Ághanon, los sueños de Vera (editando)

III. ¿Real?

 Sintió que alguien la tocaba con insistencia, no abría los ojos aún pero podía sentir el aroma a canela y jazmín tan familiar. Y sí, era su tía que fue a levantarla, ella solo quería seguir durmiendo, su sueño era muy interesante; pero se levantó. No quiso el desayuno porque afirmaba estar llena, lo que le pareció muy extraño a Dana de todos modos le permitió pasar de él porque ya que era tarde y en poco tiempo almorzarían con Tom y su familia como todos los domingos.

 En casa de los Vásquez, su tía le contó que a la tarde tenía que salir porque una pareja quería que cuide a su hijo, y que ella iba a quedarse con Alma, una amiga de Dana, con la que Vera prefería quedar antes que doña Juana.

 Los padres de Tom tenían adoración por Vera, la trataban como a una nieta, ya que no tenían una propia y para la niña tomaban el lugar de sus abuelos paternos que casi nunca venían a verla.

 

 La tarde pasó rápido entre rayuela y tereré. Cuando Dana llegó traía las compras y una sonrisa de emoción que hablaba por ella. Luego le contó que los padres del niño quedaron encantados con ella y él nene también. Así que decidieron contratarla para que lo cuide mientras ellos trabajaban y en ocasiones especiales, lo mejor de todo era que le pagarían muy bien.

 Comenzaría la semana siguiente, lo que a Vera no le hacía mucha gracia porque ya sabía que no era un bebé a quien cuidaría, estaba celosa y exigió que la lleve con ella.

 

 Desde ese domingo los días se les fueron volando, estuvieron ocupadas con las actividades escolares, Vera participaba en una obra, tenía que estudiar, se acercaba el día de la primavera, había que hacer flores de papel y conseguir un disfraz de princesa. Estaba muy ansiosa, quería saber si sería elegida reina o princesa, razones por las que olvidó por completo su collar nuevo, que no usó durante toda la semana. Dejándolo descansar en un alhajero.

****

 En Ághanon la ausencia de Vera dio tiempo a los lugareños, a los que sabían de su extraña aparición, a investigar las posibles razones de su llegada y al ser tan pocos los enterados debían ser muy cuidadosos con el tema.

 

 En Sitra se encontraban reunidos secretamente: Gangra, Nadín y Zephyr.

—Siento informar que no he hallado absolutamente nada—dijo Nadín suspirando bastante desanimada.

—Es razonable, será difícil investigar cuando no se puede recurrir a nadie en busca de ayuda. Lo bueno es que nadie más que Alred, y nosotros sabe de ella —informó Zephyr con la seriedad que lo acompañaba generalmente.

—No te desanimes Nadín es muy reciente aun y estamos preocupados, por lo pronto es un alivio oír que nadie la descubrió. No es necesario recurrir a alguien Zephyr, las palabras llegarían con facilidad a oídos de todos y sería una falta imperdonable —dijo Gangra— el portal no ha sido abierto para nada y por medios razonables es imposible que haya llegado aquí, así sin más. Asimismo no hay evidencia de un suceso similar ¡esto supera mis conocimientos y no poder salir de Sitra me irrita!— Habló acariciándose la sien con la yema de sus finos dedos.

 Alred llegó disculpándose por el retraso y les anuncio que no halló nada en los templos de escritura y bibliotecas. Desde luego no sería nada fácil.

 Nadín se acercó asombrada de que hubiera podido acceder a todos y curiosa de saber qué pudo hallar.

—He investigado todos en los que me han permitido ingresar, Xam es un lugar difícil, más en todo esto hay algo que me inquieta y no tiene relación alguna con el viaje —explicó el elfo recostándose sobre la mesa del centro—cuando la vi por vez primera y al saber que era humana algo atrajo mi atención de ella—continuó.

— ¿Sus ojos?—dijeron los tres oyentes al mismo tiempo.

—Sí ¿también a vosotros?

****

 Era lunes por la tarde y se iban en colectivo al nuevo trabajo de Dana, bajaron y caminaron hasta llegar a la casa donde fueron recibidas por Clara, su propietaria, que apenas entraron juntó sus cosas y salió rumbo a la universidad.

—Hola—dijo un niño de once años, robusto, moreno de ojos rasgados color caramelo, más alto que la nena.

—Hola—dijo Vera, obligada por Dana, con una fingida sonrisa.

—Soy, Amadeo—dijo mirándola con poco interés.

— ¿Amadeo? más feo tu nombre—dijo Vera.

— ¡Vera! —rezongó la mujer.

—Si el mío es feo el tuyo es horrible ¿Vera?, ¿quién se llama así? nombre de vieja— dijo mostrándole una mueca burlona.

 

 Amadeo Costa era el único hijo de un abogado y una profesora universitaria, con una buena vida, no le faltaba nada. Asistía a un instituto privado. Era de los que prefería jugar solo y aburrirse a prestar sus cosas, “no es malo, solo le falta alguien con quien aprender a compartir” es lo que dijo su mamá a Dana.

—Bueno los dos— dijo Dana — Amadeo ella es mi sobrina de la que te hablé ¿te acordás? —Él solo asintió con la cabeza—ella va a venir conmigo todos los días y van a tener que llevarse bien ¿me escucharon? —Dana trató de sonar seria. Ambos asintieron.

—Porque si no pueden hacer eso, no voy a poder cuidarte —dijo en tono amenazador.



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En el texto hay: sueos extraños, lunas, energa

Editado: 02.11.2024

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