ADHARA
La entrada a los pasadizos volvió a abrirse y un Akram aparentemente relajado me recibió.
-El desayuno está listo.
Estaba acostumbrada en casa a ver comida en abundancia, pero ninguno de mis recuerdos se comparaba a la gran cantidad de comida, entre frutos, granos, panes y demás manjares, que se encontraban repartidos en la mesa de la habitación
-¿Todo esto para nosotros dos?
-Si.
Tan concreto como siempre, pensé.
-¿Qué es lo que más te gusta? -Pregunté mientras tomaba un pastelillo.
-Las uvas. -Sus ojos desprendieron una chispa de diversión. -¿Y a ti?
Los sirvientes de mis padres eran hábiles en la gastronomía, en casa siempre habían deliciosos manjares y dulces, y por lo mismo no tenía algo en concreto que me gustase.
-Supongo que cualquier cosa dulce. -Le di una mordida al pastelillo y por un instante me sentí en casa de nuevo.
Había cerrado los ojos sin querer, disfrutando de la explosión de sabores de esa delicia. Al abrirlos me encontré con la intensa mirada de Akram, quien no apartaba los ojos de mis labios.
-¿Deseas?
No respondió con palabras sino con acciones.
Dio dos pasos largos posicionándose justo en frente mío, tomó mi mano que aún sostenía el resto del pastelillo y tal y como había hecho con la uva la vez que me ordenó alimentarlo, se lo introdujo, acariciando mis dedos con sus labios sin apartar la mirada de la mía.
Mis mejillas se incendiaron de inmediato, estaba claro que él lo hacía a propósito.
Contuve el impulso de apartarme, iba a seguir su juego.
Tomé una uva y la mordí lentamente bajo su atenta mirada, que había dejado mis ojos para centrarse en mis labios. Sentí como parte del jugo cubría mis labios y pasé mi lengua por ellos.
Tragó saliva de manera audible y se aclaró la garganta.
-¿Pasa algo? -Cuestioné con descaro, pero aparentando inocencia.
De manera brusca me tomó por la barbilla, aproximándonos peligrosamente. Veía sus intenciones, y antes de que fuese tarde lo empujé, impactando la palma de mi mano contra su mejilla como acto reflejo.
-Creí que os había quedado claro que no soy su fulana, puede jugar conmigo como quiera y yo jugaré a lo mismo, pero no obtendrá nada a cambio.
Sus ojos llameaban de ira, pero estaban lejos de llegar a intimidarme, yo también estaba colérica.
-Ya os dije que no tengo el más mínimo interés en ti.
Dio media vuelta y tomó algo de una encimera; luego agarró una de mis manos y casi me arrastró a los pasadizos.
No hubo cosquilleo ni corriente eléctrica en esta ocasión.
-Aún no hemos terminado.
-Ya tuve suficiente.
Estuve a punto de caer un par de veces por las escaleras, estábamos en total oscuridad, sin candelabro alguno que iluminara el camino, debía dejarme guiar por Akram.
Finalmente llegamos al largo pasillo en el que confluían las demás escaleras, podía notarlo por la corriente de aire que, aunque ligeramente, era notoria, además de que Akram se detuvo.
-Es imposible ver nada. -Señalé lo obvio.
-Ese es el punto.
-¿Para qué?.
-No todas las batallas se pelean de día Adhara, -Su tono seguía siendo rudo - los soldados están preparados para pelear en cualquier entorno, incluso en la oscuridad. Pasan meses con los ojos vendados, eso desarrolla sus sentidos y aprenden a predecir los movimientos del oponente. Algo de eso haremos hoy.
-¿Piensas vendarme? -No sabía hacia dónde debía hablar, el eco rebotaba en las paredes y su ubicación me era incierta.
-No será necesario. -Susurró en mi oído, provocando que me estremeciera por completo. -Extiende las manos.
Ni siquiera había escuchado sus pasos, se movía como un ánima.
Me congelé cuando sentí como tomaba mis manos.
-¡¿Qué haces?!
-Silencio. -Levantó mis manos de manera que quedaron extendidos a la altura de mis hombros y pegados a sus palmas. -¿Sientes mis manos?
-Si.
-¿Ahora?
Ya no sentía físicamente sus manos, sin embargo, sentía una especie de calor o energía que no provenía de mi, era difícil de describir, pero sabía que aún estaba frente mío, supuse que había dado un paso atrás.
-Si.
-Bien, ahora comenzaré a moverme, no voy a hablar, pero deberás decirme en qué dirección crees que me encuentro.
-De acuerdo. -Respondí
Cerré mis ojos para poder prestar más atención a mis manos y oídos, esperé escuchar algo, pasos, o el roce de la tela. Era difícil saber si se había movido. Ya no sentía su energía en mis palmas, pero tal vez se debía a que simplemente había bajado las manos.