Me pongo unos vaqueros nuevos que todavía no he estrenado. Son un poco más
estrechos que mis pantalones habituales, pero todavía no he puesto ninguna
lavadora, así que no tengo otra opción. En la parte de arriba llevo una sencilla
blusa negra sin mangas con un ribete de encaje en los hombros.
—¡Vaya! Me encanta lo que llevas puesto —dice Steph.
Sonrío mientras ella intenta ofrecerme su lápiz de ojos de nuevo.
—Esta vez, no —le digo al recordar lo emborronado que quedó después de
llorar la última vez. ¿Por qué he accedido a volver a esa casa?
—Vale. Hoy vendrá Molly a recogernos en lugar de Nate; acaba de
mandarme un mensaje para decirme que llegará en cualquier momento.
—Creo que no le caigo muy bien —digo mirándome al espejo.
Steph ladea la cabeza.
—¿Qué? Claro que sí. Es sólo que tiene un poco de mala leche y es
demasiado sincera a veces. Y creo que se siente intimidada por ti.
—¿Por mí? ¿Por qué iba a sentirse intimidada? —Me echo a reír. Steph debe
de estar confundida.
—Creo que es porque eres muy diferente de nosotros —añade, y sonríe. Sé
que soy distinta de ellos, aunque para mí los « raros» son ellos, no yo—. Pero no
te preocupes por ella: esta noche estará ocupada.
—¿Con Hardin? —pregunto antes de poder refrenarme.
Sigo mirándome al espejo, pero no puedo evitar percatarme de cómo me
mira Steph, con una ceja enarcada.
—No, con Zed seguramente. Cambia de chico cada semana.
Decir eso de una amiga es bastante duro, pero ella simplemente sonríe y se
ajusta la parte de arriba del vestido.
—¿No está saliendo con Hardin?
Me viene a la cabeza la imagen de los dos liándose en la cama.
—Qué va. Hardin nunca sale con nadie. Se tira a muchas chicas, pero no sale
con ninguna. Jamás.
—Vaya. —Es lo único que consigo decir.
La fiesta de esta noche es igual que la de la semana pasada. El jardín y la casa
están repletos de gente borracha. ¿Por qué no me habré quedado en la habitación
a mirar a las paredes?Molly desaparece en cuanto llegamos. Yo encuentro un hueco en el sofá y
me quedo ahí sentada durante al menos una hora. Entonces, de pronto, aparece
Hardin.
—Estás… diferente —dice después de una breve pausa. Recorre mi cuerpo
de arriba abajo con la mirada y vuelve a subirla y a fijarla en mi rostro. Ni
siquiera se esfuerza en hacerlo con algo de disimulo. Yo permanezco callada
hasta que sus ojos se encuentran con los míos—. Esta noche llevas ropa de tu
talla.
Pongo los ojos en blanco y me ajusto la blusa, deseando de repente llevar mi
ropa holgada de costumbre.
—Me sorprende verte aquí.
—Y a mí me sorprende haber acabado aquí de nuevo también —digo, y me
alejo de él.
No me sigue, pero por algún motivo desearía que lo hubiera hecho.
Unas horas después, Steph está borracha de nuevo. Bueno, como todos los demás.
—¡Juguemos a Verdad o desafío! —balbucea Zed, y su pequeño grupo de
amigos se reúne alrededor del sofá.
Molly le pasa una botella de alcohol transparente a Nate, y él le da un trago.
La mano de Hardin es tan grande que cubre todo su vaso rojo de plástico
mientras da un sorbo. Otra chica con pintas similares a las de ellos se une al
juego, de modo que ya son Hardin, Zed, Nate, su compañero de habitación,
Tristan, Molly, Steph y la chica nueva.
Estoy pensando que jugar a Verdad o desafío estando borrachos no puede
traer nada bueno, cuando Molly dice con una sonrisa malévola:
—Tú también deberías jugar, Tessa.
—Preferiría no hacerlo —contesto, y centro la atención en una mancha
marrón que hay sobre la moqueta.
—Para jugar tendría que dejar de ser una mojigata durante cinco minutos —
señala Hardin, y todos se echan a reír excepto Steph.
Sus palabras me enfurecen. No soy ninguna mojigata. Sí, admito que no soy
salvaje ni alocada, pero no soy ninguna monja de clausura. Fulmino a Hardin
con la mirada y me siento con las piernas cruzadas en su pequeño círculo, entre
Nate y otra chica. Hardin se ríe y le susurra algo a Zed antes de empezar.
Durante las primeras pruebas, Zed ha sido retado a beberse una lata de
cerveza de un tirón; Molly a enseñarle el pecho al grupo, cosa que ha hecho, y
Steph a revelar que tiene piercings en los pezones.
—¿Verdad o desafío, Theresa? —pregunta Hardin, y yo trago saliva.
—¿Verdad? —grazno.
Él se ríe y masculla:—Cómo no.
Decido pasarlo por alto mientras Nate se frota las manos.
—Vale. ¿Eres… virgen? —pregunta pillándome por sorpresa.
A nadie parece sorprenderle la indiscreta pregunta aparte de a mí. Siento que
me pongo colorada y veo que todos me miran con socarronería.
—¿Y bien? —me presiona Hardin.
A pesar de lo mucho que quiero salir huy endo y esconderme, me limito a
asentir. Por supuesto que soy virgen. A lo único que hemos llegado Noah y yo es
a enrollarnos y a manosearnos un poco por encima de la ropa.
Sin embargo, nadie parece sorprenderse con mi respuesta; sólo parecen
intrigados.
—Entonces ¿Noah y tú habéis estado saliendo dos años y nunca lo habéis
hecho? —pregunta Steph, y yo me revuelvo incómoda en el sitio.
Niego con la cabeza.
—Le toca a Hardin —me apresuro a decir con la esperanza de desviar la
atención de mi persona.