Aitana
—¡Tobías, ya detente! —reí con diversión al intentar huir de él.
El tarado quería seguir teniendo sexo y ya estaba cayendo la noche, debía irme, aunque claro, no era que me estuviera quejando, pero simplemente, había un chico que me esperaba.
Sería duro terminar con Tocker, después de todo, él había sido mi primer novio, pero ¿a quién quería engañar? Era a Tobías a quien quería elegir. Su propuesta de vivir con él en Seattle me había emocionado muchísimo.
No sabía si estaba cometiendo un error, pero necesitaba averiguarlo.
—Oh, vamos —insistió al sujetarme con fuerza, posando su cuerpo encima del mío—. Quédate esta noche —besó mi cuello.
—No puedo —borré un poco mi sonrisa—. Tienes un viaje que tomar con tu padre y yo tengo que hablar con Tocker.
—Eso puede esperar, además, no quiero que te quedes a solas con él.
—¿Y eso es porque te preocupas por mí o porque temes que me convenza estar con él? —suspiró.
Bajó de mi cuerpo y sin soltar mi cintura, se acostó a mi lado en el sofá.
—Por ambos —su rostro se tornó con seriedad—. Sé que hará lo posible porque te quedes a su lado.
—¿Cómo puedes saber eso?
—Porque yo haría lo mismo … Haría hasta lo imposible para que te quedaras conmigo. Además, tú lo quieres y …
—No lo digas como si yo fuera la única con algún inconveniente —lo interrumpí.
—¿De qué hablas?
—De tu nueva novia, ¿de quién más?
—Eso no cuenta, sólo estaba pasando el rato con ella —giré los ojos.
No pude evitar enfadarme, era claro que no era de mi agrado lo promiscuo que era Tobías.
—Pues no lo parecía.
—¿Ah, no? —sonrió divertido.
—¡No! Te preocupabas demasiado por ella.
—Quisiste matarla, simplemente, no quería tener un cargo de conciencia.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que esa jamás fue mi intención?
—No sabía que fueras tan celosa.
—Ahs —me puse de pie, pero él me atrapó rápidamente, colocándome a horcajadas sobre su cuerpo—. Tal vez no lo sería si no fueras tan promiscuo.
—¿Qué quieres? Las chicas son mi debilidad.
—Eres un idiota —extendió su sonrisa antes de volver a besarme.
«Santo cielo. Tobías besa delicioso»
—Me gusta que me celes —confesó al morder ligeramente mi labio inferior.
—No son celos —mentí y resopló divertido.
—¿Ah, no?
Su tono excitante comenzó a inquietarme, y más aún cuando sus manos comenzaron a acariciar mis muslos.
—No —respondí cayendo en su juego—. Soy tu mejor amiga y siempre me ha preocupado tu elección en las chicas —lo molesté.
—Mi gusto siempre fuiste tú —presionó con firmeza mis glúteos y yo negué un gemido—, y por si no te has dado cuenta, desde hace tiempo nosotros ya somos algo más que mejores amigos, ¿no lo crees?
Sus suaves manos se internaron en la camiseta y fue el turno de mis pechos sentir sus caricias. Esta vez sí gemí, restregando mi sexo en el suyo.
—Tal vez —susurré dejándome llevar en sus encantos.
—¿Tal vez qué? —arrastró su lengua en mis labios y yo ya estaba delirando—. ¿Tal vez … ya somos novios? —me besó.
Literalmente, podía sentir su lujuria en aquel desenfrenado beso… «espera,» ¿dijo novios? No podíamos ser novios, no mientras yo siguiera en una relación con… «ay rayos, Tucker»
—Tobías, espera —me alejé lo más que pude de él y me puse de pie.
—Oh, vamos —también se puso de pie y se acercó a mí—. No tenemos por qué detenernos —me tomó de la cintura e intentó volver a besarme.
Sentía con claridad su fuerte erección en mi bajo vientre.
—Por supuesto que debemos detenernos —evadí sus besos—. No podemos seguir haciendo esto mientras yo sigo en…
—Hemos estado teniendo sexo desde que llegaste —me interrumpió—. Una vez más, no le hará daño a nadie.
Sin dejarme responder, comenzó a besarme enloquecidamente. Quería seguir negándose, pero sus mágicas manos y todo él me provocaban sensaciones maravillas y nadie cuerdo en esta vida podía quejarse de eso, después de todo, somos seres humanos y nuestro pecado más grande y común siempre sería la lujuria.
Sintiendo mi cuerpo en llamas, volví a entregarme a Tobías con placer. Dejé que de nuevo desnudara mi cuerpo para tomar todo de mí. Antes de llevar mi sensación al éxtasis con tan sólo besos y caricias, sus fuertes manos apoyaron mi rostro y pechos sobre la mesa para lograr penetrar mi intimidad por detrás. Mi vergüenza quiso hacerse presente, pero una vez que sucumbí a los encantos de tan magnífica posición, el pudor murió en ese momento y comencé a disfrutar.
—Demonios Aitana —murmuró aferrándose a mis caderas como si no hubiera un mañana.
De mi boca escapaban incesantes jadeos mientras mis manos intentaban sujetar con fuerza los costados de la mesa, y es que si no lo hacía, el estado de frenesí en el que estaba Tobías, seguramente me hubiese lanzado al otro lado de la habitación. Sus movimientos eran rápidos, fuertes y precisos, la penetración era completamente profunda y exquisita, así que por nada del mundo le pediría que ralentizara … haría todo lo contrario.
—Tobías —apenas si pude pronunciar su nombre—. Más … más …
Iba añadir un "por favor", pero «rayos» mi garganta estaba seca.
Tobías acató a la perfección mi petición, dejó una mano en mis caderas y con la otra sujetó mi cabello, cómo si de una liana se tratara. Ambos comenzamos a gemir con fuerza, creía que escucharnos intensificaba nuestro placer, así que eso era más que una simple motivación. En breve, sus dedos viajaron hacia mi punto más sensible y a pesar de que egoístamente no quería que el momento terminara, me encantó sentir aquellos movimientos en círculos, así como también, me encantó sentir como se iban creando mis contracciones espasmódicas en toda la pelvis.
Fue increíblemente fantástico llegar a mi orgasmo, pero para mi dicha, Tobías aún no había terminado. En cuanto mis espasmos cesaron, Tobías salió de mi interior para alejarme de la mesa y tomarme en brazos. Con delicadeza, me recostó en el suelo de madera, posando su cuerpo encima del mío. Nuevamente, entró en mí.
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Editado: 03.02.2023