ADHARA
-Despierta. -Oí que me llamaban entre sueños. -Despierta, debemos continuar.
Aún con los párpados pesados conseguí abrir los ojos.
-¿Qué? -Mi voz sonaba ronca.
-Dormiste toda la tarde, tu cuerpo debió estar realmente agotado.
¿Había dormido toda la tarde?, en estas cuatro paredes no tenía forma de saber cuándo era de día o cuándo era de noche, había perdido mucho tiempo descansando.
Me incorporé casi de inmediato, mis músculos sufrieron, aunque el dolor era soportable escapó de mis labios un suave quejido.
-¿Estás muy adolorida? -Preguntó
-No. -mentí
-Aproxímate, trae contigo la daga.
-Tomé la daga y me dirigí hacia el centro de la habitación que era donde él se encontraba.
-¿Lista? -Dijo mirándome a los ojos y por un momento me sentí intimidada por su intensidad.
-Si- Respondí tratando de sonar completamente segura.
-Extiende los brazos -Tomó mis manos y sin apartar la mirada dijo. -Comenzaremos lentamente.
-Está bien.
-Relájate, estas muy tensa, vas a lastimarte si no destensas tus músculos. -Era muy fácil decirlo y difícil de hacer.
No iba a responderle. porque mi cuerpo se delataba solo.
-Permíteme. -Tomó la daga de entre mis dedos, provocando una corriente eléctrica que viajó desde los mismos al resto de mi ser, y se la guardó en el cinturón de su uniforme. -Estabiliza tu posición.
Sin previo aviso me empujó por los hombros, tras lo cual por supuesto caí tal y como había sucedido esta mañana, con la diferencia de que en esta ocasión no llegué a impactar contra el piso, dado que él alcanzó a sostenerme posicionando una mano en el centro de mi espalda y sosteniendo mi cintura con la otra.
Abrí los ojos como platos debido a la impresión del momento, su cercanía era peligrosa para mi pulso, el cuál se disparó y muy a mi vergüenza temí que los latidos de mi corazón eran lo suficientemente audibles para delatar los efectos que él causaba en mí.
-¿Sería mucho pedir un previo aviso cuando vayas a hacer este tipo de cosas?
-¿Qué tipo de cosas? -Su penetrante mirada nubló por completo mi conciencia -¿Éstas? -Se inclinó más hacia el piso, provocando que por un acto reflejo pasara mis manos por su cuello para sostenerme, pegándome más aún a él. -¿O éstas?
Aproximó sus labios a los míos sin llegar a chocarlos, sin embargo, la distancia que separaba los suyos de los míos era tan ínfima que de haber tenido el velo puesto seguro ese trecho ya hubiese desaparecido. Podía sentir su aliento tibio impactar contra mis labios, mientras su nariz acariciaba la mía, haciéndome perder la poca compostura que aún me quedaba.
-Ambos, -No iba a sucumbir a sus provocaciones, me solté de su cuello poniendo un poco más de distancia entre ambos, que aunque aún era corta me permitía reacomodar mis pensamientos y tomar algo más de aliento para tranquilizarme.
-No. -Dijo con simpleza mientras me ponía de pie nuevamente. -Tu atacante no va a pedir tu permiso, te atacará y en combate debes permanecer firme si quieres tener alguna oportunidad. -Sonrió de manera repentina. -Por otro lado, los besos tomados sin previo aviso pueden llegar a ser una grata experiencia.
-A lo primero, solo pido me des tiempo, estoy aprendiendo aún. Y a lo segundo, lo dudo.
-Te daré algo más de tiempo de ahora en adelante con lo primero, pero no doy mi palabra con lo segundo. -Su mirada era descaradamente sugestiva, y contrario a molestarme, desde lo más profundo de mi conciencia sabía que lo que más quería era probar el sabor de sus labios.
Miré mis pies, sin poder soportar un segundo más esos ojos que solo me invitaban al pecado, y fingí que buscaba una posición más estable.
-Abre los pies y flexiona las rodillas. -Se aproximó y me preparé para otro empujón suyo, sin embargo, impredecible como siempre se posicionó a mis espaldas, acelerando una vez más mi pulso. ¿Iba a empujarme por la espalda para que cayera de frente?
Mi pregunta fue respondida al instante, y una vez más hizo algo que erizó cada uno de mis bellos.
Sus manos viajaron desde mis hombros, acariciando mis brazos hasta llegar a mis palmas. Se inclinó más hacia mi, de manera que el calor de su pecho calentaba mi espalda y su aliento mi nuca. Pegué un pequeño salto al escuchar su voz.
-Te dije que te relajaras. -Susurró en mi oído.
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¿Qué tal esas sensaciones a flor de piel?
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Besos y abrazos.