Cuando llego a la escalera no puedo evitar que las lágrimas rueden por mis
mejillas. Por el momento detesto la universidad, y eso que ni siquiera han
comenzado las clases. ¿Por qué no podía tocarme una compañera de habitación
que se pareciese un poco más a mí? A estas horas ya debería estar durmiendo,
preparándome para el lunes. Esta clase de fiestas no van conmigo, y desde luego
no quiero relacionarme con este tipo de gente. Steph me cae bien, pero no quiero
tener que enfrentarme a escenas como ésta y a personas como Hardin. Ese
chico es un misterio para mí; ¿por qué tiene que comportarse siempre como un
capullo? Pero entonces pienso en los libros de su pequeña biblioteca. ¿Para qué
los tiene? Es imposible que un capullo tatuado, irrespetuoso y grosero como él
pueda disfrutar de esas magníficas obras. La única cosa que me lo imagino
leyendo es la etiqueta de una botella de cerveza.
Mientras me seco las mejillas húmedas me doy cuenta de que no tengo ni
idea de dónde se encuentra esta casa, ni de cómo volver a la residencia. Cuanto
más pienso en mi decisión de esta noche, más frustrada y angustiada me siento.
Debería haberlo pensado bien; ésa es precisamente la razón por la que me
gusta planearlo todo, para que no pasen estas cosas. La casa sigue abarrotada, y
la música está demasiado alta. No encuentro a Nate por ninguna parte; ni a Zed.
Tal vez debería buscar una habitación cualquiera en el piso de arriba y echarme
a dormir en el suelo. Hay al menos quince habitaciones, y con un poco de suerte
a lo mejor encuentro una vacía. A pesar de mis esfuerzos por ocultar mis
emociones, no lo consigo, y no quiero derrumbarme y que todo el mundo me
vea así. Doy media vuelta, me meto en el baño donde ha vomitado Steph y me
siento en el suelo con la cabeza entre las rodillas.
Llamo a Noah de nuevo, y esta vez responde al segundo tono.
—¿Tess? Es tarde, ¿estás bien? —dice medio adormilado.
—Sí. No. He ido a una estúpida fiesta con mi compañera de habitación y
ahora estoy atrapada en la casa de una fraternidad sin un sitio donde dormir y no
tengo manera de llegar a la residencia —sollozo a través de la línea.
Sé que mi problema no es de vida o muerte, pero me siento tremendamente
frustrada conmigo misma por haberme metido en esta situación tan agobiante.
—¿Una fiesta? ¿Con esa chica pelirroja? —dice sorprendido.
—Sí, con Steph. Pero en este momento está inconsciente.
—Pero ¿cómo se te ocurre salir con ella? Es tan… Bueno, no es alguien con
quien tú te relacionarías habitualmente —dice, y el tono de reproche que destila su voz me irrita.
Quería que me dijera que todo irá bien, que mañana será otro día…, algo
positivo, y que me animara, no algo tan sentencioso y severo.
—Pues a eso me refiero, Noah… —Suspiro, pero entonces alguien intenta
abrir la puerta del baño y me pongo en guardia—. ¡Un momento! —grito a la
persona que está fuera.
Me seco los ojos con un poco de papel higiénico, pero sólo consigo
emborronarme aún más la raya del ojo. Ésta es justo la razón por la que nunca
suelo maquillarme.
—Ahora te llamo; alguien necesita entrar en el baño —le digo a Noah, y
cuelgo antes de que proteste.
La persona que está al otro lado de la puerta empieza a aporrearla, y yo
gruño y me apresuro a abrirla, secándome los ojos de nuevo.
—¡He dicho un mom…!
Me detengo al instante al encontrarme de frente con unos penetrantes ojos
verdes.