Samara, Rusia, 2018
Nicholas
Han pasado ya dos horas desde que Pauline cayó en la inconsciencia y no ha despertado. Alessandro llamó a su médico y este nos dijo que todo estaba en perfecto estado, su desmayo fue debido a que sus emociones se dispararon repentinamente.
En estos momentos la pelirroja está dormida, debo admitir que me angustié cuando noté que aún no despertaba, pero luego caí en cuenta que su pecho aún subía y bajaba con normalidad.
—A-agua... —me levanto veloz de la silla en la me encuentro acercándome a la cama donde una deshidratada Pauline comienza a despertar—, d-dame a-agua por favor —pide.
Tomo el vaso que está sobre su buró lleno de agua hasta la mitad y se lo entrego junto con un ibuprofeno.
»—Gracias querido —asiento y tomo un puesto a su lado en el borde de la cama.
—¿Cómo te sientes? —pregunto con cautela.
Ella me observa y sonríe un poco tocando mi mejilla con dulzura.
—Estoy bien cariño, solo fue un bajón —le resta importancia. Joder no, ella se desmayó por la estupefacción.
—¿Conoces al objetivo? —pregunto sin rodeos. La sonrisa de Pauline desaparece y los reemplazan unos faros azules y fríos.
Pasan dos minutos de arduo silencio y mi incomodidad ya comienza a surgir. Estoy por levantarme pero Pauline toma mi antebrazo deteniéndome.
—Siéntate —ordena—, necesitamos hablar.
Asiento receloso y me acomodo nuevamente a su lado.
—¿Qué sucede Line?, tú siempre me cuentas todo —cuestiono— ¿Qué va mal?
Un profundo suspiro es expulsado de sus labios para luego comenzar a hablar.
—Cariño, ella se llama BlueFox Harrison —comienza relatando, pero estoy perdido. Debo admitir que la pequeña pelirroja tiene un nombre extraño pero eso no quita que sea hermoso.
Pauline nota mi cara llena de confusión y suspira nuevamente.
—Joseph Harrison —es lo único que dice y... ¡Mierda!
****
Blue
Maldición, siento cómo si una manada de rinocerontes me hubieran pasado por encima. Mi cabeza quiere explotar y me duele el jodido brazo. Trato de abrir mis ojos y en el proceso logro ver una habitación oscura y por la dura superficie que está debajo de mí me doy cuenta que estoy en una cama.
Agh, me siento en la cama y apoyo mi espalda en el cabecero. Jodido dolor de cabeza, lo más estúpido es que ni siquiera probé una gota de alcohol y aquí estoy sufriendo por ese hijo de puta.
¿Dónde estoy? Diviso una puerta oscura frente a mí y sin pensarlo dos veces me levanto y camino hacia ella, pero una fuerza no me deja seguir avanzando. Miro hacia atrás y me doy cuenta que mi tobillo está encadenado desde la pared ¿En serio?
Siglo XXI y todavía los secuestradores encadenan los tobillos.
Genial.
Considero que lo mejor es sentarme antes de que sufra un colapso.
Todo esto es una mierda, pero quitando de lado el hecho de que fui secuestrada Rusia es hermoso, ya entiendo porqué papá amaba estar aquí.
Luego de que Ross programara mi primera misión y yo se lo comentara a Camille quién por cierto se asustó demasiado, no quería que yo me fuera y mucho menos a Rusia.
Pensé que ella no lo quería por los peligros que hay aquí, y sí, una parte es por eso, sin embargo había algo más, algo que no me quiso decir.
No creo que sea por mi madre, porque según sé ella ya no vive aquí desde hace mucho tiempo.
Mis sentidos se activan cuando un ruido me sobresalta sacándome de mis pensamientos.
Por la puerta entra una niña de quizás unos quince años, rubia y muy bonita.
Ella me sonríe y cierra con cuidado.
—Hola —saluda tímida desconcertándome.
Se supone que me tienen secuestrada, ¿Quién jodidamente manda a una niña para que me cuide?
»Sé lo que piensas, y no, no es así. Yo no te voy a hacer nada, solo que me intrigaste mucho anoche y quería conocerte.
Frunzo el ceño ¿anoche?
»Anoche te conocí —aclara, y estoy más confundida que hace un momento.
Ella suspira profundamente.
—Estabas inconsciente, solo logré verte.
Comprendo y asiento lentamente.
—Hola —susurro.
La niña sonríe ampliamente y acerca una silla que está en el fondo para sentarse frente a mí.
—Me enteré que eres americana —comienza con una sonrisa—. Dime ¿Qué se siente ser americana? ¿Cómo es ese país? Siempre he deseado conocerlo pero no me dejan salir de aquí a menos que vaya a un centro comercial y en compañía —dice aburrida, sus ojitos azules muestran un evidente desasosiego.
—Es hermoso sí... —digo finalmente—, pero tampoco es nada del otro mundo —le resto importancia— Rusia también es hermoso.
—Tú lo dices porque ya has vivido allá, ahora tienes la oportunidad de estar aquí. Ya los conoces a ambos y puedes aclarar tus puntos de vista —comenta—, yo apenas y he ido a la escuela sola. Casi nunca salgo con mis amigas.
Pobre chica, puede que me compadezca de ella un poco ya que a su edad yo era una loquilla y rebelde sin control. Recuerdo que papá odiaba que me escapara del instituto para ir de fiestas y que después llegara a las tres o cuatro pasadas casi siempre. Sonrío ante ese recuerdo y observo a la niña frente a mí.
—De verdad te sobreprotegen mucho —le digo mientras me cruzo de piernas— y por una parte creo los entiendo —ladeo mi cabeza—. Se supone que vives en la mafia ¿No es así? —pregunto, más tranquila de lo que debería estar, pero la niña no parece tener malas intenciones.
La rubia asiente y bufa aburrida.
—Sí, pero merezco mi espacio.
—Y no estoy diciendo lo contrario, solo que en algunos momentos es mejor la sobreprotección —susurro viendo la puerta que en algún momento se entreabrió un poco y pensando que esta es mi mejor oportunidad para escapar, pero primero tengo que ver cómo desencadeno mi tobillo.