Mi padre siempre iba de la mano del bien, desde los dieciséis me enseñó a manejar armas y defenderme. Recuerdo que una vez me atreví a preguntarle por qué a mí y no a mi hermana, su respuesta en vez de terminar con mi confusión sembró más dudas en mí y desde ese instante siempre que trataba de sacarle una mejor explicación al por qué, respondía lo mismo "prepárate" era la respuesta más pobre y simple, tanto que lograba enojarme y frustrarme mucho más.
Dejé de preguntárselo, ya no había caso, nunca me iba a responder de manera contundente. Además ya para ese entonces sabía cómo defenderme mejor que cualquiera de la agencia y ni hablar de mi manejo de armas.
Era la mejor.
A pesar de todo mi papá era mi héroe, lo amaba, lo amo y seguiré amando, por eso cuando me dijeron que había muerto no lo creí. Era imposible, mi padre era el mejor agente, no cabía en un espacio de mi cabeza que estuviera muerto, además de que estaba reacia a querer aceptar que no podía tapar la verdad con un dedo.
Papá estaba muerto, cuando lo supe ya tenía dieciocho.
Luego de resignarme y volver a esperanzarme, pasé dos meses esperando que papá volviera —que por cierto no volvió— entonces tomé la decisión y me mudé a Estados Unidos con la mamá de mi hermana.
La razón por la que no me fui a vivir con mi madre biológica se resume a ella siendo una total perra y además de eso trabaja para el equipo enemigo. Recuerdo a papá contarme que cuando conoció a mi madre el amor le dio una fuerte golpiza y se enamoró de ella, para luego follar sin condón y dejarla en embarazo. Cuando ella me tenía en su vientre las cosas entre ellos de alguna manera mejoraban y empeoraban, ellos sabían que se ocultaban cosas pero también se amaban y eran muy egoístas como para alejarse. El día de mi nacimiento no fue el mejor, ese día papá descubrió que ella trabajaba para la mafia y mamá que él era un agente. Esa noche lloraron, rieron, hubo pasión y muchas cosas más, hasta que papá la hizo elegir entre su trabajo o nosotros, ya sabrán que eligió ella.
Nos abandonó.
Y de ahí vuelve la historia de mi padre, conoció a una hermosa y valiosa mujer, madre de mi hermana y considerada una madre para mí. Ella jamás me rechazó o trato mal por ser hija de el amor pasado de papá, al revés, ella me acunó en su pecho y me crió llenándome de amor.
A los diecisiete decidí mudarme sola, Olivia mi hermana vivía con su mamá. Yo jamás me involucré en sus casos, eso nunca me llamó la atención. Tenía buenas notas en mi instituto y gracias a ello pude entrar rápidamente a una universidad, donde comencé a estudiar fotografía. Pero al enterarme de la muerte de mi padre, simplemente no lo soporté, así que de un impulso tomé la decisión de entrar a la agencia para intentar resolver el caso de mi padre y de paso descubrir quién fue el hijo de puta que lo mató o que en cualquier caso lo tiene cautivo, es mi único deseo, lo que me ayudará a resarcir este rencor que crece en mí.
La persona que lo haya hecho no sobrevivirá, como tenga que ser, lo mataré. Porque nadie se mete con mi familia, ellos son primero y únicos, y si esa persona es mi maldita madre pues más razones para hacer volar su cabeza.
Mi apellido es heredado de mi madrastra; Camille Jenkins, ya que a mi padre se le conocía como Joseph Harris. Por obvias razones no utilizo su apellido.
El de mi verdadera madre jamás lo mencionó, sé que por ella tengo raíces rusas pero eso jamás lo digo. De hecho manejo el ruso muy bien, muy poca gente lo sabe. Pero en estos momentos me va a servir muchísimo, pues iré a terminar la misión que mi papá dejo inconclusa.
Desde hoy seré la Agente Harris.
***
New York, USA, 2018
Vale, hace unos minutos estaba de lo más feliz escuchando a mi vieja amiga Jordan Clark contarme lo que ella considera fue la mejor pérdida de la virginidad, según ella para que me anime y sea espectadora de lo bien que se siente el sexo. Aún no entiendo por qué ella asume que soy virgen, pero tampoco la contradigo. No es algo que me importe aclarar.
Después de horas de charlas sobre en qué consiste follar, llegamos a un bar de mala muerte cerca del Bronx y pedimos la ronda de tequila más larga que he tomado.
Después de horas bebiendo como albañiles y cantando como si tuviéramos gripa en el karaoke improvisado con la demás gente borracha del local, estoy en el baño devolviendo hasta lo que no tomé. Joder, mañana no solo tendré una resaca del demonio, también un sermón de esos que no quieres escuchar ni en tu lecho de muerte.
Luego de vomitar hasta el alma salgo del cubículo y lavo mi boca, me observo en el espejo y vaya que sí estoy del asco, mi cabello que hace un rato estaba en un moño ordenado, ahora está cayendo vivaz por mi espalda, tengo las mejillas sonrojadas y mis ojos están ligeramente rojos, pareciera que me hubiera drogado, ojalá Camille no logre verme así.
Cuando salgo del baño público diviso a Jordan en un sillón frente a una mesa y al lado del taburete bailando y cantando, camino hasta ella y me le uno.
—Esto está de lujo, oh, oh, oh —canta sobre la música Jordan mientras yo toco con mis dos dedos índices sobre el taburete como si de un tambor se tratara— tenemos que emborracharnos hasta que ya no sepamos nuestros nombres.
—Estoy cien por ciento segura que ya no me acuerdo del mío —contesto arrastrando las palabras debido a la gran ingesta de licor.
Jordan grita y luego ríe, sí, el alcohol la pone un tanto rarita.
—¿Quééé? Pero si yo aún me acuerdo —vuelve a reír como loca para después llamarme con su dedo—, ven —se acerca a mi oído como si tratara de decirme un secreto y luego grita— ¡Te llamas Gloria! He oído a ese lindo muchacho gritar Gloria desde hace unos momentos y te ha estado mirando todo este tiempo. Es obvio que ese guapetón busca tu atención amiga.