ELEONOR
—Últimamente te noto preocupada.
Dejo de moverme por mi habitación y me detengo a ver a Admes, quién se encuentra sentado en mi cama, apoyando su espalda contra el respaldo de la misma.
—No estoy preocupada.
—No has dejado de morder la uña de tu pulgar —señala, torciendo una sonrisa—, no dejas de moverte, además de que estás muy callada. Ayer no disfrutaste de tu presentación, y eso que el caballero Colin Sámaras, no dejó de aplaudir y silbar en todo momento —se detiene, viéndome por largos segundos con una ceja arqueada—. ¿Quieres que continúe, Eli?
Dejo salir un largo suspiro mientras niego con la cabeza.
Admes tenía razón en todo. Con solo el hecho de que había vuelto a morder mi pulgar, era una clara señal de que algo me molestaba. Milú no había vuelto a dirigirme la palabra desde que me negué a decirle lo que pasaba; desde entonces, me evitaba a cada instante, ella simplemente se había dedicado a ignorarme.
Milú había sido mi amiga desde que tenía memoria, por lo que, su indiferencia ahora taladraba mi pecho, haciéndome sentir miserable.
—Tú eres muy amigo de Acacia y…
—Altair —termina por mí—. Sí, lo soy.
—¿Les guardas algún secreto?
—Ahora no.
Asiento hacia él, juego con mis dedos frente a mí y muerdo mi labio inferior. No podía creer en lo que estaba a punto de pedirle. Había soportado varios días sin contarle a Milú sobre Admes y sus otros compañeros, pero lo cierto era, que ahora me costaba mucho trabajo el guardar silencio; sólo deseaba poder recuperar a mi amiga, pues me sentía muy sola sin su loca compañía.
—Milú ha dejado de hablarme.
—Lo he notado —asiente.
Dejo salir un pequeño suspiro, me acerco a él y me siento de tal forma que pueda estar frente a él.
—Milú ha notado que algo me ha ocurrido últimamente. Creo que no estoy disimulando bien el hecho de estar hablando con mi ángel de la guarda.
Él hace una mueca, mientras que yo arrugo la nariz, intentando buscar las palabras correctas con las cuales pedirle que por favor me autorice contarle todo a Milú.
—No quiere hablarme, por el simple hecho de que piensa que yo estoy ocultándole lo que pasa.
—Está bien —asiente hacia mí, dedicándome una pequeña sonrisa—. Puedes confiar en ella. Estoy seguro que lo entenderá.
Levanto las cejas sin creer en lo fácil que había resultado conseguir algo de mi ángel de la guarda. Desde que la idea pasó por mi mente, pensé que se negaría. Pero al ver la suave expresión en su rostro, supe que en realidad no tenía problema con ello.
—¿Y si cree que estoy loca?
—Milú te ama, Eli. Nunca creería que tú estás loca.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?
—Porque tengo la habilidad de entrar a la mente de los humanos, ¿Lo recuerdas?
—¿Has entrado a su mente?
—Sí —admite como si eso fuese lo más natural del mundo—, y no imaginas lo mucho que te extraña.
Tuerzo una sonrisa al escucharlo, ya que, lo cierto era que yo también la extrañaba con toda el alma. Detestaba estar lejos de mi amiga, necesitaba con todas las fuerzas poder contar con ella otra vez. Todo aquello estaba comenzando a enloquecerme, por lo que, necesitaba el apoyo de mi amiga.
—¿Y no la meteremos en problemas? —indago de pronto, al darme cuenta de que yo misma me había metido en muchos de ellos, gracias a mi extraña cercanía con mi ángel de la guarda.
—Eli, Milú no es la anomalía. Ella está a salvo.
Frunzo el ceño al escuchar esa palabra.
¿Anomalía? ¿Acaso se estaba refiriendo a mí?
—¿A qué te refieres con ser una anomalía?
Su suave expresión, de pronto cambió a una de duda. Sus pupilas celestes me escanean por algunos segundos, él frunce los labios y después habla.
—Ya es hora que lo sepas. Tu capacidad de poder vernos se debe a una rara anomalía que se da en el cromosoma 17. Se ha repetido en muchos casos, Eli. Una vez por cada siglo aproximadamente; pero lo que ahora tratamos de descifrar es de qué provienen tus extrañas pesadillas, además, del por qué otras entidades han estado vigilándote.