Los días en las montañas altas siguieron con tranquilidad. Cada mañana el discípulo sale a buscar agua y una hora después sale el maestro a buscarlo. Demian no tiene orientación y suele perderse siempre.
Val quisiera ir con él, pero Ángel se opone, prefiere saber solo que se ha perdido a que haya perdido algo más entre las garras sarnosas de esa bola de músculos. Y Demian, cual inocente cabrito del monte defiende la decisión de su maestro, pensando que sus intenciones es ayudarlo a mejorar su orientación y no proteger su inmaculado honor.
Es así, como uno de esos usuales días, se perdió en el bosque. Deambuló tranquilo a sabiendas que Ángel iría a buscarlo, llegando a un lugar que nunca antes había visto.
Parecía una especie de jardín secreto, rodeado de flores, no solo en el piso sino colgando entre los árboles armando un tejado natural, de tonos rosas y blancos colgando curiosas frente a aquel intruso. El aroma es exquisito, y eso no lo puede negar. En cierta forma les recuerda a las rosas azules de su madrastra.
—¿Quién está ahí? —sonó la voz de una mujer.
Se giró en ambas direcciones sin ver nada, hasta que frente suyo notó la silueta de alguien acercándose. Una mujer de largas trenzas avanzó con paso torpe a su lado. Quien la viera pensaría que es parte de este jardín, o sea como si sus piernas hubieran sido raíces, y sus cabellos fueran los pétalos de una delicada y exótica flor. Con torpeza se acercó tanteando con cuidado a su alrededor.
—Hola, soy Demian —dijo luego de convencerse que no era una ilusión o una criatura extraña del bosque. Solo parecía una pobre muchacha descuidada.
Las mismas plantas parecían ayudar a la mujer a acercarse y se guio con ellas hasta estar frente a Demian. Es aquí donde notó que carecía de pupilas, sus ojos son completamente blancos, a pesar de las largas pestañas tan altas como las de una muñeca de porcelana, el carecer de pupilas la así verse extraña.
—Joven señor ¿Qué hace en este lugar? —volvió a preguntarle con su voz cristalina.
—Me perdí —le respondió con sinceridad.
La chica pareció sorprendida antes de reírse con suavidad. Que aquel hombre reconozca con tanta naturalidad de que se había perdido, resultaba tierno en cierta forma. Sumando además que su voz pareciera pertenecer a un hombre apuesto, alzó su mano cubriendo con su larga manga su sonrisa, pues esta se curvó de una forma que torcía su inocente mirada. Maquiavélica, extraña, inhumana.
—¡Demian ¿Dónde estás metido ahora? —la voz de alguien llamando pareció hacerlo reaccionar.
—Debo irme, ya me buscan —dijo antes de despedirse de la muchacha.
—Espero verlo nuevamente —respondió aquella.
Mientras Demian se aleja, piensa que eso será difícil. Llego a ese lugar solo porque se perdió, sería imposible para él poder recordar cómo llegar a este lugar nuevamente.
Si se hubiera girado en ese momento se habría dado cuenta que lo mejor sería jamás volverla a encontrar. El jardín de flores ahora no es más que tela de araña gruesa y extendida encima y alrededor de los árboles, con cadáveres secos colgando, extremidades cortadas, y cabezas cercenadas con expresiones de terror. Los ojos de la muchacha ya no lucen ciegos sino de un amarillo penetrante, sin esconder ahora su sonrisa siniestra. Y saboreó sus labios con su larga y puntiaguda lengua, sonriendo con un éxtasi libidinoso.
A lo lejos, maestro y discípulo se encontraban, y Demian cargando los baldes con agua se va caminando detrás de Ángel olvidándose de la jardinera ciega.
Al llegar a la cabaña vieron una carreta tirada por un solo caballo, alejándose. Val, con expresión seria, está aún parado en el marco de la puerta. Apretó los dientes sin notar aun la presencia de los recién llegados.
—¿Pasa algo? —le preguntó Ángel mientras iba entrando.
Demian guardaba el agua en un contenedor escuchando la conversación de ambos a lo lejos. La expresión de Val no es nada buena, y eso hace que el rostro de Ángel se tensé solo al ver sus ojos.
—¿Con que siguen desaparecieron personas en las montañas? —señaló Ángel pensativo luego de escuchar las palabras de Val.
—Hasta ahora solo he encontrado los rastros de sangre y lucha, pero nada más —respondió Val cruzando los brazos—, es una situación de un nivel más peligroso que Grogo.
Lo dice en el sentido que, aunque Grogo era un oso endemoniado y fuerte, tal como un animal no tenía la capacidad de razonar. A diferencia a lo que se enfrenta ahora, que ha sido lo suficientemente listo para evitar dejar más evidencias que la sangre.
El semblante de ambos es tan rígido que eso aumentó la curiosidad de Demian.
—Es tal la situación que ahora está el alcalde de Montaña Abajo —refiriéndose a ese pueblo pequeño y polvoriento con un cementerio que dobla su tamaño— acaba de ofrecerme una recompensa extra por detener a la criatura demoniaca que está secuestrando y matando gente.
—¿Una criatura demoniaca? —preguntó Demian curioso acercándose a ambos.
—No digas eso —la mirada de Ángel se endureció—, no saques esos temas frente a Demian.
Para su discípulo más que un "—esas cosas no existen" su reacción fue como "—¡No digas eso delante de él"
Ahora ¿Por qué esta exageradamente molesto por las palabras de Val? Ya se encontró antes con un oso monstruoso, no es un niño para que le oculte ese tipo de cosas, no va a tener pesadillas ni a acurrucarse en un rincón a llorar.
—Demian luego de guardar el agua prepara la comida —dijo Ángel con seriedad antes de entrar a la casa cerrando la puerta.
Demian arrugó el ceño, refunfuñando, no solo evitó que él pudiera saber lo que pasaba, sino además se molestó por su curiosidad. Quiso maldecir, pero se guardó en su interior todas esas malas palabras.
"¿Me trajo como su discípulo o como su sirviente?"
—Tu maestro tiende a cometer un error muy grave, te sobreprotege demasiado. Ten cuidado, eso que está afuera es tres veces más peligroso que el oso que enfrentamos —murmuró Val con seriedad antes de darle la espalda e irse al bosque.