Era una tarde de otoño, sábado para especificar, aún se podía sentir el canto de algunos pájaros que pasaban y la brisa fría pero el sol lograba dar calidez a su piel. Sus piernas estaban entumecidas por estar sentada encima pero eso no le impedía seguir tanteando el césped del jardín trasero, quería asegurarse que estuviera en buen estado con el simple tanto y logro encontrar una que otra minúscula florecilla creciendo.
Sonrió bobamente mientras sus recuerdos reproducían el recuerdo de aquél lugar en su mente, era verdoso y colorido gracias a las flores que sus padres habían colocado; amaba pasar tiempo observándolo sin ninguna razón, solo admirando su belleza y le llenaba el pecho de una agradable sensación. Pero no eran más que recuerdos, supuso que cosas habían cambiado e incluso sabía que habían agregado nuevas plantas en los costados del patio, aquello provocó que su sonrisa se volviera triste y melancólica.
Ailyn realmente quería apreciar todo lo que haya cambiado, deseaba poder tomarle fotografías para colgarlas en su habitación o ver el azulado cielo combinado a la perfección, hasta deseaba que los rayos del sol la cegaran pero eso no sucedía. Y probablemente jamás volvería a pasar.
— Ailyn .. — la voz de Jiwoo la trajo de vuelta, limpió sus mejillas bruscamente tratando de borrar las lagrimas pero no podía. — No llores, por favor …
— Realmente quiero volver a ver … — murmuró cubriendo su rostro con las manos, las cuales ensuciaron su piel con barro pero poco le importo. Su dulce aroma se había vuelto agrio y triste lo que llamó la atención de los adultos en la casa. — Esta oscuridad me esta comiendo por dentro y tengo tanto miedo … Yo no quería esto.
Eso fue suficiente para que la pelirroja la estrujara entre sus brazos mientras sollozaba bajo, pues era consciente junto a los otros dos adolescentes de la tortura realidad que Ailyn guardaba detrás de una sonrisa. Los padres de Ailyn se acercaron preocupados a la escena pero Minhyuk les dijo que no lo hicieran, básicamente les imploró que los dejarán solos a los cuatro cosa que hicieron entre el dolor y culpa.
El dulce aroma a rosas y cerezas estaba siendo apagado por uno agrio y dolorido provocando que todos los presentes en el hogar tuvieran un nudo en el estómago, era tan doloroso que ni siquiera la joven omega portadora del aroma pudiera calmarlo.
Y eso era así porque se estaban cumpliendo tres años del fatídico accidente que le arrebató la vista.
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Ailyn observaba sus muñecas vendadas recordando que mejor hubiera muerto en la madrugada de la semana anterior a estar escuchando lo que la mujer de cabellos oscuros le confesaba. Logró pararse entre temblores y salir del lugar sin detenerse por los llamados de sus amigos, nada tenía voz más que su mente.
¿Cómo pidieron jugar tanto tiempo con su identidad? ¿Cómo podían ser tan hipócritas para fingir tanto? ¿Por qué seguían ahí? Simplemente debieron entregarla como la molesta carga y desaparecer. Pero no era así, buscaron arruinar su vida quince años después.
Y eran ellos.
Su pasos aceleraron cuando no logró contener las lagrimas, por dentro estaba destrozada por lo que se enteró y como habían mentido en su cara todas las personas en quienes más confiaba. Su pecho dolía por los fuertes golpes que su corazón daba e incluso el aire en sus pulmones parecían insuficientes, solo quería desaparecer. Dejar de existir porque en ese momento su vida le daba mucho más asco.
Un revolcón de ebrios calenturientos. Eso era lo único que significaba su vida. Así existió, de esa forma. Sin amor, sin ni siquiera un mínimo de cariño, existió por un par de copas.
Su existencia era asquerosa. Su concepción era asquerosa.
En el momento que sus piernas flaquearon se detuvo lanzo la mirada al cielo mientras sentía el corazón destrozado, sin un mínimo de razón. Y ni siquiera se movió cuando escuchó el grito de sus amigos o el ruido de las ruedas del auto queriendo frenar.
Ella no quería estar ahí.
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Pero ahí estaba, sin vista, con el corazón partido y sin recordar la maldita charla con aquella mujer, no fuera tampoco como si quisiera saberlo porque suficiente era haber despertado en una oscuridad sin fin.
— Preferiría estar muerta antes que esto..
— Ailyn , no-
— Yo quería estar muerta, no esto. — sentenció cortando a Yerim. Las lagrimas no dejaban de caer en sus mejillas pero tenía su entrecejo fruncido. — No quería despertarme con la desesperación de ver, quería morir. Y ahora ni siquiera puedo internarlo ..
— Basta, Ai. — pidió Minhyuk en un regaño suave, sus ojos estaba cristalizados pero no quería que su voz se quebrara. — Eso no iba arreglar nada, lo sabes. Solo hubieras traído tristeza a los corazones de las personas que realmente te amamos, tienes que olvidarlo
— ¿Cómo puedo hacerlo cuando al solo abrir mis ojos veo esta oscuridad que recuerda todo? Explícame como hacerlo, Min y juro que lo intentaré.. — su voz volvió a quebrarse aferrándose al suéter de su amigo pero de nada sirvió, siguió llorando como un bebé. — Ya no quiero estar en esta oscuridad.
Porque la agobiaba y ni siquiera el canto de los pájaros logro calmarla, tampoco el sol quemando su piel. Solo calló cuando Yerim habló;
— Kuro jamás hubiera querido que estuvieras así. — le recordó nombrando al joven con nostalgia.
— Kuro ni siquiera supo lo que descubrí, al igual que yo ahora.
— Pero siempre estuvo atento a lo que deseabas descubrir, no seas idiota. Él te pidió resistir ante todo y tú juraste hacerlo, lo hiciste en su cara. — la voz de la castaña salía con furia, necesitaba hacerla recapacitar. — Pero igual seguiste lastimándote, y nada de eso era tu culpa Ailyn. No es tu culpa quienes fueran tus progenitores, no es tu culpa existir y desear nunca conoceros, no es tu culpa.