Agridulce

“Sonrisa”

 Hace algunos meses conocí una chica por internet, es difícil creer que en uno de esos sitios web para encontrar pareja puedes conocer a alguien especial. Lo supe desde que vi esa sonrisa particular en su rostro, su foto de perfil era perfecta, ahí supe que sería diferente a las demás chicas de ese portal, todas se preocupan por mostrar sus atributos mientras que ella decidió mostrar una sonrisa alegre, y una interesante descripción que decía “Una sonrisa atrae a buenas personas, buenas personas alejan las malas vibras, un corazón puro es todo lo que busco, y lo que busco ansiosamente es paz”.

Una reflexión profunda y hermosa, no lo pensé dos veces y le escribí, fue ahí donde conocí a esa persona maravillosa. Era como si supiera todo de mí, lo que me gustaba, sabía perfectamente las cosas que me hacían feliz, llegué a enamorarme de ella como nunca lo había hecho. Me convencí de que éramos el uno para el otro, la pareja perfecta porque compartíamos tanto en común, sin duda ella era la que siempre había esperado, solo faltaba una cosa por hacer. A pesar de que ya nos conocíamos muy bien, después de tanto tiempo íbamos a encontrarnos para vernos en persona por primera vez.

Y el día llegó, estaba muy emocionado de poder ver al amor de mi vida por primera vez. Memoricé tan bien su dirección que hasta podía deletrearla, le compré su peluche de cabrita, le traje lirios su flor favorita, y algo que le fascina pero es difícil de conseguir, el queso “Casu Marzu”; no sé qué tenga de especial pero si a ella eso le gusta, claro que se lo iba a llevar, estaba tan obsesionado con ella que no me importaba gastar todos mis ahorros para sorprenderla, y en definitiva hacerla feliz.

Las cosas que había hecho por ella, estaba parado frente a su puerta y podía ver lo tonto que me veía peinado y con un traje alquilado, sin duda todo era más fácil por internet.

Es la tercera vez que toco el timbre, alguien viene puedo sentir los pasos, ya comienzo a ponerme nervioso. Se abre la puerta, es una mujer que dice ser su madre, se muestra bastante reservada, le pregunto por ella; reacciona despectiva preguntándome quien soy. Le digo que soy un amigo, que quedé con ella para vernos hoy, ella cambia su semblante y me dice que es imposible, le insisto y le ratifico que hace unas horas hablé con su hija, pero su madre me responde algo que me eriza la piel.

—Mi hija tiene tres años en coma.

—Pero… he hablado con ella estos últimos meses, ¿Cómo puede ser eso posible?

—No sé con quién estuviste hablando joven, pero no fue con mi hija. Ella tiene una parálisis cerebral y los doctores no saben qué hacer, ya casi son 3 años sin poder moverse y sin poder hablar.

Alguien llega…

—Buenos días.

—Buenos días Padre, pase adelante.

—¿Qué está haciendo un cura aquí?

—Tuve que recurrir a otros medios, por cierto joven; mi hija odia el queso y es alérgica a las flores.

—¿Qué? Pero ella...

El cura y la mujer comenzaron a conversar, y todo parecía indicar que si me había equivocado de chica, no podía creer que esto había pasado. Tenía tan bien memorizada la dirección y ahora creo que nada de esto tiene sentido, algo extraño estaba pasando sin duda, cuando acepto mi equivocación y decido irme el cura pronuncia unas palabras que me paralizan por completo.

—¿Me dice que la chica quedó en coma con una extraña sonrisa?

—Así es padre.

—Tengo que confesarle que aunque soy cura, estas cosas no me gustan hacer, porque si hay algo que nos conoce bien, son los demonios.



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En el texto hay: romance, terror, relatos cortos

Editado: 30.09.2019

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