Sicilia, Italia, 2018
Blue
—Blue despierta, ya llegamos.
Abro mis ojos desorientada, enfoco mi vista por el lugar y recuerdo que estoy en un jet en camino a Italia con Nicholas.
Miro por la ventana...
Mejor dicho, ya estoy en Italia.
Dios mío, esto es hermoso.
Recuerdo sólo haber venido una vez con mi padre y fueron muy pocas horas las que estuvimos aquí, pero bastaron para apreciar la belleza de este lugar.
Sonrío emocionada viendo a Nicholas que tampoco puede evitar sonreír.
»Te emociona mucho esto ¿eh? Pareces una niña.
Río.
—Jamás he dejado de ser una niña —digo juguetona.
Ríe y ambos salimos recibiendo la fresca ventisca que nos ofrece Italia.
Más adelante de nosotros se encuentra un carro blindado de color negro, Nicholas toma mi muñeca llevándome con él. Entramos al auto en los puestos de atrás mientras el chofer saluda cordialmente y comienza a conducir.
—¿Para qué quieres ver a Alonzo? Creí que ya habías terminado con eso de la agencia.
—Chismoso —farfullo riéndome cuando abre la boca indignado.
—Sólo quiero saber —dice sirviéndose una copa de whisky, vamos, a ese hombre le encanta. Intento mirar por la ventana porque se ve delicioso con ese traje y su pose elegante mientras bebe.
La verdad la razón por la que deseo ver a Alonzo no es tan secreta ahora que ya sé que Pauline es mi mamá.
—Alonzo conoce a un hombre que hace años tenía una información importante sobre mi padre. No pude reunirme con él nunca, desapareció de la faz de la tierra por una razón que desconozco.
Cruza sus piernas colocando la mano que sostiene el whisky sobre éstas para apoyarse. Trago con dificultad porque jodidamente me está provocando y yo no soy de acero.
Cierro mis piernas con todo el disimulo del que soy capaz pero alcanzo a ver su impertinente sonrisa. Maldigo y vuelvo mi vista a la ventana.
—Así que negocios —musita.
—Sí, negocios.
Después de eso nos quedamos callados durante el resto del camino hasta llegar a una inmensa mansión en un bosque hermoso rodeado de los preciosos árboles, el fresco aire, la tan deseada soledad y el perfecto silencio.
Admito que Alonzo tiene buen gusto para elegir sus casas.
La mansión por fuera es fantástica, la entrada está llena de seguridad. El chofer se detiene y le dice algo en italiano a uno de los hombres, este asiente y da una señal a los otros. Las puertas se abren dejándonos pasar y me quedo observando toda la naturaleza que tiene su mansión por dentro. El camino hacia la entrada es corto pero yo estoy más que encantada con todo lo que he visto.
Podría jurar que vi una ardilla alrededor del pequeño lago que hay por aquí.
Nicholas baja primero, después me tiende su mano para ayudarme a salir. Le sonrío agradecida y avanzamos hacia la imponente puerta donde un hombre de quizás unos cincuenta años, muy guapo, nos espera con una sonrisa junto a la que imagino es su esposa. Una preciosa morena tan alta como él y tan vital como cualquier chica de veinte.
—¡Nicholas que gusto verte! —el mencionado avanza sonriente y se abrazan dándose unas palmadas en la espalda. Se sueltan y la morena se acerca a Nicholas abrazándolo con un aire maternal.
Segundos después de la emoción e impresión los señores Amato se percatan de mi presencia y su esposa es la primera en brindarme una sonrisa que logra que relaje mis hombros.
Alonzo está sorprendido, se acerca despacio y cuando creo que va a decir algo me toma por sorpresa encerrándome en sus fuertes brazos. Siempre he sido una chica pequeña, mi estatura no es algo que ayude, mucho menos cuando estoy frente a un guapo italiano de casi un metro noventa, sonrío devolviéndole el abrazo y luego miro a Nicholas igual de sorprendido por la muestra de cariño que me ofrece su socio.
Al fin Alonzo me suelta pero no se separa demasiado, me repasa con su mirada sin borrar la sonrisa y su esposa se acerca dándome dos besos en las mejillas.
—Hola querida —saluda su suave voz.
—¡Por Dios, Blue! ¡Mírate! Estás más hermosa cada día, tu padre tiene unos maravillosos genes —sus ojos demuestran el aire melancólico al recordar a mi padre. Se podría decir que Alonzo y Joseph Harris fueron grandes amigos en la adolescencia y hasta que mi padre "murió". Él parece recordar algo y su expresión cambia a una confundida mirando de Nicholas a mí— ¿Desde cuándo ustedes dos se conocen?
Algo en su mirada me dice que él también sabe toda la historia de mi madre.
Me cruzo de brazos.
—Así que tú también ¿eh?
Su esposa de la que me olvidé por completo y no devolví el saludo lo abraza por la cintura.
—Cariño por qué mejor no dejamos que entren y se acomoden y luego los acosas con cuantas preguntas tengas. ¿Están de acuerdo?
Nos observa y ambos asentimos al mismo tiempo.
Sonríe y nos pide que la sigamos sin soltar la cintura de su esposo, Nicholas y yo detrás de los dos sin decir ni una palabra más.
Estoy segura que a la primera oportunidad de los dos solos va a aturdirme con preguntas.
Entramos a la gran mansión y por fin y quedo muda al verla, este lugar no tiene punto de comparación, la casa de Pauline es hermosa y no lo niego pero al lado de está parece un simple departamento.
Las paredes son blancas y lisas y por el techo cuelgan inmensos candelabros dorados que resaltan con el decorado Victoriano del hogar.
Me siento de la realeza por un momento.
Nos llevan hacia la sala donde está su gran comedor que abarca casi toda la estancia, una mesa larga que cuenta con casi treinta puestos en total.
Nos piden que nos sentemos y sin dudarlo lo hacemos, Alonzo lo hace en la cabecera y su esposa a su lado mientras ambos se toman de las manos. No he podido evitar notar como cada mirada que se envían irradia todo el amor que sienten por el otro.