Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 1

ADVERTENCIA

Este libro es de mi autoría, todos los derechos quedan reservados. Está prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra en cualquiera de los medios de difusión escrito, oral o digital bajo sanción de acuerdo a las leyes vigentes.

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ADHARA

Cuando era una niña, mi padre solía contarnos a mis hermanas y a mí, la historia del joyero de Damasco.

Hace más de 2.000 años, la hermosa y pacífica ciudad de Damasco, de las lejanas tierras árabes, había sido conquistada por el Rey Rezin, sin embargo, su majestad enviudó pocos años más tarde.

El Rey Rezin era amado por su pueblo, conocido por ser un hombre justo, recto y bondadoso, no era ambicioso, su único tesoro era su amada hija Faghira.

Ningún hombre había visto su rostro, puesto que sus leyes lo prohibían, pero corría el rumor de que la Princesa Faghira era la flor más hermosa de los jardines del palacio, al punto de lograr que las flores se marchitasen de envidia; su belleza era inigualable y el encanto de sus ojos podían ablandar hasta el corazón más duro.

Tristemente, la paz de Damasco fue perturbada por Asiria, un Rey egoísta e intransigente, quien invadió la ciudad. El Rey Rezin trató de negociar con él en una reunión pacífica y llegar a un acuerdo, sin embargo, Asiria humilló a Rezin diciéndole que la única manera en que él abandonaría Damasco, sería si le daba a la Princesa para su harem como concubina, no como esposa.

Esta ofensa enfureció a Rezin, sin embargo, nada podía hacer salvo rechazar tal propuesta, ya que no pondría en riesgo la virtud de su adorada hija.

Lo que no sabía Rezin es que la belleza de su hija no era tan secreta como él pensaba, ya que la Princesa con frecuencia solía disfrazarse de campesina para así salir de palacio en compañía de sus doncellas y recorrer las calles de su ciudad, así podía atestiguar cómo la población idolatraba a su padre por las bondades que este tenía para con su gente.

Una tarde de infortunio, la princesa y sus doncellas se dirigían al mercado, sin saber que se encontraban unos viajeros extranjeros; Al ver al grupo de doncellas campesinas, de inmediato notaron la belleza de ellas, especialmente de la princesa. Comenzaron a faltarles el respeto con propuestas indecentes y palabras poco decorosas, las amenazaban con robarles su virtud mientras sus ojos desbordaban lujuria.

En su desesperación, las doncellas comenzaron a gritar en busca de ayuda, las leyes del Corán dictan que se debe acudir ante el llamado de auxilio.

Un joven soldado del palacio escuchó los gritos de auxilio, y fue inmediatamente a prestar su ayuda. En cuanto llegó supo que debía pelear, el honor de las mujeres árabes es sagrado y debe ser protegido a toda costa; se inició una pelea que dejó como resultado la muerte de uno de los agresores, mientras que los otros dos quedaron mal heridos.

El joven soldado se aseguró de que las doncellas estuviesen bien, y mientras comprobaba que no hubiesen sido heridas de alguna forma, reconoció a una de las acompañantes de la princesa. Inmediatamente dedujo que ella se encontraba allí, y al ver a la siguiente doncella confirmó que se trataba de la Princesa Faghira.

Los rumores no le hacían justicia, en verdad aquel rostro sinigual era capaz de derretir hasta el más frio de los corazones, y esos ojos poseían un brillo por el cual sería capaz de dar la vida sin dudarlo, o de convertirse en esclavo en ese preciso momento si ella se lo pedía. Su feroz corazón de guerrero no estaba preparado para tal ataque, y aunque así lo hubiese estado no habría podido resistírsele.

Al llegar al palacio se encontraron con un Rey colérico, por un lado, habían llegado rumores de que Damasco estaba a punto de ser atacada y de declarársele la guerra; y por otro no había sabido de la princesa en todo el día, por lo que de inmediato la castigó mandándola a la torre de su habitación, encerrándola bajo siete candados.

Sin importar los candados, el joven soldado ya había sido conquistado, y su corazón ahora le pertenecía a la Princesa. Debía encontrar la manera de hacerle saber que ahora sus pensamientos solo se dedicaban a recordarla. Así pues, esa misma noche logró colocar en la charola de alimentos que una de sus sirvientas llevaba a la princesa, un jazmín blanco bajo las servilletas.

De esa manera Faghira recibía jazmines cada noche. Poco tiempo después el soldado encontró la forma de enviarle recados.

Al principio Faghira no sabía si responder, o si era seguro conservar aquellas notas. Sin embargo, las palabras que contenían los recados eran poesía, y la caligrafía era tan delicada que no cabía duda de que quien las escribió lo hacía con el más profundo amor; Así pues, embelesada por tan romántico acto, se rindió y decidió contestar.

Desde entonces los dos jóvenes enamorados intercambiaban correspondencia, que con el pasar de los días aquellas notas eran cada vez más dulces y tiernas, contenían versos y palabras del más puro amor, haciéndose cada vez más imposible acallar el deseo de ambos por estar juntos y de poder tan siquiera compartir un cálido abrazo.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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