubierto casi en su totalidad la pierna izquierda.
La carroza era tirada por una tortuga cornuda de seis patas, su caparazón estaba recubierto de cristales negros muy afilados, es increíble ver lo rápido que puede correr a pesar de su enorme tamaño. En la parte trasera me acompañaba mí Rastreadora Del Infierno. Parecía no gustarle mucho ir amarrada a la carroza.
En nuestra primera parada, armamos un campamento bajo unos árboles. Sheila me enseñó su precisión con el arco pescando en un arroyo. Jamás me imaginé que un arco podía usarse para pescar. Armamos una fogata y con unas varas clavadas alrededor del fuego los cocinamos.
Aproveche la oportunidad para practicar las habilidades con la espada que heredé de Ael, Sheila parecía muy sorprendida al ver mis movimientos e incluso se animó a probar mí destreza. Tomó una manzana y sin advertirme la lanzó hacia mí cara.
En un movimiento casi como si fuera un reflejo, di un giro y partí la manzana en dos partes a lo largo. Rápidamente volví a girar y antes que las mitades se separaran la partí nuevamente en horizontal, haciendo que quedará cortada en cuatro gajos. Yrila me miró con cara de disgusto.
–Te crees muy bueno verdad humano, cualquier tonto puede partir manzanas, tal vez deberías dedicarte a eso. No entiendo cómo el rey permite que los humanos pisen nuestras tierras después de que los tuyos esclavizaron a nuestro pueblo.–
Ella saca su espada y se prepara para dar un ataque.
– Yrila no empieces de nuevo, el muchacho todavía no había nacido, el no tiene ni idea.–
– Entonces deja que su espada sea la que demuestre que clase de persona será.
Escúchame humano muéstrame lo que sabes hacer con esa cosa.–
– Detente, apenas es un niño.–
"Acepto tu desafío, pero si te derroto, quiero tu collar de colmillos de bestias como recuerdo".
–Jamás en la vida un humano me ha derrotado.–
Saqué de mí brazalete el escudo y recurrí a las habilidades de espada de Ael, también imbui magia en mis piernas para aumentar mí velocidad.
Rápidamente me enviste de lateral con su lado izquierdo y lanza su espada contra mí. Al caer al suelo, mí escudo ya protegía mí cara protegiéndome de su ataque desprevenido.
Giro rápidamente en el piso y me levanto con un corte ascendente el cual evita que pueda acercarse.
–Nada mal mocoso, parece que no eres tan basura como creí.–
Pasa su mano por el filo de la espada y está empieza a arder en llamas, Gira varías veces la espada alrededor de su cuerpo para confundir mí vista y arremete con un golpe ascendente. Esta vez no recibo su ataque, giro rápidamente aprovechando mí aumento de velocidad y uso mí escudo para golpearla. Por debajo de mí escudo lanzó una estocada que llega a rozarla provocando un rasguño en un lateral de su cuerpo del cual cae una línea de sangre.