Capítulo 08: Él vive entre dos mundos, lo entiendo; entiendo que sea difícil
Hay veces en las que siento que pasan demasiadas cosas a mi alrededor, eso hace que mi cabeza se alborote a la misma intensidad que los problemas que suceden.
No creo que sea tan bueno, porque, se supone que en los momentos más difíciles son en los que debemos actuar con la mayor de las concentraciones.
Umh. Tengo miedo a fallar, aun si no lo intento.
Debajo de mi máscara escondo muchas cosas.
—¿Estás segura de que servirá?— me pregunta Imri entrando a la habitación. El dejó a Onil en la otra, está acostado en la cama.
—No perderemos nada intentándolo— me encojo de hombros. Estoy echándole un ojo a un vestido que hace siglos que no me ponía —Definitivamente es mejor que verlo tirado en un rincón. Al menos se distraerá escuchando música.
—Sí— Imri se sienta a mi lado, él me rodea con su brazo —Oye, deberíamos salir más a menudo. Tú y yo.
—Una cita de humanos— apoyo la cabeza en la suya —Suena bien.
—Las citas contigo son las mejores— me da un beso en la mejilla —Y prometo que no me voy a emborrachar. Oh, y por cierto; dile a Pato que aleje el alcohol de mi hermano, ya creo que lo hace a propósito.
Estar con Pato sin beber un trago, es como escuchar reguetón y entender la canción; es casi imposible.
—Ah, cada quien es responsable de lo que hace— sonrío —Pato no los obliga, ella no te obligó.
—Aún me persiguen las secuelas de ese día— dramatiza poniéndose la mano en el pecho —Dije cosas bastante locas.
—Oww— le abrazo —Solamente fuiste más sensible.
—Sí, dije cosas locas— ay, ¿en serio? —Ven aquí— él me sostiene fuerte de la cintura y me carga para situarme en su regazo —De lo que sí no me arrepiento es de haber hecho esto— se acerca y me plasma un beso en los labios.
—No puedo creer que ahora vivamos juntos— entrelazo los brazos alrededor de su cuello. Nunca había llegado tan lejos en una relación —Eso tiene muchas ventajas— susurro frotando los labios con los suyos.
—¿Ah, sí? ¿Cuáles?
—Sabes bien— lo empujo hacia atrás, haciendo que él se acueste. Para llegar a su boca, subí más hasta colocarme encima de su abdomen. Con una sonrisa traviesa, froté las manos a lo largo de su torso, provocándole cosquillas —Hay que aprovechar estos minutos a solas— me inclino para besarlo, Imri, en cambio, desliza las manos a lo largo de mi cintura, para de ese modo, quitarme la blusa.
—El deseo por hacer esto, fue lo que me sanó más rápido— contesta sentándose. A él como que le gusta más esa posición, me volvió a poner en su regazo, cosa que no me desagrada.
El hombre me quitó la blusa, y al hacerlo, acortó la distancia que había entre nosotros. Con una sonrisa, le tomé de los costados del rostro y le deposité pequeños y suaves besos en los labios. Desde la última vez que estuvimos juntos, me di cuenta de un detalle en especial: Imri suele frotar la nariz contra mi cuello y hombros, así que por mera imitación, hice lo mismo percibiendo aquel aroma tan ligero que emana de su piel.
Ambos nos besamos, mientras nuestros labios se unen, no paro de tocarle el rostro junto a su cabello. Para nadie es un secreto lo mucho que amo tocar a la gente que quiero, más en una situación tan íntima como esta, allí es cuando todos mis sentidos se disparan y lo único que demandan es que, por medio del tacto, pueda advertir a la persona causante de tantas emociones a la vez.
Imri separa su boca de la mía, él baja por mi cuello realizando un camino de besos que me producen un encantador cosquilleo. Es tanto que sentí como algunos vellos se me erizaron. El hombre se detuvo al llegar a mi hombro, allí apoyó el mentón sobre el espacio existente entre el cuello y este, con delicadeza abrazó mi cintura y permaneció así por unos cortos segundos.
—Eres todo lo que quiero— susurro en su oído. Ni yo misma tengo idea de cómo es que mi voz cambia a un tono pausado, simplemente me sale.
—¿Tengo que decirlo?— pasó a mirarme fijamente a los ojos. Su sonrisa, sin enseñar dientes, me transmite un sentimiento sin igual; no importa a qué intensidad se encuentre mi cabeza, Imri tiene la capacidad de proyectarme tranquilidad, de hacerme sentir que todo está bien —Quiero estar contigo siempre. Es más, si me tengo que convertir en una hebra de tu cabello, lo aceptaré con gusto.
—Es lo más romántico y raro que me han dicho, me encanta— froto la punta de mi nariz con la suya. Ya esa acción se convirtió en un símbolo entre nosotros —Definitivamente, te querría si fueras un gusano.
—Mejor no. Sé lo mucho que te desagradan los insectos y lo que sea que sean los gusanos; no quiero que estés conmigo si no te gusta o si no te gusto yo.
—Ah, ¿qué dices? Te alimentaría con hojitas— le doy un beso en la frente —Con fruta— y otro beso en la mejilla —¡También con mucho amor!— finalmente, en la boca.
—Eso es lindo— me devuelve los besos, pero el muy lobo picarón, no me besa en el rostro, sino que los esparció por mis pechos. Él rio terminando esto —¿Qué?— cuestiona —No tenemos reglas de dónde besar.
—No hay problema— sonrío queriendo regresar a la escena seductora —Todo esto es tuyo— junto un poco los brazos para remarcar mis senos —Eso sí, tendrás que reclamarlo. No cuenta que lo diga de boca para fuera, como buenos territoriales que son los lobos, debes adueñarte de lo que es tuyo; a besos, claro.
—Si todo esto es mío, entonces soy millonario— me impresiona como siempre sabe qué decir —Y bien…— volvemos a enlazar nuestros labios, en lo que nos besamos, siento los dedos de Imri en mi espalda. El hombre me planea quitar el broche del brasier, lo que agita mi respiración más de lo que estaba, fue ahí donde nos quedamos cuando el innombrable nos interrumpió.
No quiero invocarlo.
Segundos. Minutos. Me desesperé.
—Im, ¿necesitas ayuda?