El joven doctor Zenquing observaba desde una de las ventanas del palacio el paisaje que se pierde en la lejanía. El cielo de tonos violeta muestra el atardecer en esa extraña tierra del inframundo.
Arruga el ceño luciendo aún preocupado, y cruza los brazos pensando en el tiempo en que sus majestades han demorado en volver. Sobre todo por la condición de Demian. Le preocupa recibir malas noticias y por eso se siente inquieto.
A pesar de no ser alguien que suele mostrar demasiado lo que siente y prioriza como doctor su actitud profesional, comportándose serio y diligente, no puede evitar sentir una gran empatía por Demian...
Porque le recuerda mucho su pasado cuando aun era un humano. A diferencia de otros demonios, lo suyo no fue una herencia de sangre por parte de su madre o padre, sino una técnica prohibida que un viejo doctor demonio utilizó para salvarlo. Una técnica cruel y dolorosa pero fue la única forma de salvarle la vida a alguien no solo destruido físicamente sino aun más psicológicamente.
Entrecerró los ojos recordándolo a él. A su marido...
Su seria mirada parece ser importunada por esos recuerdos que nunca debieron volver. Pero aun así luego de años poco a poco regresaron a su mente.
Fue joven obligado a casarse con un apuesto conde de una vida en ruinas, solo por la burla de ambas familias. No era muy querido por su padre y hermanos y por ello lo enviaron a él en vez de a una de sus hermanas a casarse con el hijo del conde. Obvio que aquel lo tomó como una ofensa.
Pero tontamente Zenquing era joven y soñador, creyó que él podría amarlo si se mostraba tal cual era, alguien sin malas intenciones dispuesto a sacarificarse por el bienestar de su marido. Lo que no se esperaba que su vida se convertiría en un verdadero infierno.
El hijo del conde lo despreció desde el primer día, mandando a un perro a ocupar su lugar en la cama, dejándole un mensaje que preferiría acostarse mil veces con una prostituta que con él. Incluso lo despreció sin cumplir ninguna de las ceremonias de su pueblo. No lo acompañó al templo de Afrodita a dejar ofrendas, ni siquiera al camino floral, convirtiéndolo en la burla de todos, que no solo se burlaban de su marido que fue obligado a casarse con un hombre sino también del desagrado que sentía por un marido que a pesar de ser lindo no dejaba de ser otro hombre.
Aun así, Zenquing intentó ser una buena pareja, cumpliendo todas las funciones de una buena esposa, ayudando en lo que podía con la economía de la familia del conde pese a ello a su suegra no le agradaba, lo trataba mal, lo despreciaba, lo culpaba de la burla de su familia contra ellos y de que su hijo era el hazmerreir de todo el pueblo. Aparte su dote no fue suficiente para ayudar con la ruina de la familia de su esposo. Era un inútil que no serviría ni siquiera para tener hijos.
—Ellos volverán pronto, con mirar a la ventana no harás que vuelvan pronto —la voz del general interrumpió sus recuerdos.
Zenquing se giró hacia el corpulento y alto general, Arón, que podía ser uno de los mejores guerreros pero al parecer no era más que eso. Bufó antes de seguir su camino y pasar al lado sin mirarlo. No lo puede perdonar, por su culpa puso en peligro la situación de Demian. Por eso puede que no se vea tan preocupado como él.
—Aunque sigo sin entender a mi amigo. No niego que Demian es un compañero lindo y atractivo, pero de ahí a arriesgarlo todo... no lo sé, es como si Betzu se ha ablandado demasiado. Me preocupa.
Zenquing solo lo miró de reojo y no pudo evitar ser algo sarcástico.
—No lo entiendes —señaló—, de seguro nunca antes has amado a alguien por eso crees que nuestro rey se ha ablandado cuando es todo lo contrario. Ha madurado y se ha hecho más fuerte gracias a tener a la persona que ama a su lado.
El general lo contempló con atención. Le parece que los ojos del doctor son muy bonitos, sus ojos son de color miel y sus pestañas son más largas que las de todas sus concubinas. Sus facciones son finas y bien delineadas. No dudaría de aceptarlo ser parte de su harem sino fuera un doctor. Eso porque los demonios doctores son muy conocidos por ser orgullosos y leales a su profesión, ninguno aceptaría abandonar todo para convertirse en una simple concubina.
—No lo entiendes porque de seguro nunca has amado —le habló en tono hiriente.
Arón se sintió atacado, aunque el joven doctor tenga razón. Le han gustado mucho las mujeres, siempre se ha visto rodeado de todo tipo de bellezas, pero de ahí a querer arriesgar su vida por una de ella no se le hace posible. Puede salir a buscar a otras que reemplacen el lugar de quien ya no esté. Nunca se atara al amor de alguien para vivir por otro que no sea él.
—No, eso no es para mi —luego observó con expresión burlesca a Zenquing—. ¿Acaso el doctor ha amado alguna vez?
El demonio más joven se quedó en silencio, desvió la mirada y eso produjo que Arón se colocara más serio. En verdad no pensó que esa pregunta hiciera que el doctor colocara ese semblante.
—Sí, ame... pero no fue reciproco, él me odiaba y me empujó a suicidarme —y sin decir más salió de la sala dejándolo solo.
Arón se quedó paralizado. ¿Un suicidio? Un humano que hace eso es condenado al infierno, según le han contado, pero Zenquing no es el alma de un humano atrapado en el infierno, es un demonio y los demonios no cometen algo como eso porque no pueden hacerlo.
Mientras Zenquing se aleja no deja de pensar en sus recuerdos, en como su entonces marido lo culpó de la muerte de su hermana, como lo orilló a confesar torturándolo hasta la locura. Le dijo que su hermana no estaba muerta, que ella quiso huir para que no la obligaran a casarse con el viejo hombre de una familia adinerada, que no dijo nada porque le prometió guardar su secreto, pero que la mandó con su único soldado leal a protegerla.