ADHARA
No pude resistirme, tantas veces lo había intentado y hasta donde mi propio control me lo permitió me había resistido, sin embargo, ya no quería seguir reprimiendo mi deseo.
No lo alejé como tantas veces lo había hecho, ni me aparté.
En cambio, dejé que sus labios me consolasen, aunque debía ser yo quien tratara de revertir en alguna medida el sufrimiento de su triste pasado.
Todo en él siempre era frío y serio, empero, sus labios eran todo lo contrario. Eran cálidos, suaves, exquisitos y aunque al principio el beso había sido tierno y cuidadoso, poco a poco se volvió demandante.
Entreabrí mis labios para exigir más de él, deseaba más y él me lo dio sin dudar. Nuestras lenguas iniciaron un tierno y a la vez salvaje baile, mientras nuestros cuerpos se pegaban cada vez más.
En algún momento mis pies abandonaron la firmeza del piso mientras él me recostaba en la cama sin llegar a separar nuestros labios en ningún momento.
Acaricié su cuello y enredé mis dedos en sus cabellos mientras que, por su parte, agarraba con firmeza mi cintura y con suavidad mi mejilla.
Solo cuando la necesidad de tomar aliento se hizo imperioso nos separamos.
Nos miramos por un largo tiempo. Sus ojos no abandonaron los míos como si buscaran algo en ellos.
No sería yo quien rompiese esta confusa paz, aún trataba de acomodar mis pensamientos, habían sido tan diversas las sensaciones experimentadas que no había tenido tiempo de procesarlas aún.
-No vuelvas a derramar una sola lágrima por mí Adhara, que el brillo de tus ojos jamás se opaque y siempre se iluminen como ahora. -Susurró con voz ronca, quebrando por fin el silencio de la habitación.
Pestañeé tratando de comprender el significado de sus palabras y sin saber qué responder.
No estaba lista para hablar de lo que acababa de pasar, era lo único que sabía con certeza.
Busqué con desesperación una respuesta que me ayudase a escapar de esta situación mientras él parecía expectante.
-Tal… -Aclaré mi voz -Tal vez debamos continuar. -Intenté incorporarme, pero su cuerpo aún era un obstáculo que me mantenía presa.
Él no se movió, ni tan siquiera hizo ademán de intentar alejarse, aunque parecía un poco decepcionado por mi evidente respuesta evasiva.
-Estoy de acuerdo. -Dijo sugerente y a la vez divertido.
Sabía lo que hacía, como tantas otras veces disfrutaba incomodándome.
-Me refiero a que deberíamos seguir con el entrenamiento.
Intenté ponerme de pie una vez más, esta vez con éxito.
-Desde luego, a eso me refería. -Dijo burlón.
Toda la concentración que había logrado se vio comprometida por el beso de hace tan solo unos instantes, mis manos temblaban y traté de disimular ese hecho sosteniendo con mayor fuerza la daga
-¿Estás lista? -Preguntó recobrando su característica seriedad.
Respiré profundamente cerrando los ojos en un vano intento por recobrar mi serenidad.
-si -Finalmente pude contestar.
-Muéstrame los dos primeros movimientos, ahora con la daga.
Repetí el ejercicio de hace rato sosteniendo con firmeza el adminículo y tratando de ejercer fuerza en mi brazo tal y como lo haría de estar en riesgo mi vida.
-Aún puedes mejorar, -Se paró a mi derecha -de momento es aceptable.
No iba a discutirle, sabía que aún tenía errores, pero para ser mi primera vez podía estar orgullosa.
-Gracias, supongo. -Me encogí de hombros.
-Recuerda mantener tu brazo firme y no apartarlo demasiado de tu cuerpo para marcar más tus movimientos. Ahora imita mis movimientos.
Flexionó sus piernas de manera que obtuvo una posición más estable. Su mano izquierda se mantuvo extendida como si de manera imaginaria sostuviese a alguien o tratase de alejarlo de su cuerpo.
-Aunque es mejor si aprendes a dominar la daga con ambas manos, siempre tendrás un lado dominante, procura que el lado que no la sostenga esté siempre listo para protegerte de otro tipo de ataques.
-Esta bien. -Imité su posición.
-Ahora lleva tu mano derecho con la daga hacia tu cadera y voltéala de manera que el lado interno de tu muñeca mire hacia el techo, esto te ayudará a ganar impulso cuando tengas que clavársela en el estómago de tu agresor. -Con un movimiento seco impulsó su brazo derecho como si lo estuviese clavando a alguien en frente suyo -Una vez la hayas enterrado puedes impulsar tu mano hacia arriba, de manera que sus órganos se vean perjudicados y la herida sea letal, nadie sobrevive a eso, créeme.
No iba a preguntar cómo sabía eso, pero tenía una teoría en mente.
Una vez más repetí la secuencia que acababa de aprender, pero dudaba en ser capaz de hacer algo así.
-No creo ser capaz de provocar un corte tan profundo. -Expuse mis pensamientos.