Capítulo 37: El cambio existente en mis acciones
No sé si sea la única que lo piense, pero cursar el año es como montarse en una montaña rusa: al principio inicia lento, dando la sensación de que podemos hacer todas las cosas del mundo, y ya luego va tomando impulso hasta que llegamos a la bajada y aquí nos encontramos, yendo increíblemente rápido hasta alcanzar la recta final.
¡Pasaron tres días en un parpadear de ojos!, ¿pero qué ha pasa'o?
Desde mi casa, me la pasé planeando la cena de Nochebuena junto con Marien. También, me dediqué a jugar con Ra y-y...
¡Más nada!
Imri está por ahí con su nueva obsesión, creo que va por la mitad del segundo libro de su novela.
Porque sí, eso es lo que es, ¿cómo que el alfa perdió la memoria y ya no recuerda a la prota?, creyendo que todavía está casado con la luna.
Lo que más me sorprende es lo mucho que le encanta ese drama, tanto que se ha dedicado a contarme hasta el más mínimo detalle de lo que pasa, hecho que admito amar.
Es que nada más hay que ver lo emocionado que se pone cuando me cuenta los giros de trama de esa historia toda sexosa. Me encanta esa libertad que tiene de hablarme de las cosas que le gustan con tanto entusiasmo. No puede ser más lindo.
No lo sabe, pero tengo en mente comprarle el primer libro una vez lo saquen en físico. Me metí a la página y la autora publicó que saldría el mes próximo.
Uys, ¡ya quiero ver su cara cuando se lo regale para San Valentín!
—Vaya, qué grande está el niño.
Helena y yo quedamos en reunirnos para hablar sobre lo que teníamos pendiente. Ella vino con Army, tenía un buen tiempo sin verlas a ambas.
Y es normal con lo botada que me tenía.
La recibí con Ra en brazos. Hoy es de esos días en los que el niño no se me despega de encima, él ha querido que lo cargue todo el día, y hasta ha jugado con sus carritos y peluche encima de mi espalda, esto cuando me acuesto.
¿Que qué pasaría si lo suelto? Mejor ni averiguarlo con lo lloroncito que es mi bebé, ya de todos modos me encanta tenerlo pegado.
Me siento como un lindo canguro. Ay, sí, con mi cría al hombro y todo.
—Sí, es normal que te sorprendas considerando el tiempo que tenías sin verlo— respondo sentándome en la silla, dejando a Ra en mi regazo.
Noté que el pequeño me abrazó más fuerte desde que la vio, escondiendo el rostro en mi pecho, temiendo de la mirada de Helena.
¿Será porque es humana o por lo que sucedió aquel día? No puede ser que se siga acordando de eso, ¿o sí?
«Lobo malo, ¿mami?».
No me gusta recordarlo.
—Ay, ni puedes disimular tu molestia— ella sentó a Army al lado suyo, la niña no es de hablar mucho —Estás tan refugiada en mostrarte enojada conmigo que ni siquiera saludaste a mi princesa.
Oh, cierto.
—Hola, Army. ¿Cómo estás?— le sonrío, pero ella ni me responde. Nada más se dedica a mirarme con esos ojos grandes que tiene, sin ninguna expresión en el rostro —Oye, como que la niña está más cerrada que antes— le digo a Helena.
—¿En serio?— le da vueltas a uno de los ricitos que sobresale del costado de su rostro —Pero si yo la veo igualita.
Mínimo lo antipático lo sacó del papá.
—Y bien, ¿no tienes algo que decirme?— mejor ir al grano —No sé, ¿darme explicaciones de tu mala actitud? Porque si ya no quieres que seamos amigas, merezco que me lo digas de frente.
Ya me preparé mentalmente para lo que tenga que decir. Era evidente, hace tiempo que no me visita, que no me habla si yo no le hablo, que nos cancela salidas y que ni siquiera nos cuenta nada de lo que hace.
Me duele, sí, pero me duele más sentirme en el limbo en nuestra relación.
—¿Qué?— parpadea varias veces —Oye— se pone de pie —¿Cómo así?
—¿No es obvio que ya no me quieres?
—¿Qué?— vuelve a preguntar —Lúa, no te ofendas, ¿pero qué son todas esas babosadas que estás diciendo?
O sea, se aleja de mí y ahora me llama babosa. No, pero qué bien.
—Me dueles, Helena— me acomodo a Ra, quien me está jalando la blusa —Amor, ¿qué pasa?— él vio a Helena cuando vino para su cumpleaños, no entiendo por qué ahora está actuando así.
Fei me había dicho que el pequeño sentía pavor hacia otros humanos, pero con mi papá no se ha mostrado así, ni mucho menos con Marien, quien lo abraza y mima bastante.
—Ih, ih— me continúa jalando.
—Tranquilo, mi amor— lo abrazo llenándolo de besos —Helena es mi amiga... Creo.
—¿Cómo qué crees?— se acerca, pero se detiene de inmediato.
Ra le comenzó a gruñir mostrando los colmillos. Él cambió el tono de sus ojos, agarrándome más fuerte de la blusa; no le quita el ojo de encima.
—¡Amor!— lo ubico frente a mí —Oye— insiste en verla por más que intente ser su centro de atención —Helena no es mala, tranquilo.
—Grrg— ¡No me hace caso!
No, esto no tiene nada que ver con lo que pasó ese día. Ra está actuando igualito a cuando esos lobos nos acosaron. Es posible que la considere una amenaza por no reconocerla tras mucho tiempo sin verla.
—Ay, Lúa. ¿Por qué tu hijo me trata así?
¿Mi hijo?
Helena acaba de aceptarlo como mío, ¡hasta que por fin toma mi maternidad en serio!
Porque estoy muy segura de que antes no lo hacía, conozco todos sus tipos de miradas.
—P-Pues...— no le quiero decir que Ra la mira como algo de lo que me debe proteger —¿Y por qué tu hija me trata así?
—¿Eh?— gira hacia donde Army —¿De qué hablas? Ella está como siempre.
Sí, y ese es el problema.
—¡Siempre me ignora y llora si me acerco!
Esa niñita me odia como si yo le hubiera recomendado a su mamá que la abortara. ¡Es más! Cuando Helena vino hacia mí diciéndome que estaba embarazada, lo primero que le dije fue «tranquila, todo estará bien», ¡diferente al «ay, mierda» que lanzó Pato!