Capítulo 47: Conquista un deseo (segunda parte)
La manada está llena de reglas, un pequeño descuido y te encuentras frente al alfa y a todos los lobos dando cuentas de lo que hiciste. Nosotros también hacemos juicio, y aunque nunca he presenciado un juicio humano, estoy casi seguro de que es distinto.
El alfa es la persona que guía a la manada, eso incluye mediar pleitos que van más allá y que podrían ocasionar problemas a la larga.
Tal y como dije antes, el alfa es estricto. Por esa razón, siempre he evitado involucrarme en problemas tan grandes que me hagan estar frente a él. La primera y última vez que me sometí a ser juzgado, fue cuando regresé después de haber abandonado mi hogar.
Recuerdo estar frente a él, buscando regresar a un lugar que dejé. Hasta me hicieron juicio por lo que le hice a Onil...
El castigo de todo eso, y solo porque mamá intercedió por mí, fue hacerle servicio a nuestro territorio día y noche por tres meses. Nada más tuve descanso a la hora de comer:
Quince minutos al día.
—Oye, ¿qué hiciste?— me pregunta la cabezona.
Están preparando todo para dar inicio al juicio, hasta trajeron al alfa de su reunión con el alfa Edry con tal de salir de esto lo más rápido posible. No he visto a Larimar desde que la alfa tomó su decisión, pero apuesto que ha de estar riéndose como desquiciada al conocer la notable ventaja que tiene sobre mí.
—No he hecho nada— respondo molesto.
Estamos sentados en una esquina, escuchando los murmullos de los demás lobos, preguntándose qué está pasando. Ahora mismo deben estar preparando al alfa para la ocasión.
Qué horror.
—¿Ah, sí? ¿Y si no has hecho nada, por qué la alfa convocó un juicio?
—Le quité el niño a Larimar, y ahora quieren llevar el caso ante el alfa— lanzo un suspiro —Por alguna razón, siento que mi propia madre está en contra de mi decisión.
—Sentí una tensión más grande de lo normal entre ustedes, pero no creí que se debiera a Ra.
—Entonces no conoces nuestra relación— echo otro suspiro —Siempre es por Ra.
—¿Y qué hay de Lúa? ¿Dónde está?— me imagino que con Rem —El que vayas a juicio por Ra es muy importante. ¿No tendría que estar aquí?
—No le he dicho nada— y con lo que está pasando, es un error. Se enterará tarde o temprano —Y ahora no puedo buscarla porque la alfa me ordenó que no me moviera de aquí.
—Entonces ella no está enterada de lo que ocurre— hace una mueca —Imri, las mujeres, sean humanas o lobas, somos bien sensibles con que nos oculten información. Además, ¿no se supone que ella considera al niño como suyo? Ump, no me quiero imaginar su reacción cuando sepa que pelearás con Larimar por la custodia del niño.
—¿Qué tan probable es que el alfa se ponga de su lado? Tomando en cuenta su imparcialidad.
—No lo sé, el alfa es impredecible.
—Ay, maldita sea— refunfuño —¡¿Por qué siempre tiene que haber un drama?!
—Hagamos algo, yo voy y busco a Lúa; le explicaré todo— se pone de pie —Y tú, no seas un cabezón y obedece lo que diga el alfa. Controla tu enojo si las cosas no salen como quieres; sea a tu favor o no.
—¿Que controle mi enojo?
—¿Quieres que hablemos de eso?— levanta la ceja.
—Ya no soy así— me quejo cruzado de brazos —¿Cuándo fue la última vez que me viste enojado? ¡Hace años!
Cuando eres de una determinada forma, lleva mucho tiempo para que tus seres queridos se adapten a tu cambio, hay veces en las que te siguen viendo igual por más que te esfuerces porque no sea así.
—No, la última vez no fue hace años, Imri— se despidió alborotándome el cabello.
¿Y eso?
¿A qué se refiere?
Después de un buen rato, el alfa llegó seguido de varios lobos y claro, de la alfa.
Él lleva unos pantalones blancos de tela y está desnudo de la cintura para arriba. En su brazo derecho tiene tres líneas rojas pintadas con tinta extraída de un árbol. Hay una línea gruesa en medio de dos delgadas.
En su cuello resalta un talismán; en la parte delantera tiene la silueta de un lobo grabado en el centro, mientras que en la trasera posee una luna menguante.
La parte superior de su rostro también está pintada con la tinta carmesí. De lado a lado, sus ojos están pintados dando una apariencia mucho más intimidante.
La suerte es que estarán cubiertos.
El alfa se sentó en el centro, mientras que Samuel colocó una pequeña cajita frente a él.
Larimar salió de donde sea que estaba metida y se sentó a un costado del alfa, a la vez que yo hice lo mismo. Ella se encuentra del lado derecho y yo del izquierdo. Es así mientras estamos siendo rodeados poco a poco por los integrantes de nuestra manada.
—¿La pasaste bien con el alfa Edry, amor?— le pregunta mamá abriendo la caja y sacando un pañuelo de ella.
—Incómodo. ¿Sabías que Rita había muerto?
—¿Rita?— parpadea varias veces —Pues sí, ¿cómo no? Recuerda que fuimos a su entierro y todo. Emre, ¿cómo pudiste olvidarlo?— paró mirándolo con las cejas en alto —¿Todo bien?
—Estar distraído los últimos meses— echa un suspiro —Por un momento se me pasó— sonrió indicándole que termine de colocarle el pañuelo en los ojos.
Rita era el nombre de la hermana del alfa Edry que murió hace un año producto a una enfermedad. Ellos nunca habían sido demasiado cercanos, pero su muerte resonó dentro del bosque.
Por esa razón, es extraño que al alfa se le haya «pasado» algo tan importante. No me quiero imaginar la cara del alfa Edry, obviamente la situación se puso incómoda.
¿Se podría decir que mi situación con Larimar lo salvó de lidiar con ello?
Contrario a lo que se puede pensar, los lobos somos precavidos. Nuestra naturaleza nos convierte en seres demasiados rigurosos, sospechosos de cualquier movimiento que nos pueda afectar de algún modo.
Gracias a eso, cada vez que hay un juicio, los alfas tienen como regla cubrirse los ojos para que no se vean influenciados por ningún gesto de las personas juzgadas; más si se trata de un hijo suyo. Los lobos consideramos que así como los ojos son la «ventana al exterior», también lo son al interior de nuestras almas.