Aitana al acecho

Capítulo 15 'El vestido perfecto'


Tobías

—¿Qué demonios pasa contigo? —enfadada, Brittany se puso de pie, cubriendo su cuerpo desnudo con la sábana—. Has estado demasiado raro desde que volviste de Seattle y ahora ¿no se te pone dura para fornicar conmigo? Eso jamás pasa, al menos no conmigo. ¿Tienes idea de cuántos chicos quisieran estar en tu lugar?

Suspiré con pesadez al pasar las manos por mi rostro.

No tenía cabeza para nada que no fuera Aitana. Pensé que estábamos avanzando, pero al ver su rostro antes de que se marchara con mi hermana, supe que se estaba arrepintiendo de nuevo por lo que había pasado entre nosotros, cosa que empeoró cuando Brittany me besó justo donde ella lo había hecho anteriormente ...

Aquel delicado beso que había significado mucho para mí.

A todo eso le sumaba que el momento con Aitana en las duchas me había dejado en completa sequía como para tener sexo con Brittany. Todo estaba mal, empezando por mi noviazgo con ella.

—Habla conmigo, bebé —pidió con desesperación.
—Lo siento, Brittany, esto no está funcionando —me puse de pie y comencé a vestirme.
—¿A qué te refieres con que no está funcionando? —se acercó a mí—. Mírame y dime de qué rayos hablas —exigió.
—Terminamos —la miré directo a los ojos después de colocarme mis jeans.

Luego de mirarme con incredulidad, elevó la mano y me abofeteó con fuerza la mejilla izquierda.

«Mierda»

—¡Eres un imbécil! —me empujó del pecho—. ¡Eres un idiota si crees que podrás terminar con alguien como yo! —comenzó a golpearme.

Literal, había enloquecido.

—¡Yo termino contigo, ¿me oyes?! 
—¡Basta! —la detuve, pero continuó forcejeando—. ¡Ya basta, maldición! —la arrojé a la cama.

No quería hacerle daño, pero no se me ocurrió otra cosa para alejarla, aunque eso tampoco funcionó del todo, ya que, rápidamente se puso de pie para abalanzarse sobre mí y volver a golpearme.

—¡Eres un idiota! —me gritó—. ¡Quiero que te largues de mi casa ahora mismo y no vuelvas a buscarme nunca más!

No quise discutir más con ella, decidí ignorarla y apenas si tuve tiempo de tomar mi calzado antes de que me echara de su habitación. Salí de su casa con el torso desnudo, aunque para mi suerte, en mi auto llevaba un jersey, mismo que me coloqué antes de irme.

Solté un profundo suspiro mientras giraba el volante hacia la izquierda para internarme en la avenida. Mi mente se encontraba en una encrucijada, sabía que tenía que luchar por Aitana, y más en ese momento que la sentía tan cerca de mí, además, él haber terminado con Brittany, de alguna forma me había abierto un camino, tenía la completa libertad para hacer lo que quisiera sin sentir algún tipo de culpa.

«Ya era hora»

El sonido de mi móvil me distrajo de mis pensamientos, al mirar rápidamente la pantalla, el nombre de papá se mostró en ella. Me demoré unos cuantos segundos en tomar la llamada, puesto que tenía que colocarme el auricular, pero logré responder a tiempo.

—Hola, papá.
—¿Estás bien? —había un ligero tono de preocupación en su voz.
—Sí, claro, ¿qué sucede? —suspiró.
—Pues me preocupé porque creí que habías sido víctima de un asalto —fruncí el ceño.
—¿Qué te llevó a pensar eso?
—A mis estados de cuenta han llegado varios cargos de tu tarjeta de crédito con un total de tres mil ciento veinticuatro dólares.
—-¡¿Tres mil dólares?! —elevé la voz.

«Maldita Donna»

—Así es, ¿extraviaste la tarjeta?
—Casi —espeté con ironía—. Se la presté a Donna.
—Eso lo explica todo, ahora dime tú, ¿qué te llevó a cometer semejante barbaridad? Se supone que tú tienes una tarjeta con mucho más crédito que la de tu hermana porque eres el más responsable.
—Lo sé, papá. Voy a arreglarlo, lo prometo.
—Ah, pero claro que lo harás, ya que tendrás que pagar con tu propio dinero los intereses —volví a suspirar.

No me pesaba pagarlos si aquel dinero había sido gastado en Aitana, pero sí la loca de mi hermana se había atrevido a gastar tanto para ella misma, era un hecho que la iba a estrangular.

—Pues ya que —expresé sin un sólo ánimo.
—Procura tener más cuidado con esa pequeña piraña estafadora, ¿quieres? —se refirió a Donna y resoplé divertido.
—De acuerdo, hasta pronto —colgué.

Enseguida, llamé a la loca de mi hermana. No respondió a la primera, pero insistí hasta que lo hizo.

—¿Qué quieres, gordo?
—Deja de llamarme así y mejor dime por qué has gastado tanto dinero —le dije furioso.
—Te dije que no te quejaras.
—Más te vale que en verdad te lo hayas gastado en Aitana porque si no ...
—Debiste haberla visto probándose aquella lencería —me removí en mi asiento. Me hubiese encantado verla—. ¿Tienes idea de cuánto le ha crecido el trasero?

«Dios»

¿Por qué tenía que hacerme esas preguntas?

—Pero que te voy a decir a ti si lo sabes perfectamente, o ¿no, hermano? —preguntó divertida.
—¿A qué te refieres?
—Me ha dicho que entre ustedes hay algo —mordí mi labio ocultando una sonrisa.
—¿En verdad te lo ha dicho con esas palabras?
—Es Aitana, claro que no, tarado —resoplé con frustración al girar los ojos—. Yo lo descubrí y ahora acabas de confirmármelo.

«Mierda»

—Aunque si tu intención es hacerla tuya, no te des por vencido ¿quieres?
—¿Qué intentas decirme?
—Que me escuches porque no estás tan perdido —sonreí.
—Pero ¿por qué lo dices? ¿Ella te dijo algo?
—Mumm, no lo sé, vi un bolso Prada que me encantó, pero ya que no quieres que ...
—¡Maldición, cómpralo, pero dime lo que ella te dijo! —desesperé.
—No me grites, tonto.
—Donna, sólo dímelo.
—Bien, ella no me dijo nada, pero su reacción lo fue todo ...

Y ahí estaba, ilusionándome como un patético.

—Creo que comienza a sentir algo por ti y no es que quiera bajarte de esa nube, pero tengo que aclararte que aunque esté sintiendo algo por ti, ese guapo y sexy vecino que tiene, la trae de un ala, así que ...
—Cállate, no lo arruines, ¿quieres? Sé que no la tengo fácil, pero también sé que lo puedo lograr.




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