Capítulo 12: El lío que el niño debe tener en su mente
Es difícil cuando quieres tanto y no sabes si ese amor te es correspondido, más cuando esa persona se trata de un ser ignorante de lo que le rodea. ¿Debería sentirme mal por eso? Es decir, Ra no tiene a Eveling, es normal que intente buscarla al no saber que no está con nosotros; sus facultades sobrenaturales no le ayudan mucho, pues él no actúa como cualquier otro niño humano que perdió a su mamá, y que simplemente se adapta a su entorno sin ella. Es un lobo, sus sentidos son más… ¿Desarrollados?
Me pregunto si en todo este tiempo, Ra no me ha querido por quién soy, si en verdad mi nombre no le significa nada.
Detesto pensar mucho en las cosas porque me duele el corazón, aquel corazón que no late del modo en que él quiere.
—Imri…— dejé a Ra en la habitación, para que el niño no se diera cuenta de mis sentimientos, entré al baño en donde estaba Imri y con lágrimas en los ojos me senté en el inodoro.
—¿Eh? ¿Qué pasa?— enseguida escucharme, el hombre abrió la cortina poniéndose la toalla en la cintura. Imri caminó hacia mí y se puso de rodillas.
—Cre-Creo que Ra no me quiere— sueno la nariz tapándome el rostro —Él no me quiere, Imri.
—¿Qué? ¿Por qué piensas eso?— pone las manos en mi cintura —¿Qué pasó?
—Él… Él— mis lágrimas no me permiten continuar —Ra…
—¿Ra?
—¡No me quiere!— clamo desbordándome en llanto, esas son las únicas palabras que salen de mis labios.
—Lúa— Imri sin todavía entender nada, se levanta y me rodea con los brazos —¿Qué pasó, dime? No te entiendo.
—¿Alguna vez le has hablado a Ra sobre Eveling? ¿Le das dicho que su mamá no está?— ni siquiera sé por qué lo pregunto cuando la respuesta es obvia.
—Amh… ¿Por qué de repente me preguntas esto?— hay duda en su rostro —He estado esperando que crezca, él todavía es pequeño para comprenderlo.
—Cuando Ra me mira, él debe pensar que soy Eveling— bajo las cejas —Él, hace unos minutos, me preguntó por qué mi corazón no sonaba. Pienso que se refería a que mis latidos no eran en nada parecidos a los de su mamá. ¿Es posible que ustedes, los lobos, distingan los latidos del corazón de sus madres, aun sin haberlas conocido?
—Sí, algo así. Hay cachorros que recuerdan cómo sonaba el corazón de sus madres estando en el vientre de ellas, yo en lo particular, no lo hago. Tal vez porque ya estoy grande y Ra todavía es un pequeño, con el tiempo se olvidará de ello— emite un suspiro —Lúa, Eveling pudo ser la mamá de Ra, pero tú también lo eres. No pienses que el niño no te quiere, porque no es así; él te ama.
—¿Y qué tal si no me ama por lo que soy?— me levanto —¿Qué tal si cree que me quiere porque, en su mente, soy su mamá real?
—Eres su mamá real— Imri no me entiende —Los niños no aman a sus madres porque lo son ni porque se ven obligados a hacerlo, ¿crees que Ra te querría si no te comportaras como lo haces con él? Hay personas que hablan sobre un vínculo nato o algo así, pero a mí parecer, eso no existe. No nacemos con un «vínculo», el vínculo se construye, no aparece de la nada y lo que Ra siente por ti, no apareció de la nada.
Sus palabras podrían tener razón, sin embargo, continúo sintiéndome horrible. Quisiera que Imri le hablara sobre Eveling y le hiciera saber que estoy haciendo el papel de «segunda mamá», pero es cierto, no valdría la pena considerando la edad de Ra. Además, no puedo presionarlo, él es su papá y fue la primera persona que sufrió por lo de ella, ha de tomarse su tiempo para hacer las cosas bien.
La puerta del baño suena e Imri la abre, Ra está del otro lado. El pequeño entra al baño mirando a su alrededor con curiosidad. —¿Qué ‘taban hacendo?— pregunta brincando un par de veces con el objetivo de que su papá lo cargue.
—¿Y ahora cuál es tu costumbre de querer abrir todas las puertas que ves cerrada?— cuestiona el hombre con una pequeña sonrisa que desvanece al ver mi rostro triste —Y de interrogarnos.
—Abierta— enuncia mirándome —Mami, ¿llorando?
—¿Eh?— rayos, es demasiado perceptivo —¡No! ¿Cómo crees, mi amor?— ¿yo también seré su amor? —Fue que se me metió una cosita en el ojo.
—A ve’.
No me gusta mentirle.
—Mira— me acerco abriendo más los ojos, él me observa con atención —¿La ves?— Imri me mata cuando me lanza una de sus miradas.
—¡Fu!— sopla, como no sabe bien, lo único que hace es resonar los labios —Ya— me da dos palmaditas en la cabeza y luego procede a abrazar de nuevo a su papá —Papi, dame comida— solicita acurrucándose en su hombro.
—Ah, ¿el cachorro de papi tiene hambre? Y yo que pensé que no, le dije a Lúa que no querías nada de comer.
—¿Eh? ¿Cómo así?— ay, y la expresión tan tierna con la que lo pregunta —Yo-Yo no comido nada.
—¿En serio?
—Chí, dame comida. Yo quielo.
—¿Y cómo se dice?
—Poio.
—No, Ra. Por favor. Tienes que pedir «por favor».
—Po’ favo’, poio.
—¿Y eso?— noté algo inusual en el cabello de Ra, entre los mechones de su cabello negro, una hebra gris resaltaba entre ellos —¿Está echando canas?— un segundo, es cierto. Me acostumbré tanto a ver a Imri que omití el hecho de que no es tan normal que tuviera tantas hebras grises en su cabello negro —¿Ustedes no nacían con el pelo así?— menuda sorpresa.
—Mira nada más, también se te está descolorando el cabello— resalta con las cejas en alto —Bienvenido al club— sonríe pasándose la mano por la cabeza —Y no, yo no nací con el cabello así.
—¿En serio? ¿Y a qué se deberá el cambio de color prematuro?
—Larimar dice que puede ser algo genitico.
—Genético— corrijo. Mínimo, ella es científica, siempre con sus teorías. No olvido que la mujer fue la que comenzó la conjetura de que Ra comparó mi voz con la de su mamá —Y sí, evidentemente puede ser genético, pero eso no le quita lo extraño— le acaricio el pelo a mi bebé.