Aitana al acecho

Capítulo 19 'Armando un corazón y destrozado otro'


Aitana

—Hey, mírame —Tucker me abrazó antes de entrar a la cabaña—. Sé que fui un imbécil al haberme comportado así, pero no quiero que esta noche se arruine por completo —besó mis labios.
—No quiero que esto sea así, Tucker. Tobías es parte de mi vida y si le haces daño, también me lo haces a mí.
—Él inició la pelea —expresó con cierta molestia.
—Porque tú lo orillaste a hacerlo —suspiró al unir su frente a la mía.
—Lo sé, lo sé. En verdad lamento haberte tratado así, pero ya te he dicho que a veces suelo perder el control, y también sé que eso no justifica nada, pero te prometo que no volverá a suceder, ¿puedes creerme?

Desde que salimos del evento, no había dejado de disculparse, y aunque ya lo había perdonado, él seguía insistiendo. Podía verlo en sus ojos, en verdad estaba arrepentido.

—Por supuesto que te creo —lo abracé—. Yo creo en ti, Tucker.
—Eres demasiado buena para estar conmigo —besó mi cuello—, aún así, gracias por todo —sonreí.

Nos quedamos un momento ahí, disfrutando de nuestro abrazo hasta que decidimos entrar a la cabaña, la cual, era pequeña, linda y acogedora.

En cuanto mi vista se posó en la cama, nuevamente, me puse de los nervios. No sabía hasta dónde llegaríamos Tucker y yo, pero esperaba que no perdiera mi virginidad y no era porque no quería hacerlo con él, sino porque me avergonzaba decirle que hasta la fecha, no había estado con ningún chico aún.

—¿Todo va bien? —me abrazó por detrás.
—Eso creo.
—¿Eso crees? —volvió a besar mi cuello, pero en esa ocasión la sensación fue diferente.

Aquel beso lo sentí en cada parte de mi cuerpo.

—Yo ...
—Tú ... —susurró antes de lamer mi cuello.

Literal, se sintió increíble.

—No tienes idea de cuánto te deseo —sus manos subieron a mis pechos y yo gemí ante su sutileza al presionarlos—. Cada que mis dedos rozan tu piel, quiero volverme loco —añadió muy, pero muy seductor.

Rápidamente, comencé a sentir su dureza rozar mi trasero y como era de esperarse, me aterré.

—Tucker, espera —tomé distancia.
—¿Qué pasa?
—Bueno, yo ... yo ...

«Que bruta, piensa Aitana»

—Yo ... estoy nerviosa —sonrió.
—Eso ya lo sé —de nuevo se acercó a mí—, pero permíteme ser yo quien te quite ese nerviosismo —besó mi hombro.
—Es que no lo entiendes.
—¿Qué? ¿Qué sigues siendo virgen?

El calor subió por mis mejillas.

—Cómo ... ¿Cómo lo-supiste? —trastabillé.
—Aitana, tú no eres como las demás chicas, te sonrojas por cualquier motivo al estar conmigo y eso es lo que más me gusta de ti.
—Entonces, ¿no te importa que no haya estado con ningún otro chico?
—Todo lo contrario —se acercó para besarme—. En este momento me siento el hombre más dichoso de esta tierra, ¿quieres saber por qué? —asentí con la cabeza. 
—Porque no hay nada mejor en esta vida que saber que la chica que te trae loco, será completamente tuya.

No sabía qué rayos estaba haciendo conmigo, pero ya me tenía excitada, además de exasperada.

—Seré el único quien tocará tu cuerpo —sus dedos pellizcaron mi pezón por encima de la delgada tela y yo solté otro gemido—. El único que verá tu piel desnuda —añadió.

En un abrir y cerrar de ojos, Tucker me había quitado el vestido. Me sorprendí ante su destreza, yo, posiblemente, me hubiese freído el cerebro para adivinar cómo quitarlo.

Con vergüenza, cubrí mis pechos, ya que había quedado expuesta ante él, para ese momento, mi cuerpo sólo vestía con una diminuta tanga —insistencia de la desquiciada de Donna—, además de continuar con las zapatillas puestas. En mi piel no había ni el más mínimo bello y eso también me hacía sentir insegura porque literalmente, mi zona íntima se parecía a la de una niña, y no quería verme como una mocosa frente a Tucker, quería que él observara a una verdadera mujer.

—¿Confías en mí? —preguntó y yo asentí con la cabeza—. Dilo —su voz fue autoritaria.
—Confio en ti —susurré.
—Retira tus manos.

«Demonios»

Con valor, me atreví a hacerlo.

Los ojos de Tucker ardían en lujuria mientras observaba con detenimiento mi cuerpo y a mí me encantó sentir su mirada.

Sin decir nada, me tomó de los glúteos y comenzó a besar mi cuello, para después, ir bajando por el centro de mis pechos. En breve, se apoyó en sus rodillas y enroscó sus dedos en la pequeña prenda para quitarla.

Por reflejo, lo detuve

—Aitana —advirtió.

Tomé un ligero suspiro y tragué pesadamente antes de dejarlo continuar.

Retiró la tanga con dedicación, deslizando las yemas de sus dedos por mi piel, cómo si estuviera memorizando cada detalle del momento. Una vez que me tuvo por completo desnuda, comenzó a pasar su lengua por mis muslos internos, algo que me hizo sentir muy asustada, ya que mi sexo desnudo, prácticamente estaba en su cara.

«Tú puedes, tú puedes. No seas una cobarde»

—Sostente del mueble —me pidió.

No sabía para qué demonios ...

—Tucker —murmuré su nombre cuando elevó mi pierna izquierda y la colocó en su hombro—. ¡Tucker!

Mi voz subió de tono al sentir su lengua deslizarse en mi sexo.

«¡Por todos los santos!»

Nunca antes había sentido una sensación tan placentera cómo la de ese momento, no tenía ni la más mínima idea de que el sexo oral se sintiera así, delicado y rico a la vez, pensaba que era un tanto asqueroso, pero ¡demonios!

Sin importarme verme como una descarada, tomé el cabello a Tocker y me restregué en él, sintiendo una profunda necesidad de sentir aún más la calidez de su lengua. Él, al notar que me agradaba lo que hacía, aceleró sus movimientos, trazando un vaivén, mientras tanto, sujetaba mis glúteos con sutileza, claramente, se podía ver cómo disfrutaba de lo que me hacía.

Mi placer le daba placer.

Al pasar unos minutos, sentí que comenzaba a llegar a mi orgasmo, pero entonces, Tucker se detuvo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.