Ahora seré tú tormento

CAPÍTULO 6

El sonido del televisor llenaba la sala, aunque ninguna de las dos amigas estaba prestándole atención. Selene estaba sentada en el sofá, con una taza de té en las manos, mirando fijamente a Alondra, que paseaba de un lado a otro como un león enjaulado, aún removida por el encuentro en el supermercado.

—Bueno, Alo — comenzó la pelinegra, arqueando una ceja… —¿Me vas a decir lo que realmente pasó o tengo que adivinar? ¿Qué sentiste al ver otra vez al gilipollas de Bastian? —

La castaña se detuvo en seco, mirándola con una mezcla de incredulidad y fastidio.

—¿Qué sentí? —repitió, cruzando los brazos—. Amiga, te lo voy a decir con toda la sinceridad del mundo. Las famosas mariposas en mi estómago no parecían mariposas. Parecían... no sé, pirañas. Pirañas con días sin comer y con un bufé de emociones delante de ellas para que fueran devoradas. Entre el odio, el orgullo herido y... algo que no quiero ni nombrar, sentí que mi propio cuerpo me estaba traicionando y eso que sabía que en dos días lo vería, pero para eso me estaba preparando, no así de improviso y sopetón! —.

Selene esbozó una pequeña sonrisa, como quien sabe que está tocando un nervio —a ti solo se le ocurre aceptar una descabellada propuesta para jorobarle la vida al cucaracho ese y ni se te ocurrió buscar su foto actualizada en la internet—. Alondra bufó con fastidio respondiéndole —no quería contaminar mi cerebro con imágenes horripilantes, con solo recordar su rostro seis años atrás era suficiente…. Pero cómo ha evolucionado ese neandertal, está más bueno que un pancito dulce con café—, soltó un suspiro al terminar de habar apresuradamente

—¿Y? —insistió Selene, sorbiendo chocolate de su taza—. ¿Qué significa eso?

—¡Nada! —respondió Alondra, agitando las manos en el aire como si quisiera ahuyentar el tema—. No significa nada. Estoy aquí en Texas por una razón. Por trabajo. Por un acuerdo. Por… vengar las lágrimas que ese hombre junto a su sequito de idiotas y una suripanta pelo encendido me hicieron derramar años atrás, pero más ese imbécil poco hombre. Él no merece ni un respiro de mis emociones—.

Pero mientras lo decía, las imágenes de Bastian volvían a su mente. Aquellos ojos azules intensos que alguna vez esa noche la miraron con ternura ahora no hacían más que desconcertarla. ¿Cómo alguien podía ser tan atractivo y, al mismo tiempo, tan irritante? Era un insulto a su lógica. En su cabeza, las mini yo empezaron otra discusión.

—Isa, claramente aún hay algo allí —susurró Bel, envuelta en una bufanda vaporosa—. Nadie siente mariposas, ni siquiera pirañas, por alguien que ya no significa nada.

—Oh, por favor —interrumpió Diosa, con los brazos cruzados—. Esto no es una novela de Jane Austen. Es química básica. Sus abdominales, bíceps y su gran bulto dormido hicieron un cortocircuito cerebral, punto final—.

—Lo que realmente necesitas es mantener la calma —añadió Isa, acomodándose en posición de loto como le recomendó Bel para calmar las emociones—. Recuerda el propósito que nos trajo aquí. Controlar tus emociones. Es la clave para triunfar.

Selene se levantó del sofá y se plantó frente a su amiga. —Mira, Alondra Isabel. Sé que Bastian te hirió. Sé que duele verlo y sentir lo que estás sintiendo. Pero recuerda esto, tú tienes el control. Si estás aquí para cumplir un trabajo y cerrar capítulos, hazlo. Pero no olvides que eres una mujer increíblemente fuerte. Y bájalo de ese pedestal, pero con elegancia y sabiduría, no porque tú lo empujaste con toda tu gracia—.

Alondra respiró hondo, dejando que las palabras de su amiga se asentaran. Luego, sonrió, aunque aún quedaba un destello de furia en sus ojos.

—Gracias, Selene. Lo que me faltaba, una cheerleader emocional. Pero tienes razón. Ese hombre no sabe lo que se le viene—. Y con esa determinación, Alondra supo que el juego apenas comenzaba.

Bastian

El apartamento estaba en penumbra, iluminado únicamente por la luz tenue que entraba por las persianas. Bastian se sentaba en el sofá, con una cerveza fría en una mano y la mirada perdida en la pared. Pero no estaba viendo la pared. Estaba viendo recuerdos. Escenas que, aunque había intentado enterrar, ahora regresaban con fuerza, como si el encuentro en el supermercado hubiera roto el candado que las mantenía bajo llave.

Primero, la imagen de Alondra aparecía en su mente, fresca como el primer día que la vio. Aquella sonrisa despreocupada que tenía el poder de iluminar cualquier habitación, los ojos azules como el cielo llenos de vida y determinación, y esa risa que había sido su música favorita. "¿Cómo pude arruinar eso?" pensaba mientras daba un largo sorbo a la cerveza.

Bastian apretó la mandíbula al recordar el momento en que la perdió. Sus palabras duras, su ego inflado, sus acciones que la habían herido y destruido.

—Eres un idiota —gruñó su yo interno —Tenías todo lo que alguien podría desear, y lo tiraste por un impulso infantil—.

—Pero... ella todavía me miró hoy diferente —pensó esperanzado, y con una sonrisa nerviosa—. Eso significa algo, ¿no? Tal vez...

—¿Mirarte? —interrumpió esa voz de conciencia que no lo dejaba tranquilo, —. Claro que te miró, pero fue más como si estuviera evaluando dónde arrojar un zapato en tu cara—.

Bastian dejó escapar un suspiro pesado. La verdad era que no sabía qué significaba aquel encuentro. Lo único que sabía era que el destino, después de años de silencio, les había dado una segunda oportunidad. Y estaba decidido a no desperdiciarla.




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