AKRAM
Finalmente habíamos llegado a las tropas del reino ubicadas a las afueras de la ciudad, Khaleb seguramente se encontraría organizando a las tropas desde el interior.
-Quédate aquí arriba -Le susurré a Adhara refiriéndome a que permaneciese sobre el caballo.
Le alcancé las riendas del animal y me aseguré de dejarla en un lugar no muy visible y oculto por las sombras de la noche, de manera que pudiese huir fácilmente en caso de que intentasen acorralarnos.
No tardé mucho en llegar hasta donde se encontraba una parte de mis hombres, en cuanto me vieron comenzaron a ponerse firmes y a saludarme, formándose listos para escuchar mis órdenes.
-Dónde está el Fariq -Pregunté por lo alto.
-Aquí estoy, majestad. -Adelantando al resto de los hombres emergió mi segundo al mando.
-Estamos siendo atacados. -Le advertí.
-Pero señor, no hay evidencia de un comportamiento de ataque, a lo mucho recogen sus cosas para marcharse… -Se refería al centenar de mercenarios que aún permanecían en el reino.
-No me refiero al señuelo que dejaron atrás para emboscarnos. -Lo interrumpí, puesto que el tiempo apremiaba.
-¿A qué se refiere?
-Miles de sus hombres se aproximan por el noreste, esperábamos que llegasen por el sur, por ello tardaron tanto, estaban rodeando los caminos para no ser detectados por nuestros puntos de vigilancia, esperando el momento para atacar. -Le concedí un segundo para que asimilase la información -Debemos reorganizar la estrategia inicial, evidentemente requerimos del resto de nuestros hombres.
-¿Cuánto…
-Aproximo que aún se encuentran a dos horas de distancia, pero debemos eliminar el distractor de nuestras murallas, no podemos permitir que aprovechen para meterse y tomar el reino.
-Yo me encargo de las tropas externas, vaya usted a organizar las internas, utilizaremos los túneles que conducen al ejército.
Intercambiamos un par de directrices más antes de que tuviese que marchar e internarme en los túneles que ocultaba el desierto.
Estos no conducían a palacio, fueron diseñados para evacuar a los habitantes del reino en caso de presentarse una situación como la de ahora, sin que ello significase un peligro para la familia real, además de servir como una vía rápida para emboscar al enemigo desde atrás y tomarlos desprevenidos al creer en una errónea victoria.
Volví con Adhara y nos conduje en dirección opuesta a la que habíamos llegado, hacia la entrada más cercana y una vez nos encontramos en el punto exacto, descendí para desenterrar la compuerta que conducía a los túneles.
-Confía en mi, debemos cavar hasta hallar una puerta, es la única forma de entrar sin ser vistos. -Adhara me veía con pura confusión, sin embargo, se limitó a ayudarme a cavar en la arena.
Una vez palpamos la vieja madera jalamos con fuerza hasta abrirla, descubriendo las escaleras que conducían por un oscuro pasadizo.
No necesitaba de iluminación alguna, conocía perfectamente el camino y era lo suficientemente amplio como para que un caballo lo atravesase sin ningún problema.
Hallé un par de antorchas en la entrada que podía encender fácilmente con ayuda de mi espada y la piedra de las paredes, una vez la chispa se transformó en llama y montamos al animal una vez más, nos conduje por los pasillos con toda la velocidad que el caballo concedió.
-Falta poco. -Intenté tranquilizar a Adhara, cuyas manos se encontraban sujetando fuertemente alrededor de mi abdomen.
-No es mi vida la que me preocupa -Sollozó tras mi hombro, la suavidad de su voz casi se perdía entre las pisadas del caballo atravesando los largos y fríos túneles. -Es la tuya la que realmente me importa…
Su cuerpo se apegó más al mío reforzando sus palabras.
¿Cómo es que su vida no le importaba? Cuando para mí era la mía nada más que insignificante en comparación con la suya que era lo único que ahora le daba sentido a mi existencia.
-No temas por mí. -El caballo se detuvo lentamente al terminarse los pasadizos, ahora solo quedaba una puerta.
Intenté separarme de ella, pero no me lo permitió.
-Sólo concédeme unos segundos más así, por favor. -Estaba controlando su voz, intentando sonar más calmada.
Sus manos lentamente se soltaron y subieron por mi pecho acariciándolo, conduciendo suaves corrientes eléctricas por donde iban.
No lo soporté más, debía probar del elixir de sus labios, tal vez en un inexplicable milagro me volviesen inmortal.
Descendí del caballo y le ayudé a bajar, en cuanto sus pies tocaron el suelo tomé posesión de sus labios, sin demora alguna, en un beso desesperado.
La pasión viajó por nuestros cuerpos que no parecían conformes con la milimétrica distancia que les separaba y trataban de juntarse aún más.
Acaricié su larga y sedosa melena con una mano, mientras con la otra acunaba su rostro y descendía hacia su espalda baja par apegarla más a mi.
Ella rodeaba mi cuello, y se aferraba a él como si temiese mi partida en el momento en que lo soltase.
¿Qué pecado habíamos cometido? Amar a la mujer de otro hombre era ciertamente un pecado, sin embargo, ella no era su mujer y no le correspondía en ninguno de sus sentimientos, por lo que no deberíamos sufrir tanto para consolidar nuestro amor.
Sus lágrimas corrían por su rostro hasta sus labios, dándoles un leve sabor salado, que no les restaba dulzura y que en cambio enternecían mi corazón.
Cómo podía alguien resistirse a un ser tan puro como lo era Adhara…
Poco a poco fuimos deteniendo nuestro vehemente beso, hasta juntar suavemente nuestras frentes.
-Júrame que volverás -Pidió, casi suplicó.
-No puedo jurar tal cosa -Intenté tragar el nudo que se iba formando en mi garganta -Pero si puedo juraros que mi corazón seguirá amándoos hasta su último latido, no importa si sucumbe esta noche o en muchos años, incluso después seguirá siendo tuyo.