Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 40

AKRAM

Nos tomó más tiempo de lo normal llegar al palacio, dado que íbamos a pie y no a caballo. Sin embargo, era tiempo suficiente para que Rashid pudiese reunir a cada sirviente y esclavo que sirviese a la familia real.

Con suerte, sería suficiente con convencer a Malek de que aquello que buscaba no se encontraba aquí para que se fuese junto con sus hombres, o como mínimo, apartase su curiosidad del propio palacio y la mantuviese fuera de aquí.

-¡Rashid! -Llamé al hombre en quien más confiaba.

-Aquí estoy señor -Acudió Rashid rápidamente a mi convocatoria

-Los señores aquí presentes -Señalé a Malek, quien se mantuvo a mi lado todo el recorrido, y luego a su familia, que se encontraban unos pasos atrás -Desean ver a nuestras esclavas, sólo para asegurarse, en especial las últimas adquisiciones, ya sabes, las de la pasada semana.

Miré directamente a los ojos de Rashid de manera cómplice, y noté su confusión puesto que no se compraron esclavas tan recientemente, pero supo recomponerse, y con una leve inclinación de cabeza se giró para conducirnos hacia la sección de esclavos.

-Desde luego, acompáñenme

Esperaba que Malek estuviese tan ansioso, que no hubiese notado la breve duda de Rashid, o que lo asociara con lo extraño de su pedido.

Atravesamos los extensos patios y jardines, más allá de las casas de la familia real, en la parte final, pasando las viviendas comunes de los sirvientes, se encontraban las barracas de los esclavos.

Mi pulso se congeló momentáneamente cuando pasamos por las casas reales, al saber que Adhara se encontraba tras una de esas paredes y que en este instante Malek, sin saberlo, estaba mucho más cerca de ella de  lo que se imaginaba.

Los sirvientes a diferencia de los esclavos, tenían familia en Baréin, servían para sostener a los suyos, o porque tenían que pagar alguna deuda a la corona, pero no estaban destinados a servir de por vida; sus ropas eran sencillas, pero casi tan finas como las nuestras por que a fin de cuentas eran ciudadanos, recibían suficiente comida y sobre todo, eran libres.

Los esclavos, en cambio, servían hasta el último de sus días, eran traídos desde otras regiones por los esclavistas, por lo que no tenían familia. No nos servían directamente, sus funciones eran las menos atrayentes y las más deplorables, como limpiar los establos, las letrinas, alimentar a los animales, entre otros. Sus ropas eran corrientes, simples harapos, y aunque recibían alimentación suficiente, no eran libres. Estaban por debajo incluso de los animales.

En las barracas se encontraban los esclavos ya formados, separados entre mujeres y hombres.

Rashid seleccionó a tres mujeres y dos hombres del grupo, convenientemente todos ellos venían de las tierras más lejanas, ni siquiera conocían nuestra lengua, por lo que no entenderían la conversación y no podrían afirmar o negar nada.

Una vez más, Rashid me demostraba que en él podía confiar.

-Estos fueron los últimos esclavos que se compraron, señor.

Las tres mujeres estaban lejos de compararse siquiera a la belleza de Adhara, pero para mi buena fortuna una de ellas tenía el cabello oscuro, no era tan negro como el de Adhara, y la piel más o menos clara, aunque estaba quemada y maltratada por el sol y la dureza del desierto.

Cuando conocí a Adhara usaba velo siguiendo las costumbres y creencias de su religión, por lo que Malek solo conocía el sonido de su voz, el color de su piel y el color de sus ojos, ni siquiera sabría el color de su cabello o lo hermosos que eran sus labios. Incluso sin conocer por completo su belleza había quedado tan loco por ella que estaba dispuesto a todo por tenerla.

-Malek acércate a ellas y velas bien, asegúrate de que es o no lo que buscas. -Le señalé a las esclavas con la mano y dejé de lado a los hombres por obvias razones.

Malek se acercó a cada una de ellas y las observó detalladamente,

-Ni siquiera coinciden con la descripción que me dieron, ¿creéis que soy tonto? -La molestia en su voz era evidente, sonaba ofendido.

-¿Cuál es la descripción que te dieron? -Pregunté confiado.

-Ojos claros, piel tersa, y ropas finas y caras, aunque un tanto maltratadas.

Su descripción era tal cual la había conocido.

-Me temo que os han dicho mentiras, nunca llegó a nuestro palacio tan distinguida esclava, se han aprovechado de vuestra confianza y os dijeron lo que queríais escuchar.

-No lo creo, sus descripciones no pudieron ser más precisas, coinciden perfectamente con su descripción.

Su mirada enloquecida desbordaba rabia, estaba tan confiado de que a encontraría aquí que ahora su frustración era casi incontenible.

Miré al resto de esclavos y les pregunté en voz alta.

-¿Hay entre ustedes alguna esclava de ojos claros?

Se miraron entre ellos, pero ninguno respondió, tomé su respuesta como una negación.

-¿Falta alguna esclava? -Le pregunté a Rashid.

-No, señor. Todos están presentes. -Respondió seguro.

Me giré hacia Malek para encararlo.

-Ya estás aquí, ya viste a todas las esclavas, y aparentemente ninguna coincide con la mujer que buscas o con las descripciones proporcionadas, espero esto haya satisfecho tu curiosidad, y te deseo más suerte para la próxima.

No dijo nada, simplemente caminó entre las esclavas, las observó atentamente mientras el resto esperaba pacientemente en la entrada.

-¿Cómo podemos tener la seguridad de que no mienten, y que estos son en verdad todos vuestros esclavos? -Habló el mayor de los hermanos.

Esta vez fue Khaleb quien respondió por mi.

-Rashid es uno de nuestros más fieles hombres, sería incapaz de engañaros. -Me dedicó una breve mirada, haciéndome saber que no opinaba lo mismo de mi. -Conoce a cada uno de nuestros esclavos, se encarga personalmente de ellos cuando llegan, si hubiese llegado aquí alguien con esas características es él quien mejor que nadie lo sabría.




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