AKRAM
Debía ser la centésima vez que volteaba los ojos de aburrimiento, no podía haber nada más tedioso que asistir a las relaciones diplomáticas.
Mi padre no caía en su emoción, una y otra vez preguntaba al Jeque sobre las actividades económicas, y las fuentes de riqueza que tenía el pueblo a su cargo, no era el único Jeque de la región, pero si uno de los más importantes e influyentes, lo que dijese sería respaldado y acatado por el resto, a su manera era una especie de gobernante, aunque no podía siquiera mencionarlo debido a que se entendía que el único con ese poder era el Rey.
Prefería estar en las instalaciones del ejército, supervisando las expediciones que buscaban a Adhara o incluso siendo yo mismo quien recorriese cada centímetro de basto desierto hasta encontrarla.
Pero mi título me lo impedía, y tanto yo como mis hermanos debíamos mantenernos en esta sala, a la escucha paciente.
-Y tú Akram, ¿Cuántas batallas has conquistado? -Preguntó Abdel, hijo del Jeque Zoram -Deben ser numerosas puesto que tu sanguinaria fama se extiende hasta los pueblos más recónditos.
Apenas le había escuchado, mi mente claramente se encontraba absorta.
-Tú lo has dicho, son innumerables, no me di la tarea de contarlas, simplemente cumplo con mi deber y mi única labor es matar, -Lo miré fríamente, con la amenaza implícita de que no dudaría en hacerlo si me orillaba a ello -no hay razón de escribirlo en pergamino. -Concluí con indiferencia.
-Aunque claro, -Continuó Abdel-tus habilidades mantendrán protegida a mi hermana y a su decendencia. -Hizo una pausa– Contigo como cuñado no deberíamos temer nunca más por nuestra seguridad. -Distinguí un asomo de burla en sus palabras, aunque también pudo ser desafío, o el producto de mi mente a la defensiva.
-Podrás dormir plácidamente, o por el contrario – Dirigí mi mirada al Jeque, quien me observaba atento puesto que ahora parecía ser el centro de atención en aquella sala. -Siempre con el miedo de que el filo de mi puñal atraviese sus gargantas-Carraspeé -Asumo que también escucharon esos rumores sobre mi crueldad y lo sangre fría que puedo llegar a ser, si yo fuese ustedes replantearía el casar a mi hija con alguien tan despiadado, y no los culparía por desistir en este momento.
La acidez de mis palabras dejó a toda la audiencia en silencio, la rabia de mi futuro cuñado era palpable, pero desde luego no retrocederían en su interés por unir a su familia con la realeza.
-Alá nos bendijo con una mujer valiente y capaz de enfrentar hasta al león más embravecido, tal vez seas tú quien deba salir corriendo. -Comentó el Jeque Zoram en un forzado tono jocoso, a lo que el resto de los presentes se rieron, algunos con sincera gracia y otros con disimulada incomodidad.
-Es momento de pasar al gran salón - Ordenó mi padre.
Las mujeres ya se encontraban sentadas en un rincón casi oculto por completo de la vista de los demás invitados, eran raras las ocasiones en que se les permitía compartir el mismo espacio que los hombres, pero en esta ocasión no solo celebrábamos el aniversario de mi madre, sino que se llevaría a cabo mi tan esperado compromiso.
Lentamente se fueron acomodando en una fila mientras los sirvientes de cada Jeque presente e invitado acomodaban los regalos que habían traído para mi madre, no podían faltar ostentosas joyas que presumían ser únicas, telas traídas desde tierras muy lejanas, especias exóticas y seguramente deliciosas.
En mis adentros solo deseaba que la noche terminase de una vez.
-Esperamos estos humildes presentes sean de vuestro agrado -Decía cada invitado mientras sus sirvientes exponían frente a mi madre sus presentes.
La Reina apenas emitía sonido alguno, con ese velo era difícil saber si habían sido o no de su agrado, la única pista residía en sus ojos, que no eran menos duros que los míos.
La noche transcurría, y una vez culminaron las felicitaciones, acompañadas del brindis respectivo y un no tan breve espectáculo de música y danza, parecía aproximarse la hora de mi atadura.
Miré a Khaleb en repetidas ocasiones, buscando en él algún indicio de descubrimiento realizado durante la noche, pero se mostraba tan neutral como siempre.
Por mi parte intentaba descifrar en los murmullos y conversaciones a mi alrededor pistas de una foránea que hubiese llegado recientemente a sus tierras, se suponía que personas de todo el reino se encontraban reunidos esta velada.
Más vanos fueron mis esfuerzos, no había más que sosas charlas y comentarios respecto a lo duro que serían estos tiempos por las malas cosechas y continuas batallas, o lo bien arreglado que se encontraba el palacio en comparación a sus calles.
Hervía mi frustración casi incontenible, ansiaba poder gritar la pregunta que me atormentaba, “¿Alguno sabía el paradero de una hermosa mujer de belleza inigualable y ojos tan celestes como el mismo firmamento?” “¿Habían escuchado acaso entre sus gentíos el rumor de una mujer recién llegada a sus tierras y cuyo pasado era incierto?”.
El tintineo de la copa de oro de mi padre me distrajo de mis indagaciones.
-Atención todos, el Rey va a hablar. -Anunció nuestro jefe de ceremonias.
-Agradezco a todos su presencia y el que nos acompañen en esta velada. -Mi padre hizo una breve pausa. -Esta noche no solo celebramos un aniversario más de nuestra bella Reina, -Hizo un gesto señalando a mi madre, quien se mantuvo impasible en su lugar -quien trajo a este mundo y dio vida a dos de sus príncipes más aguerridos y que no hacen más que vivir por nuestro reino y su gente. -Con la mirada me llamó para acercarme a su lado y de mala gana me aproximé puesto que había esperado terminar con esto toda la noche – Akram, mi segundo Príncipe, nos concedió innumerables victorias, su valentía y gallardía no conocen fronteras, por mucho tiempo estuvo buscando una compañera -Sentí una pequeña punzada en mi interior, yo ya había encontrado a la mujer con quien deseaba compartir el resto de mis días. – Hanna, aproxímate. -Llamó a la hija del Jeque.