—¡¿Cómo mierda me dices que no he avanzado ni un solo paso?! —le gritó al íncubo que la contempla caminando encima de la fuente de agua del enorme jardín de la casa Vikar.
—Pues en el futuro sigues muriendo en sus manos, ahora no solo te lanza a un rio, sino además recupera tu cuerpo, lo quema, lo corta en trozo y se los da a los tiburones —dice con una indiferencia que lo hace sentir escalofríos.
Alexis se lleva las manos a sus brazos sobándose como si tuviera frio, pero es la sensación de horror que lo rodea por completo a la imagen del nuevo futuro por delante.
"¿Cómo pudo haber empeorado si me he empeñado tanto para que las cosas cambien?!"
El demonio sonrió divertido.
—En el futuro no solo te tiene rencor, te odia como si lo hubieras traicionado ¿Qué hiciste para que se ponga así? —inquirió curioso acercándose tanto que tuvo que hacerle un gesto para recordarle mantener distancia.
Bufó girándose.
—Solo le compré un helado de menta ¿Cómo esto pudo ser peor? —reclamó frustrada cruzando los brazos—. ¿Está mal tratar de compensar a un niño con un helado?
El demonio cruzó los brazos, imitándola.
—Es poco, para todo el daño ¿En serio crees que por un simple gesto amable alguien va a olvidarse de todo y ser feliz? Eres bastante ingenua pese a todas tus maldades —señaló en tono de burla.
—¿Pues yo si olvidaría todo con un helado? —replicó bufando, pero pronto se cubrió la boca al sentir pasos cercanos—. ¡Vamos escóndete!
Lo dijo a la vez que se ocultaba tras unos matorrales. El íncubo hizo una mueca, es como si Alexis olvidará que solo ella puede verlo, o bien será que nunca escuchó nada de las reglas que le repitió tres veces en un inicio. Eso último es lo más probable.
Es su hermano Saúl quien trae a las arrastras a Adrián que no luce en buen estado. No solo tiene las heridas de los golpes que recibieron en la chocolatería, sino que hay más golpes que parecen recientes. Alexis apretó los dientes ante esto, empuñando, además, ambas manos.
—Te repetí, cuida a mi hermanito menor ¿Y qué hiciste? ¡Permitiste que llegara todo golpeado! —y dicho esto le dio una patada en las costillas tirándolo al suelo tosiendo al perder la respiración—. ¿Y me dices que quieres reparar el daño?
Y lo levantó de la camisa, al ser Adrián más pequeño, quedó colgando, con una expresión de terror en su rostro frente a su abusador.
—Ya basta, ese bastardo me tiene las pelotas hinchadas —exclamó Alexis, impaciente, la impotencia de ver el abuso ha llegado a su límite.
—Número uno —le dijo el demonio impidiéndole el camino de forma brusca—, tú no tienes pelotas, eres mujer y número dos, no vas a meterte en esto, no voy a permitírtelo.
Y tocando su frente paralizó su cuerpo, se quedó tiesa como si fuera una estatua. Pero su boca y ojos puede moverlos, así como poder respirar. Sin entender nada, con el cerebro más confuso que si estuviera resolviendo una compleja operación matemática, finalmente dijo:
—¡¿Qué mierda haces?! ¡Puto demonio! Ya... —y no alcanzó a terminar cuando aquel se acercó en actitud amenazante y expresión tan maliciosa que la hizo temblar, aunque no quisiera.
—No será divertido si te entrometes en este punto, sería demasiado fácil para ti ganarte la virginidad de tu asesino si salta como super héroe a rescatarlo —expresó susurrante como si fuese una serpiente rodeando a su víctima—, y debes saber que el rey del inframundo no siempre nos da la oportunidad de ver a los humanos actuar de esta forma.
Alexis apretó los dientes ¿Acaso le está diciendo que la detiene para que su misión siga siendo difícil y no tan fácil de solucionar? ¿Qué mierda es eso?
—¿Y qué pasa entonces con mi tarea? ¿Impedirme hacer algo no es acaso ir en contra de tu señor? Además, no se te olvide que la sangre de tu amo también corre por mis venas —lo amenazó.
El íncubo la tomó de la barbilla. Alexis lo contempló estupefacta al notar malicia en la expresión del demonio.
—Claro que lo sé... —señaló entrecerrando los ojos—. No hubieses tenido esta segunda oportunidad de enderezar a un elegido del cielo si no fueses precisamente descendiente de mi señor. Que la sangre de descendiente del inframundo dañe y desvíe el buen camino de un elegido del cielo se paga muy caro, y no quisiera ver esa linda carita gritar por las torturas que tendrá que sufrir si no enmienda el error que ha cometido... por eso repito, tu única opción para salvarte es ganar algo más que su amistad, debes ganarte la virginidad de tu asesino...
—¿Un elegido del cielo? —y su rostro se desencajó en el acto.
No es porque nunca había escuchado este concepto, al contrario, era un cuento muy popular entre los niños. Se decía que entre todos los dioses los tocados por la mano divina del rey de los dioses tendrían un futuro favorable. Nada que ver con la vida de Adrián Makris. ¿Acaso este demonio maldito estaba desvariando? Si eso fuese así aquel no hubiera perdido a su madre en el parto, su padre no hubiera sido acusado de estafa, ni su familia hubiera caído a tal grado de humillación que prefirieron entregar a su hijo a otra familia para salvarlo del deshonor.
Pero de repente abrió los ojos al recordar una frase que le dijo anteriormente.
—Espera un momento ¿Ganarme la virginidad de mi asesino?...
La mueca en su expresión es clara.
"¡¿Quién quisiera ganarse eso?! Sabiendo además que este niño inocente en el futuro será un adulto sexópata hasta el punto de ser capaz de tener sexo tres días consecutivos sin parar ¡¿Quién lo quisiera?!"
Estaba a punto de volverlo a maldecir deseándole un pronto regreso al infierno, cuando el ruido de golpes le helaron el pecho haciendo que sus ojos giraran en la dirección en que se encontraban Adrián y Saul, su hermano mayor. Lo vio caer con violencia, luego de recibir otra patada en el vientre antes que el de más gruesa contextura y altura lo agarrara del cabello obligándolo a ponerse de pie.
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Editado: 28.06.2024