Al abrirse las puertas de la enfermería y comenzar a caminar por los pasillos de ese piso. Las camillas estaban divididas por una pared unos de otros, con puertas de cristal cada uno que eran fácilmente tapadas con persianas que las enfermeras activaban con un botón, dando así privacidad a los que llegaban a las habitaciones. Era un cuarto tras otro hasta el final del piso. Vieron a muchos agentes recostados en camillas, algunos inconscientes, otros eran atendidos por las enfermeras y doctores. Un doctor pasó corriendo a su lado, entró a una habitación y en seguida alguien cerró las cortinas.
Una doctora los atendió nada más verlos. Después de un par de radiografías a Alonso y una revisión a Marey pudieron salir. Marey iba andando a paso lento, le dolía todo el cuerpo mientras que Alonso llevaba su brazo enyesado.
No se dijeron nada en el traslado a la oficina de Gabriel, donde ya los esperaban Andrea, Meegwun y lo que quedaba del escuadrón Quimera. Se sentía la tensión en el aire, Alonso y Marey tuvieron que hacer un esfuerzo sobre humano para controlar sus acciones. Se acomodaron a un lado de Andrea.
—Ahora que todos están aquí podemos hablar —Gabriel los observaba sin interés, fastidiado por recibirlos—. Me informó Meegwun sobre su pequeña riña en el área de entrenamiento. No me interesa que esté pasando con ustedes, ni quien empezó, pero lo que si deben saber es que los conflictos sin supervisión están prohibidos dentro de las instalaciones. ¿Entendieron? —Todos asintieron con la cabeza—. Habrá una sanción para los responsables y los participantes. Lamentablemente también sé que sus problemas no se quedaran ahí. Y no estoy en posición para correrlos, así que ¿Qué proponen para terminar con este conflicto?
—Yo tengo una idea —John se adelantó en seguida. Se acercó al escritorio con una enorme sonrisa, contestó— Yo propongo que tengamos un duelo entre escuadrones. Hace años que no se lleva a cabo uno. Y que mejor manera de liberar tensión que luchando entre ellos, que saquen todo el coraje que tienen y así pueda demostrarles que mis chicos son mejores.
—¿No estas olvidando que tu escuadrón está incompleto? —cuestionó Gabriel, pensando en la idea de John. En su pensar era cierto, una buena manera de calmar a los chicos era haciéndolos sacar todo su coraje.
—Eso es lo de menos —siguió diciendo—. Ellos tres ganaran.
—Andrea —La chica se puso en posición firme—. ¿Qué piensas sobre esto?
—A mí me parece una buena idea —John sonrió—. Creo que mis niños ocupan sacar su rencor. También creo que sería bueno para decidir quién se queda con la plaza de ciudad Solé.
—¿Acaso eso es una apuesta? —preguntó John encantado.
—Sí —dijo Andrea—. Al final del entrenamiento los chicos serán seleccionados para patrullar en un continente en específico, y creo que esta sería una buena oportunidad para que empecemos a ganar puntos. Ambos tenemos lo mismo que perder, así que me parecería un trato justo.
—¿Tu sola pensaste en eso? —Se burló John acariciando su bigote—. Me parece un trato justo, pero agreguémosle que a quien le toque perder, se irá al peor de los continentes. ¿Te parece?
—Hagámoslo.
—Entonces queda decidido —Gabriel arrastró unos papeles enfrente de él y dirigió su atención a ellos, olvidándose de los chicos—. Tendrán dos semanas para prepararse. Andrea, John, sus equipos están en la mira por su comportamiento, otra situación así y serán expulsados de la ASC. ¿Entendido?
—¡Si señor!
—Retírense, tengo mucho trabajo que hacer.
Las risas demenciales de John se escuchaban hasta el elevador donde Andrea y los chicos habían subido. Salieron después de John, pues no querían enfrentarse a más problemas. Andrea los llevó al área recreativa. Donde después de juntar algunas mesas se sentaron a descansar un poco. Andrea puso los codos en la mesa mientras sujetaba su cabeza. ¿Qué había hecho? Ahora que meditaba bien las cosas, no se encontraban en el mejor momento para pelear contra ellos. Hank los había amenazado y aun no tenían una respuesta clara a sus amenazas. Ella ahora tenía que reprender a Marey y Alonso, aunque la pobre chica en verdad no tuviera la culpa. Y como si fuera poco, los chicos se veían distantes unos de otros.
—¿Qué piensas, Andrea? —preguntó Marla acariciándole un brazo.
—En muchas cosas —respondió la otra sin ánimos. Un mesero les colocó a todos un refresco, pues la mayoría no tenía la edad para empezar a beber—. Gracias. Este día ha sido de locos.
—Lo sé —Marla también pensaba eso, desde que pusieron un pie dentro de la agencia esa mañana, las sorpresas no paraban de llegar—. ¿Quién era ese sujeto tan extraño?
—John —respondió Andrea con repudio—. Me desespera mucho ese sujeto.
—¿Por qué? —preguntó Santiago— ¿Es algún exnovio?
—Claro que no —gritó la otra asqueada—. Es solo un demente que me culpa por haber arruinado sus investigaciones. Hace años, después de mi última misión en el campo, se acercó a mí y juro que acabaría conmigo por haberlo humillado.
—¿Así sin más lo hizo? —Andrea asintió a la pregunta de Marey—. Vaya que es un demente.
—Yo... Sigo sin entender muchas cosas. Lo de Hank y ese tal John aun no me queda muy claro, pero lo que pasó hoy en el entrenamiento ¿Por qué paso?
—Es una larga historia, Marla —Andrea bebió de su refresco y tras pensarlo unos segundos bostezó largo y tendido al tiempo que se estiraba—, pero tengo tiempo así que escúchame bien. Puede que tu no lo sepas por ser la última en unírtenos. Los tres chicos que conocieron hoy estuvieron involucrados en las vidas de Marey, Zeth y Alonso.
Editado: 09.05.2022