Ya sabía que estaba en casa de Elm, se sentía bien con ellos y muy segura además, tanto así que últimamente no quería volver a su casa. Menos en ese momento que estaba enojada con su tía y viceversa.
Caminó hacia la sala, como la última vez, por si no había nadie.
— ¡Tu! ¿Qué haces?
Escuchó detrás de ella, giro a ver asustada, pero solo era Kugo.
—Hola Kugo ¿Cómo estás? ¿Elm está?, —preguntó amistosa, esperando una respuesta.
—A ti no te concierne —dijo de forma áspera y desapareció.
Ella no terminaba de entender a ese sujeto. Y cómo desapareció tampoco, sin dudas necesitaba aprender a hacer eso.
Siguió su camino y no había nadie. Hizo memoria para llamar por su nombre a la enana, quien la trató muy bien siempre que estuvo allí. Pero no lo recordó, entonces como último recurso, se puso gritar.
— ¡¿Hola?! ¡¿Hay alguien?!
— ¡Cállate Yel! ¿Siempre tienes que estar gritando?—regañó Kugo— ¿Qué quieres? —dijo irritado. Ignorando la cara de Vera ante lo que le dijo.
— ¡Me asustaste! Busco a la enana que me atendió la última vez —habló. Ya le preguntaría a alguien más qué era Yel.
— ¿Qué enana? Hay muchos enanos en esta casa, pudo haber sido cualquiera. ¿Y quién te crees que eres para solicitar servicios? Solo eres…
—Señorita, está de regreso. —Sonó alta y afectiva la voz de Izal, cortando el sermón de Kugo que las observaba con fastidio— Déjala conmigo Kugo, ya puedes ir a hacer lo que debas —
El nombrado se fue al instante dejándolas a solas.
— ¿Se encuentra bien? Tenía a todos de cabeza por aquí, pero yo la veo muy bien.
—Si me siento bien, gracias ¿Por qué estaban preocupados?
—Por lo que le sucedió en Solka, pero no temas estarás bien con ellos, mi señor sabe muy bien lo que hace.
—Estoy tranquila, yo no tengo miedo. Solo me dio un fuerte dolor de cabeza que me asustó esa noche no más —dijo Vera para alivianar el tema, no quería que se preocuparan demás y parecer débil ante ellos.
—Me alegra mucho oírlo. El señor no se encuentra en este momento. Está en el palacio de justicia, ya debes saber que es consejero. Mas no tardará en regresar —continuó y la dirigió a un piso más abajo donde se hallaba la lujosa cocina.
Era tan grande que tranquilamente podían cocinar todos los habitantes de la casa juntos y ni siquiera se chocarían
<< ¿Quién necesitaba una cocina tan grande?>>pensó Vera.
Permanecieron ahí, hasta la llegada de Elm, que se tomó un momento para descansar.
Ya renovado, solicitó la presencia de Abbot para hacer las compras de una buena vez y comunicó a los interesados que Vera estaba bien.
En el enigmático sector Ramla, rodeado de concurridas avenidas. Se encontraba junto a la maravillosa torre del Wyd Hisbeo, la tienda del gnomo Sane. Que parecía saber el nombre de todos los que entraban allí.
—Los espíritus te guíen Abbot —dijo antes de voltear, pues el elfo tenía una manera peculiar de golpear —los guíen—continuó al verlos—. Bienvenido Señor, Capitán y usted… ¿jovencita? —saludó buscando el rostro de Vera.
—Hasta el fin —respondieron los masculinos. Vera solo sonrió.
— ¿Gema elemental? —habló el elfo leyendo la lista que traía en mano.
—Recién llegadas de Katriens, 170 kinas —contestó el vendedor, tomando la lista que le extendía Abbot. — ¿regresarás al templo Abbot? —preguntó amistoso, el elfo simulo no oírlo.
—Pienso que la gema podríamos comprar dos y esperar—dijo Elm en secreto a Abbot.
—Creo que deberíamos comprar más —terminó el elfo casi susurrando.
—Pócima curativa, 157 rials —habló el gnomo que leía la lista, posando un aditivo de cobre giratorio, contenido en un frasco frágil sobre el mostrador— ¿aun piden de estas en las instituciones? En fin. Pócima Egún para el dolor, 95 rials —continuaba.
— ¿Qué es eso? —preguntó Vera señalando una Daga magníficamente labrada. Su empuñadura parecía lucir un ojo negro y brillante.
—Es un Arma mortal pequeña, nada común, absorbe la energía de los atacados con ella —decía el gnomo con misterio y entusiasmo —Son 10.000 kinas para ti ¿lo quieres? —dijo con ganas de vender.
— ¿Qué? ¡No! —contestó rápido ella. El soltó una sonora carcajada.
—Ya tenemos lo que requerimos de tu tienda Sane, gracias—habló Abbot—y no deberías ofrecer objetos tan peligrosas a cualquiera ¡demente!
—No iba a vendérsela, no está a la venta es una reliquia. Pues hasta pronto entonces —dijo el tendero saludando con la cabeza.
Caminaron hacia otra casa cercana. En el camino se cruzaron con muchas criaturas que los observaban. Los inmuebles eran altos, diversos, llamativos y algunos parecían que en cualquier momento podrían caer sobre ellos por la irregularidad en la construcción, eran una extraña pieza de arte por llamarlo de alguna manera, pero lo hacía divertido, más aun cuando Vera caminaba con miedo casi cerrando los ojos cada vez que cruzaban cerca de alguno.