ADHARA
Esa noche al igual que la anterior cada quien reposó por separado. Por más que intenté rechazar su cama y ocupar el sillón, él insistió en que debía dejar que mi cuerpo se recuperase de manera adecuada si quería continuar el siguiente día.
Pese a las comodidades, conciliar el sueño me fue una tarea casi imposible, saber que Malek en efecto estaba buscándome me provocaba un cúmulo de sentimientos entre los cuales predominaba el odio.
Nunca antes había sentido algo así por nadie, no le había bastado con destruir mi vida, matar a mi padre y dejarme sin nada, quería atraparme para reafirmar su poder sobre mi y frente a sus hombres dejar en claro que nadie lo contradecía sin sufrir las consecuencias.
¿Cómo era posible que mi pueblo se encontrara bajo el dominio de tan infames seres? ¿En qué momento aceptamos su dominio?
Mi padre era una persona influyente, tenía sus negocios y al igual que la mayoría evitaba las controversias. Aunque era un hombre justo, ahora me daba cuenta que seguramente había tenido que aceptar algún tipo de injusticias por mantenernos a salvo a mis hermanas y a mi de sus hombres. Pensando con detenimiento, nuestras ganancias no habían sido las mismas desde que sus hombres llegaron a nuestras tierras, sin embargo, nunca permitió que nos faltase algo.
De qué habían valido sus esfuerzos si al final mis hermanas terminaron casándose con los hijos del mismo lucifer.
¿Por qué no se opuso en su momento?
Tal vez sabía que si lo hacía correrían mi misma suerte, igualmente las tomarían por la fuerza. En ese caso, resultaba conveniente que ellas estuviesen de acuerdo y aceptaran de buena voluntad.
Tantas cosas pasaban por mi mente en este momento, agolpándose y mezclándose unas con otras.
Akram ciertamente era una de ellas.
Me sentía casi culpable por no poder evitar pensar en él.
Nunca antes había conocido a alguien como Akram. No podía acusar a las tantas mujeres que seguramente habían sucumbido a él puesto que yo misma era incapaz de negar la atracción que me provocaba.
Una imagen de él sosteniéndome y llevándome en brazos invadió mi mente, no solo me había sentido reconfortada, el mismo sentimiento de seguridad volvió a mi al recordar ese momento en los pasadizos de palacio.
Y con ese último recuerdo logré conciliar el sueño.
A la mañana siguiente esperé encontrarlo aún dormido, sin embargo, no lo encontré en ningún sitio.
Por la iluminación de la habitación podía notar que apenas había amanecido, y que aún era temprano.
Decidí que probaría con la khopesh una vez más, pero en cuanto traté de dar un paso fuera de la cama sentí las secuelas de la noche pasada, no había ni un centímetro de mi cuerpo que no doliera.
Con mucha dificultad logré incorporarme y aunque las lágrimas por el dolor amenazaban con escapar de mis ojos, pude contenerlas. No podía permitirme un momento de debilidad.
La noche pasada lo había decidido, haría lo que fuese necesario, incluso si tenía que matar con mis propias manos a Malek, pero recobraría mi libertad, le arrebataría aquello que me había quitado y le haría pagar por todo mi sufrimiento el de mi padre y el de cada hombre y mujer de mi pueblo.
Cuando logré alcanzar la khopesh, su peso se multiplicó diez veces en mis adoloridas manos.
Quería adaptarme al dolor, no sabía cuánto demoraría Akram, pero esperaba que para cuando volviese por lo menos pudiese controlar mis expresiones, de manera que el no notara mi suplicio e insistiera con detener el entrenamiento.
No pasó demasiado hasta que Akram hizo su ingreso, sin embargo, fue suficiente para que pudiese acostumbrarme a la sensación de dolor y fingir indiferencia.
-Veo que ya estás despierta. -Dijo.
-Alá sea contigo. -No obtuve respuesta de su parte. -Esperaba poder comenzar temprano hoy.
-Estás de pie, eso es algo, ¿Estás segura de querer continuar? -Su expresión parecía incrédula, seguro esperaba encontrarme postrada en cama y sin poder levantarme.
-¿Debo recordarte mis motivaciones?
-Bien, pero primero comerás. Dentro de poco traerán el desayuno, y antes de que me contradigas, como es costumbre, no es una opción, no planeo lidiar con tus desmayos hoy.
-No iba a oponerme -Mentí.
-Mientras tanto escóndete en la entrada a los pasadizos, te diré cuando todo esté listo para que salgas.
Sin decir más me encaminé a la entrada oculta, y en cuanto el librero se cerraba tras mío, escuché que llamaban a la puerta, anunciando la llegada del desayuno.
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Nuevo capítulo mañana, espérenlo.