Afrodita

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De acuerdo, no sabía si había escuchado bien o estaba teniendo alucinaciones ¿era tan siquiera real lo que estaba escuchando? Rogaba a Dios de que sólo fuese una pesadilla y ya me despertara de una buena vez. Intenté pellizcarme sólo para asesorarme de que fuera una mala, pero muy pala pesadilla. Aún así, no ocurrió nada.

En ese momento pude sentir cómo mi corazón rugía cada vez más con cada segundo que pasaba. Desde la distancia que nos separaba noté su expresión triunfal, como si sintiera que ya se había salido con la suya.

Pero qué buena suerte que he tenido. Miles de personas reconocidas en Georgia, y casualmente yo había sido la recomendación de su abuelo, pero ¿tan siquiera quién era ese tipo y de dónde carajos me conocía? Por más que le daba vueltas a la pregunta, no encontraba una respuesta coherente. Aunque me quemara por dentro admitirlo, yo sólo era otra empresaria común y corriente, totalmente ordinaria. Habían miles de mujeres a las que podrían haber elegido. Pero no, el mundo siempre tenía que encontrar una manera de joderme aunque sea un poco la existencia, de no ser así no podría seguir transcurriendo el tiempo con naturalidad.

Vaya mierda.

Me sentía tan, pero tan impotente en ese momento, que pude percibir las lágrimas, si no hacía un esfuerzo por contenerlas, él sabría que ya había ganado la batalla. Tragué grueso y decidí contestar porque, si creía que había podido pisotearme, estaba totalmente equivocado. Esta batalla apenas comenzaba.

-Es usted una mente maestra, Coleman, aún así - di un paso con seguridad para que me escuchara mejor -no pienso aceptar ni por todo el dinero del mundo su propuesta. Si tanto dinero tiene ¿por qué no se consigue a una mujer que sí le obedezca y cumpla el trato al pie de la letra? No creo que sea tan difícil, mucho menos para alguien que es millonario y respetado. Ya sabe, puede conseguirse a alguien que le lama las botas con cada paso que dé y que sí siga sus reglas. Y sin más qué decir hasta el momento, espero que pueda meterse sus amenazas por donde más le quepan, y no se preocupe, tampoco son tan grandes. Yo que usted preferiría meterme una polla.

Oh oh, creo que alguien estaba enojado.

Tuve que hacer un esfuerzo inhumano por contener la risa. La manera en la que Damian me estaba fulminando con su mirada y como su mandíbula estaba tensa lo delataban.

Se veía que estaba muy enojado con lo que acababa de decirle, obviamente no se lo esperaba, seguro creía que le iba a hacer preguntas del porqué y rogarle para que me dejara en paz, pero finalmente cediendo.

Ja ja, sobre mi cadáver, nadie pisotea a Afrodita Mercy.

-Ay, Mercy, creo que usted realmente no termina de entender quién soy yo. Cuando usted crea que está a un paso de mí, estará muy equivocada. En este momento tengo a tres matones detrás de esas puertas y a unos diez empleados suyos a los que sobornaré a cambio de que divulguen la grabación lo más que puedan, ¿y usted todavía cree que puede salirse con la suya? -Se acercó más a mí con esa sonrisa sexy y torcida que ya veía como normal en él, mientras que yo daba un ligero paso hacia atrás -pensé que usted era un poco más inteligente. Debido a que tengo una paciencia considerable, le daré hasta el final del día para que me de su respuesta. Y si todavía no le queda claro, no es pregunta, es una orden.

Damian estaba muy cerca de mí, podía sentir su calor corporal y el perfume caro que emanaba de él, ni siquiera eso me dejaba pensar con claridad.

-Espero no se ofenda, pero es usted un completo idiota, y deseo que desde hoy hasta el día que usted decida dejar de joderme tenga los peores días de su vida, y yo misma me encargaré de hacerlo -le di un pequeño empujón con mis dos manos en su pecho, y ese pequeño contacto había causado un raro cosquilleo en mí, pero lo ignoré por completo y le dediqué una mirada desafiante y llena de competitividad.

Me dio una mirada sexy y juguetona, como si tan sólo eso me diera a entender que la situación le causaba cierta gracia.

-Es usted muy sexy cuando se sonroja ¿lo sabía? Rspero que tenga un buen día. Y le recuerdo que quiero mi respuesta al final del día.

Y así sin más, se retiró dejándome perpleja y un poco confundida.

No podía entender cómo es que este hombre podía hacerme sentir tantas emociones a la vez. Furia, impotencia, sensualidad, confusión, todo en uno sólo. 
Pero debía pensar mejor en qué haría, si me descuidaba la situación se saldría de mis manos. Si aceptaba, seguramente perdería ciertas libertades y visitaría a sus familiares, su casa, quizás y tendríamos citas.

Pero definitivamente yo no quería eso, preferiría mil escenarios a aceptar así por así su propuesta.

Pero por otro lado, no lo veía tan malo. Salir con él también podía tener sus ventajas, sexo cada que quisiera y como quisiera con el Dios del Olimpo; salir siempre a lugares lujosos, mantener una relación sin peleas ni choques de personalidad, llevarnos bien sin incluir lo amoroso.

La idea no era tan tonta ni descabellada.

-¿Sabes qué es lo necesitas, Afrodita?

-Estem ¿echarte un pedo? Llevas rato aguantándolo, te dolerá la panza.

-Estúpida, eso no. Y ya cállate, pensé que la conciencia era tan razonable como decían en la película de Pinocho.

Lancé mi voz insidiosa lo más lejos que pude y me concentré.

Lo que realmente necesitaba era un tiempo de chicas con Briseida. Hace tanto tiempo que no hablaba con ella, y mucho menos la veía. Las dos siempre estábamos ocupadas con nuestras vidas, aún así, nunca la olvidaba ni la pasaba por alto.

Nos conocemos casi desde que tengo memoria, las aventuras que hacíamos en secundaria, pijamadas que realmente eran salidas ocultas a fiestas. De no haber sido por ella, no sé qué habría sido mi vida adolescente, seguro más aburrida de lo que ya era.

Así que decidí llamarla.

Podríamos ir a un bar que, para mí, era el mejor de todos. No habría problema alguno que se quedara en casa, cuando estaba en construcción pedí que hicieran una habitación especialmente para Briseida.



#7898 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, sexo, sexo dinero amor

Editado: 12.10.2020

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