Vera sabía de qué podría ser la sangre que estaba en la cama. Lo sucedido en Ághanon resonó en su cabeza, y no sabía si ponerse feliz de que fuera real o llorar por no saber cómo explicar todo, su tía jamás le creería.
Dana por otro lado pensó que quizá ya había comenzado el ciclo menstrual.
— ¿Te duele algo?, ¿te sentís mal? —indagó la mayor.
Ya habían hablado del tema por lo que comprendía la aparente calma de su sobrina, la niña solo negó desperezándose, haciendo un pequeño acto tratando de ocultar sus nervios.
Su tía le dijo que se duchara, mientras ella cambiaba la ropa de cama. Cuando terminó entró al baño a ver por la nena y vio que su pantalón del pijama no tenía nada, tampoco su ropa interior
— ¿Entonces? —dijo para sí misma.
Cuando Vera salió de la ducha, Dana decidió aprontarla ella misma, fue así que vio la herida en la espalda baja, que gracias a la ducha se abrió nuevamente y comenzó a sangrar.
—Esto era ¿Qué te pasó? —preguntó más enojada porque se lo ocultó, Vera se tocó la herida y abrió sus ojos con sorpresa — ¿me vas a contestar? ¿Cómo te lastimaste?
—No sé—mintió, qué iba a hacer. Amadeo tenía razón su tía no la iba a creer nada iba a pensar que estaba loca.
— ¿Cómo que no sabés? Vera, me tenés que decir, se te puede infestar—dijo y fue a buscar el botiquín para limpiar la lesión. Quedaron en silencio mientras Dana cubría la herida, hasta que Vera rompió el silencio:
— ¿Estás enojada? —preguntó.
—No, solo quiero que me cuentes ¿Amadeo tiene algo que ver? —preguntó más tranquila. Aparentemente se llevaban bien pero aun así eran chicos y solían pelear entre ellos. Ella no iba a permitir se le lastimaran de esa manera.
—No—dijo y se le ocurrió una idea—bueno te voy a contar—suspiró— anoche se me cayó un adorno de mamá-en eso no mentía-y escondí los pedazos abajo de la almohada por si entrabas, cuando me fui a acostar un pedazo que quedó en el cochón me cortó. No te quise decir nada porque te ibas a enojar—dijo rogando que le creyera.
—No, no ¿Cómo me voy a enojar? Eso es tuyo y se te cayó. No tiraste a propósito—contestó más calmada. Vera se tranquilizó pudo zafarse de esa.
Como se les hizo tarde con lo sucedido, Vera no fue a la escuela. En ese tiempo armaron un ramillete con flores del jardín que a Gabriela le gustaban y con calma se fueron caminando hasta el cementerio que quedaba, dentro de todo, bastante cerca de la casa.
La mañana estaba nublada y calurosa, una suave brisa removía el cabello de la niña, que andaba feliz de poder ir a hablar con sus papás. Siempre le había gustado el silencio y la calma de ese lugar. Mientras su tía buscaba agua y caminaba para ver a otros familiares o conocidos que descansaban allí, ella hablaba con Gaby y Luis, se sentaba en el pasto frente a la lápida y les contaba todo desde la última vez que fue, como estaban sus abuelos, y tenía para contar lo de sus sueños, también que tenía un nuevo amigo. Dana siempre le daba su espacio para que pudiera desahogarse tranquila.
Así pasó la mañana y ya debían regresar, era la peor parte porque no iban muy seguido y cada vez tenía más cosas que decirles.
El resto del día transcurrió con normalidad, llegaron a casa y Vera llamó por teléfono a sus abuelos maternos para contarles de su visita al cementerio. Almorzaron y a las cuatro de la tarde fue Amadeo como todos los días, acompañado por su mamá. Más tarde, Tom llegó de visitas y les llevó helado que compró de camino.
Vera estaba tan relajada, que se tomó tiempo para actualizar al niño lo sucedido en su sueño, sin importar que él se hubiera burlado la última vez. Él mucho no creía pero no podía negar que la historia hasta era interesante, por lo que solamente escuchaba y a veces preguntaba.
Más tarde ya estaban aburridos y se fueron a jugar afuera. Al rato entró Vera enojada gritando barbaridades a Amadeo con su collar roto en mano.
— ¡Vera controlá esa boca! —regañó Dana entre enojada y sorprendida.
— ¡Él me rompió!—dijo señalando con el dedo al niño.
—Seguro fue sin querer—dijo Tom para apaciguar.
—Pero tío…—se quejó con los ojos vidriosos.
—Ya está no es para tanto, además solo se rompió la cuerdita que podemos arreglar o cambiar—dijo observando el collar que para él era muy feo.
Dana agarró el collar y lo guardó en un cajón de la cocina, prometiendo que lo repararían y los mandó a jugar.
***
En Gaiela, Nadín y Abbot fueron a casa de Elm, que ya se encontraba despejada de líderes, representantes y demás. Le contaron en síntesis todo lo sucedido mientras Vera estuvo con ellos durante el Ado y también la teoría de Nadín.
Elm los escuchó con atención y aceptó que vertieran la sangre en el jardín privado, porque la casa no debería tener las propiedades que tenía la tierra y también sería más seguro para la niña. Debía comunicárselo a sus trabajadores.
Nadín consultó con la Sabia quien concluyó, basándose en los hechos, en que sus teorías eran ciertas y que nada perdían con hacer la prueba siempre y cuando fuera en un lugar seguro porque no era seguro para Vera exponerse a más habitantes.