Tobías
—Hey, ¿qué hay? —Cervantes chocó su puño conmigo antes de quitarse la toalla de sus caderas.
Hacía pocos minutos que se habían acabado los entrenamientos.
—Que bien que hoy sí apareciste en la cancha —comenté mientras me colocaba desodorante en aerosol—. Ayer el entrenador estaba furioso porque no llegaste a las prácticas.
—Hubo un inconveniente en casa y tuve que irme antes de que iniciaran las clases.
—¿Todo bien?
—Más o menos —se abrochó los pantalones y se acercó a mí—. Ayer, antes de que me fuera, tu novia y yo nos besamos en el cuarto del conserje.
—¿Y? —fruncí ligeramente el ceño.
—Pues, Aitana nos pilló.
«Mierda»
¿Qué si era extraño tener una conversación como esta con un amigo? Tal vez un poco, pero tenía mis motivos.
Resulta que cuando le comenté a Brittany que me iría a vivir a Seattle y que nosotros debíamos terminar la relación, me sorprendió diciéndome que se iría conmigo, que no le importaba un carajo todo lo demás con tal de seguirme a donde yo quisiera. El único problema era que ella no entraba en mis planes, a la única que llevaría conmigo era a Aitana, o al menos lo intentaría.
Pude haber sido franco y decirle que "al demonio", que nuestra relación tendría un fin asegurado, pero como él buen cobarde que era, no quise lidiar con sus tontos berrinches de niña en su momento, así que, tuve una mejor idea, donde Cervantes —mi amigo—, se veía involucrado.
Pensé que tal vez sí él la conquistaba, ella se olvidaría de mí y con suerte podría darle solución a ese problema, sólo que ya habían pasado semanas y lo único que Cervantes había conseguido de ella, era un beso, que para colmo, Aitana había descubierto.
—¿Qué fue lo que dijo Aitana? —pregunté.
—Se comportó como buena amiga y le dijo que te diría todo ...
No esperaba menos de ella.
—, pero ya conoces a tu novia —continuó—, la amenazó como sólo ella sabe.
—Carajo —expresé.
—Ya sabes lo que tienes que hacer, hermano -—palmeó mi espalda antes de continuar vistiéndose—. Sé sincero con Brittany y evita los problemas.
Era evidente que Cervantes tenía razón, debía terminar de una vez por todas con ella, y la única razón por la que no lo había hecho, era porque nuestros padres se llevaban bastante bien, aunque claro, eso no era motivo suficiente.
—Te veo mañana —Cervantes se despidió.
—De acuerdo.
Tomé un largo suspiro antes de colocarme mis bóxers, debía darme prisa, ya que esa tarde sería la feria de ingeniería y arquitectura.
—Hola preciosa.
—Bienvenida seas a esta tu humilde morada.
—Qué curvas.
—¿Quieres echarnos una mano con el jabón?
Giré mi cabeza para ver quien era la chica que había llamado la atención de mis compañeros, quienes no paraban de silbar y lanzar piropos al aire.
Brittany, por supuesto. Caminaba como si los vestidores fueran una maldita pasarela.
—Chicos —les sonrió de manera coqueta antes de acercarse a mí.
Sus tetas casi se salían de aquella prenda diminuta que llevaba por blusa.
—Hola mi amor —besó mi mejilla.
—Hola —le respondí sin ánimos.
—Mi última clase ha terminado, ¿me llevas a comer?
—Hoy es la feria de ingeniería y arquitectura, ¿ya se te olvidó? —giró los ojos al suspirar—. ¿Vendrás conmigo?
—¿Y qué se supone que haré ahí? —expresó con repugnancia.
—¿Acompañarme? —fruncí el ceño, mirándola con obviedad.
—Bebé, sabes que te apoyo, pero no me obligues a ir a tan aburrido lugar.
«Tenía que ser»
—Descuida, no lo haré.
—Sabía que lo comprenderías —me besó rápidamente los labios—. Te llamo más tarde —se giró para marcharse—. Te amo —añadió sin volverse.
Continué arropando mi cuerpo, pero de nuevo los comentarios morbosos de los pocos compañeros que quedaban en los vestidores, llamaron mi atención.
—¿Quisieran callarse? —les pedí con precisión en mi voz.
Esa vez, era a Donna a quien le silbaban.
—¿Qué rayos haces aquí? —pregunté al colocarme mi calzado.
—He venido por tu tarjeta de crédito —resoplé divertido.
—Sí claro, ¿también quieres que cargue por ti las bolsas de compras?
—Compraré lencería sexy para Aitana.
—¿Qué? —me detuve antes de ponerme la camiseta y le di mi completa atención.
—Justo por esa cara de idiota que tienes ahorita, sé que me la darás —sonrió.
«Ay, rayos»
—Quiero llevarla de compras, pero como ya excedí el límite en mi tarjeta, necesito la tuya.
—¿Ella está de acuerdo?
—Es Aitana, claro que no. Ni siquiera lo sabe.
—De acuerdo —saqué la tarjeta de mi billetera—. Sólo gastos para ella, ¿me oyes? —le advertí antes de entregársela.
—¿No me merezco siquiera un par de zapatillas? —giré los ojos.
—Bien, pero nada más.
—Genial —me arrebató la tarjeta—. También le compraré un vestido para el evento, así que por favor, no te quejes después por todo lo que gaste —giró sobre su talón.
—Oye —mi voz la detuvo—. Que sea dorado.
El dorado siempre iba acorde con la piel de Aitana.
—¿Alguna otra cosa? —me miró divertida—. ¿Una tanga, tal vez?
«Sí, por favor»
—Ya lárgate —sonrió y se fue.
En poco tiempo, los vestidores se quedaron vacíos, antes de que yo también saliera de ellos, le eché un rápido vistazo a mi móvil con la esperanza de que Aitana me hubiese enviado siquiera un texto para saber cómo estaba, pero no había ni señal de ella.
No habíamos hablado desde la mañana anterior, desde que decidió encerrarse en el baño en lugar de dar la cara. No tenía ni idea de que era lo que pensaba respecto a ... nuestro momento, para mí era bastante claro, por supuesto. «Demonios» Era más que claro, estaba ansioso por repetir la dosis, pero ¿y si ella ya no quería?
Hasta un ciego podía darse cuenta de que Aitana lo había disfrutado, pero conociéndola, existía la posibilidad de que se arrepintiera.
«Quiero aferrarme a que no»
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Editado: 03.02.2023