Serie Akuni | La maldición de tus ojos

45. Confía en mí

La principal ciudad de los humanos, Arestis, no deja de ser deprimente, tal como los pueblos que cruzaron durante su viaje. Gris y oscura, sucia y gente sentada en las calles sin esperanzas.

Demian caminó mirándolos de reojo, y dejó caer un suspiro al darse cuenta de una realidad que hasta ahora desconocía. Su cuñada tenía razón y empezaba a entender esa mirada de rencor con que antes lo miraba. Ella nació y fue criada en esta misma ciudad, conoce este mundo y por ello ha intentado cambiar una situación donde la mayoría de los Akunis se niega a colaborar ¿Por qué ellos cambiarían un sistema que les acomoda bastante?

Vio a un demacrado anciano sentado en el piso, por su casco a un lado se da cuenta que debe ser un viejo combatiente de la guerra entre humanos y Akunis que terminaron por perder.

Tocó con sus manos las dos monedas de oro que lleva en su bolsillo. Tragó saliva con pesar, sino necesitara esas monedas en este momento se desprendería de ellas.

Vamos, tenemos que seguir —exclamó Betzu colocando su mano en su hombro al verlo titubear—. No puedes salvar a todo el mundo…

Le susurró esto último. Le duele, cuando tuvo el poder para hacer un cambio no lo hizo, en su egoísmo los humanos solo habían nacido para servirlos y debían agradecer que aun se les permitiera vivir.

Pero tal vez por eso el castigo a los akunis es que ya no pueden procrear entre ellos, salvo Ema, su cuñada, que es la única que ha dado a luz a un akuni luego de tantos años. Aunque no lo quieran al parecer van a depender de los humanos si no quieren desaparecer.

Se llevó la mano a su vientre, tal vez él también sea un caso único, no sabe si sus hijos serán más akunis como él o más demonios como su padre.

En eso Betzu detuvo sus pasos de golpe colocándose frente a Demian en una actitud agresiva que no se esperaba. Al alzar la mirada se dio cuenta de la amenaza, están rodeados por varios tipos de expresiones poco amigables. Incluso la gente que caminaba cerca se alejaron de inmediato sabiendo que algo malo va a pasar.

Nos volvemos a ver —el mismo tipo robusto y alto que conocieron en el carro del tren apareció frente a ellos ahora sonriendo con más seguridad.

Claro, si esta vez tiene a su grupo de matones a su lado. Betzu apretó los dientes sin quitarles la mirada. Si pudiera usaría sus poderes, pero si lo hace se darán cuenta que es un demonio y con ello no podrían llegar a su destino.

Mire jefe ¿No le parece linda la muñeca que se esconde detrás de ese tipo? —el individuo alzó la mirada hacia un hombre de aspecto temible, parece un enorme oso con una cicatriz, que, además, cruza su ojo derecho hasta la barbilla.

Con expresión agria contempló a Demian de arriba abajo, y luego bufó.

Lo podría vender más caro si fuera una mujer, pero sí, tengo clientes que pagarían una fortuna por un espécimen joven y de buena apariencia —exclamó sin soltar su cigarro.

¿Sin daño entonces? —señaló otro hacia el jefe.

Da lo mismo, golpeado y moribundo hay quienes pagarían aun más con sus fetiches enfermos —se alzó de hombros al decir esto, y siguió fumando sin prestarles mayor atención.

Ante esta orden los tipos sonrieron satisfechos, no se detendrían en golpear a esos dos con todas sus fuerzas. Pero no se esperaban que el hombre más alto fuera más fuerte que ellos. Y aunque Demian quiso ayudarlo Betzu se adelantaba golpeándolos antes de que se acercaran.

La habilidad del rey demonio está llamando la atención a su alrededor de una forma que no quisiera, pero no tiene otra opción. Demian lo contempla preocupado y en un intento por evitar las miradas lo agarró del brazo y lo sacó de la pelea huyendo por las calles.

Betzu no quisiera tener que huir de esa forma, por su orgullo, pero entiende las intenciones de Demian por evitar la mirada de los curiosos. Corrieron siendo perseguidos por el grupo de maleantes que no parecen dispuestos a dejarlos ir.

Malditos —exclamó el demonio apretando los dientes, si pudiera usar sus poderes lo hubiera calcinado a todos.

Llegaron a un callejón y se giraron dispuestos a pelear, no les queda otra opción y por lo menos ahí no serán vistos. Demian siente que está a punto de caer al piso, apenas sus piernas pueden mantenerlo de pie y su cuerpo tiembla tanto que hasta dar un paso se le está complicando.

Preocupado Betzu lo miró de reojo.

Quédate atrás, peleare solo —exclamó con voz ronca.

Demian estaba dispuesto a oponerse a eso, no le parece justo. No puede dejarlo solo enfrentarse a esos tipos cuando no puede usar sus poderes. Sí, es fuerte físicamente, pero enfrentarse a más de diez individuos él solo no es justo.

No estas en condiciones —le dijo sin mirarlo y eso fue un golpe a su autoestima.

Demian bajó la cabeza con frustración, eso lo sabe, pero aun así quería ser útil y no una carga para Betzu.

Suficiente es con que protejas a nuestros bebés, deja que yo me encargue, confía en mi —dulcificó su tono de voz mirándolo de reojo con una ligera sonrisa—. Se que has mejorado mucho, he visto tu entrenamiento, pero ahora tu cuerpo debe encargarse de esos niños odiosos así que no te expongas en peligro.

Alzó ambas cejas al escucharlo.

¿Niños odiosos? —no pareció gustarle escuchar que llame a sus hijos de esa forma.

Betzu se rio.

Bueno, si son como era yo de bebé, serán terribles —dicho esto volvió a reír.

Pues yo era un niño dulce y tranquilo, y pueden ser como yo —replicó cruzando los brazos.

Los primeros hijos siempre son una copia del padre —agregó sonriendo triunfante.

Eso no es una norma, no siempre es así…



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Editado: 15.12.2024

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