[Capítulo 9]
{Leah}
No sabía cómo reaccionar después de lo que habíamos hecho, lo único que podía hacer era reír y sonreír al ver el cielo estrellado y por fin saber qué era eso de lo que mis amigas alardeaban y llamaban: hacer el amor. Pero no le hice justicia a Aiden con mi imaginación en ningún momento, él superó mis expectativas con creces y me hizo sentir como la protagonista de uno de sus libros, esos en donde el chico adoraba a la chica como si fuese el mayor de los tesoros.
— Creo que deberíamos irnos ya, antes de que todos se pregunten dónde estás y si yo te acompaño — habló después de un rato.
Me recosté de lado y lo miré, su piel estaba chinita por lo fresco de la noche, yo me había envuelto con parte de la manta minutos antes; miraba al cielo muy pensativo y por un instante me asusté de que estuviese arrepentido de lo que hicimos mientras que yo me sentía la mujer más feliz del mundo.
— Gracias por todo lo que me has hecho sentir — susurré y me atreví a acariciar su rostro. Me miró en ese momento con una intensidad que me estremeció.
— Tú no debes dar las gracias por esas cosas Leah, es nuestro deber de hombre hacer sentir todas esas cosas a una chica y no porque esperamos un agradecimiento de su parte sino porque el placer de ellas es el nuestro — su voz se elevó un poco y deduje que lo que llegó a su cabeza no era bueno —. Vámonos ya, princesa. Es muy tarde — pidió poniéndose de pie y comenzó a vestirse.
Estaba más callado que de costumbre, me trataba lindo, sin embargo… no era el Aiden al que estaba acostumbrada y me dio tristeza pensar en que ya se estaba arrepintiendo de lo que hicimos cuando yo solo pensaba en repetirlo.
Me entregó el vestido cuando me puse de pie y me sorprendí al verlo ponerse en cuclillas frente a mí, abrió las bragas para que introdujera mis piernas en ellas y al hacerlo las subió y acomodó en mi caderas, siguió con el sostén y me miró a los ojos mientras lo abrochaba por la espalda con una destreza que ni yo tenía, ya que siempre debía girar los broches a mi pecho para dejarlo bien y después lo ponía como era correcto.
Omití pensar cómo obtuvo esa agilidad y me concentré en que me estaba vistiendo después de desvestirme.
— Me ofendería pensar que solo creías que iba a desvestirte — me regaló una sonrisa ladina y sentí que me derretí.
— Solo creo que deberíamos repetir lo acabamos de hacer — solté y no, ya no eran los efectos del alcohol. Esos quedaron en el olvido desde que lo sacó de mi sistema a punta de orgasmos.
Rio divertido y negó.
— En casa nos esperan, Leah. No seas golosa — mordí mi labio para no reír y terminé de vestirme cuando él colocó su camisa y me privó de seguir viendo su hermoso cuerpo.
Le ayudé a acomodar todo en la camioneta, entre nosotros se instaló un silencio poco cómodo y cuando estuvimos listos nos dispusimos a marcharnos; antes de iniciar el camino Aiden puso música un tanto fuerte y tragué con dificultad al intuir que no deseaba hablar conmigo en ese momento.
— Eres muy obvio al subir el volumen — dije con voz alta.
— Hablaremos, Leah. Te lo aseguro, pero no hoy; la pasé muy bien contigo y no quiero que nada lo joda — me miró unos segundos y sonrió para calmarme, mas no lo lograría porque sus palabras fueron como un mal augurio para mí.
«Natural» de Imagine Dragons comenzó a sonar y subió más el volumen, sabía que él y los chicos amaban esa canción, era como un himno para ellos y cada vez que la escuchaban era por todo lo alto. Al parecer sus gustos jugaban a su favor en ese momento y el sonido que inundó el coche no me dejó decir nada, aunque sí me dejó pensar y me estremecí al recordar cada toque de aquel chico, cada beso, caricia y la forma en la que me hizo el amor.
Aiden era único, me hizo sentir como tanto deseaba solo con su mirada y me elevó a los más alto con sus palabras; me deshizo con su experiencia y me hizo de nuevo con la misma. Y por más que lo llegase a necesitar, ese sí sería un secreto solo entre nosotros y no volvería a cometer el error de confesárselo a alguien más.
— Ya, Leah… no hagas eso porque me desconcentras — lo miré un tanto asustada cuando puso su mano en mi pierna y dijo tal cosa.
— ¿Qué hago? — cuestioné con intriga. Me miró dándome a entender que no creía lo que le estaba diciendo o mi reacción inocente — En serio, no sé de que hablas.
— Cierras tus ojos, muerdes tu labio y aprietas las piernas… ¡Joder! Solo te falta gemir para confirmarme de una vez que vas pensando en lo que hicimos — sentí que mis mejillas se volvieron rojas y calientes, me quedé sin habla y muy avergonzada de ser tan obvia.
No dije nada y regresé mi mirada al camino ya que no soporté el bochorno, deseaba salir de esa camioneta y estar sola, puesto que el sexo con él había sido maravilloso, mas no lo que estaba sucediendo después de eso.
— ¡Mierda! — se quejó y se detuvo a la orilla de la carretera, estábamos cerca de nuestras casas y los alrededores de ellas eran solitarios y boscosos.
Salió de su lado y lo vi rodear el frente de nuestro automotor hasta que llegó a mi lado y abrió la puerta, creí que iba a sacarme, pero solo me cogió de la cintura y me hizo quedar de frente a él.
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Editado: 30.06.2020