Tobías
—¡Maldición, ya se los dije! —grité con desesperación—. ¡Yo jamás le haría daño a Aitana! ¡Demonios! —pasé las manos por mi cabeza—. Ella es … Ha sido mi mejor amiga desde la infancia —minimicé la voz—. Aitana sería la última persona en el planeta a la que le haría daño —añadí mirando con sinceridad al oficial que me interrogaba.
Era una locura, todo era una jodida locura. Me había convertido en el principal sospechoso sin saber ni un carajo de la desaparición de Aitana.
—Tobías —el oficial suspiró—. Todas las pruebas apuntan en tu contra.
—¡Son falsas!
—Entonces explícame cómo es que el auto de tu hermana, el mismo que Aitana conducía el día que desapareció, se haya encontrado en el lago Champlain.
—Yo no lo sé.
—Hemos revisado con detalle las cámaras de vigilancia de la casa donde estuviste con ella. ¿Por qué discutían, Tobías?
—Por estupideces. No creo que eso sea relevante. Si en verdad ya vieron los vídeos, deben saber que después de eso ya no volvimos a pelear …, sólo nos amamos hasta que ella se fue.
—Tobías, trato de entenderte, pero me lo pones muy complicado.
—Se complican porque quieren, yo les estoy diciendo la verdad.
—La sangre en las pruebas que encontramos en tu habitación, coinciden con el ADN de Aitana, además, encontramos otros fluidos que coinciden con tu…
—Por supuesto que conmigo —lo interrumpí—. Recuerdo perfectamente que Aitana usaba esa ropa interior cuando desapareció y si mi ADN también está ahí, es porque tuvimos intimidad. ¿Es que no es obvio?
—Fuentes, déjanos a solas un momento —el alguacil Morgan le pidió al oficial y este salió.
A continuación, el alguacil tomó asiento frente a mí y me miró como si tratara de entenderme, pero yo sabía que estaba fingiendo, él me creía culpable.
—Tobías, si cooperas con nosotros, contará mucho en tu juicio. Piensa en tus padres, en tu hermana, lo que deben estar sufriendo en este momento.
—No me intente persuadir, mencionando a mi familia.
—Yo sólo quiero que comprendas que esto no es un juego, Tobías. El caso en el que estás involucrado es muy grave, así que déjame volver a preguntar, ¿dónde está Aitana?
—¡Que no lo sé! —volví a gritar—. ¿Cree que si lo supiera no la habría rescatado ya? ¿Cree que no hubiera hecho ya su maldito trabajo?
—Nosotros estamos haciendo nuestro trabajo, Tobías. Por algo estás aquí, arrestado.
—Pues lo están haciendo mal. Sólo están perdiendo su tiempo conmigo cuando el verdadero culpable está allá afuera.
—Y según tú, ¿quién es el verdadero culpable? ¿Tucker? —elevó las cejas con incredulidad.
—Eso es justamente lo que está haciendo mal, el no creerme que Tucker es culpable. Aitana y yo éramos los únicos que sabíamos de esa caja que encontraron en mi habitación y eso sólo me comprueba que fue Tucker quien implantó las pruebas en mi contra. Él debió obligarla para darle información personal sobre mí y así poder culparme.
—Tobías, aunque quiera, no puedo creerte —resoplé con frustración al apoyarme en el respaldo de la silla—. No sólo hay pruebas contundentes en tu contra, sino que también te tengo en un vídeo de mi oficina, husmeando en archivos confidenciales.
«Mierda»
—Yo sólo estaba buscando algo que pudiera ayudarme con la investigación.
—Y dime, ¿te sirvió de algo cometer ese delito?
—Sí —respondí con rapidez—. A su investigación que hicieron sobre Tucker, les faltó Marlie Foster. Deberían buscarla para que ella misma les diga todo lo que me dijo a mí y a ver si de una vez por todas, abren los ojos y se dan cuenta de que están cometiendo un error.
—¿Quién es Marlie Foster?
—Es suficiente —nuestro abogado familiar entró a la sala de interrogación—. No puede interrogar a mi cliente sin su abogado presente.
El alguacil suspiró al ponerse de pie.
—Continuaremos después, Tobías —se fue.
—Licenciado Beckmann —saludé con pocos ánimos.
—Hola, Tobías —tomó asiento frente a mí—. Antes de pasar a lo siguiente, necesito que seas sincero conmigo y me digas si…
—Por supuesto que no —lo interrumpí—. Yo la amo —me encogí de hombros, mostrando una sonrisa tímida—. Sería incapaz de hacerle daño.
—De acuerdo. He estado revisando tu caso y creo que podré conseguir tu libertad bajo fianza.
Cerré los ojos y suspiré con alivio ante sus palabras. De nuevo volvía a tener una oportunidad para continuar buscando a Aitana.
—He solicitado las cámaras de tránsito, desde que saliste de la casa del lago, hasta cuando llegaste al aeropuerto —continuó—. Esto nos indicará si tienes una coartada o no, aunque si dices que tú no tienes nada que ver con la desaparición de Aitana, esto sólo será un procedimiento a tu favor.
—¿A qué hora puedo irme?
—Tobías, necesito que comprendas que a pesar de que consiga tu libertad, las autoridades te tendrán en la mira, para ellos sigues siendo su principal sospechoso hasta que yo demuestre lo contrario.
—¿Por qué me aclaras esto? —suspiró al apoyar sus antebrazos en la mesa.
—Porque necesito que dejes que la policía haga su trabajo —«mierda»—. Sé que es difícil, pero en verdad necesito que dejes de buscarla por tu cuenta. No atraigas más problemas de los que ya tienes.
—Lo siento, pero no puedo.
—Tobías, robar información importante de la oficina del alguacil, es un delito, sin mencionar que estás acosando a la gente que una vez conoció a Tucker.
—Yo sólo intentaba…
—Sé lo que intentabas, pero por muy buenas que sean tus intenciones, el ser el principal sospechoso, refleja todo lo contrario.
«Maldición». Sabía que tenía razón, pero ¿cómo podría quedarme de brazos cruzados?
—¿Y qué sugiere que haga? —fruncí el ceño—. ¿Sentarme en el sofá de mi casa a esperar noticias de Aitana?
—Es eso lo que exactamente harás y no porque yo lo diga, sino porque lo más seguro es que habrán oficiales rodeando tu casa.
«Me lleva el carajo» Tucker 10, Tobías 0.
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Editado: 03.02.2023