La facultad siempre me había parecido algo crucial, una parte esencial de lo que
mide la valía de una persona y determina su futuro. Vivimos en un tiempo en el
que la gente te pregunta a qué universidad fuiste antes que tu apellido. Desde
muy pequeña me inculcaron que debía prepararme para mis estudios. Se había
convertido en una obsesión que requería una enorme cantidad de preparación.
Cada asignatura que elegía, cada trabajo que realizaba desde el primer día de
instituto, giraba en torno a entrar en la universidad. Y no en cualquier universidad.
Mi madre se había empeñado en que iría a la de Washington Central, la misma a
la que había ido ella, aunque nunca llegó a terminar sus estudios.
Yo no tenía ni idea de que ir a la facultad sería muchas más cosas que obtener
un título. No tenía ni idea de que escoger mis asignaturas optativas para el primer
semestre me acabaría pareciendo, tan sólo unos meses después, algo trivial. Era
muy ingenua entonces, y en cierta manera sigo siéndolo. Pero no podía imaginar
lo que me esperaba. Conocer a mi compañera de cuarto de la residencia fue algo
intenso e incómodo desde el principio, y conocer a su alocado grupo de amigos
más todavía. Eran muy diferentes de todas las personas que había conocido hasta
entonces, y me intimidaba su aspecto, me confundía su absoluta falta de interés
por llevar una vida planificada. Pronto pasé a formar parte de su locura; me dejé
liar…
Y fue entonces cuando él se coló en mi corazón.
Desde nuestro primer encuentro, Hardin cambió mi vida de una manera que
ningún curso de preparación para la universidad ni ningún grupo de lectura para
jóvenes lo habría hecho. Aquellas películas que veía de adolescente pronto se
convirtieron en mi vida, y sus ridículas tramas pasaron a formar parte de mi
realidad. ¿Habría hecho las cosas de manera diferente de haber sabido lo que
estaba por llegar? No estoy segura. Me gustaría poder dar una respuesta directa a
eso, pero no puedo. A veces me siento agradecida, tan absolutamente perdida en
el momento de pasión que mi juicio se nubla y lo único que veo es a él. Otras
veces pienso en el sufrimiento que me causó, en el profundo dolor por la pérdida
de mi antiguo yo, en el caos de esos momentos en los que me sentía como si mi
mundo estuviera patas arriba, y la respuesta no es tan sencilla como lo fue en su
día.
De lo único de lo que estoy segura es de que mi vida y mi corazón jamás
volverán a ser los mismos, no después de que Hardin irrumpiera en ellos.