Zenquig luego de un exhaustivo exámen a Demian no deja de sentirse desconcertado. Su estado de salud ha mejorado bastante, su presión está normal, es un milagro.
—¿En serio eres hijo del Dios del Inframundo? —le preguntó admirado notando la tranquila expresión de Demian.
Aquel le sonrió con suavidad moviendo la cabeza en forma afirmativa. Y es que en verdad luego de todo se ha dado cuenta que Hades siempre lo ha considerado también como un hijo pese a ser un mitad demonio y el más débil de todos.
—Lo importante es que ahora es que Demian y los bebés están a salvo —señaló Betzu rodeando con un abrazo a su joven esposo, como respuesta este volvió a sonreír apoyando su cabeza en el pecho.
Zenquing se quedó mirándolos y entrecerró sus ojos, aliviado, si antes hubiera sabido la forma como una persona mira a su ser amado se hubiera dado cuenta de que lo suyo nunca fue un amor mutuo. Pero le alegra que los reyes puedan seguir adelante con el embarazo.
—El problema es que son dos —dijo de repente Arón interrumpiendo el momento de paz que disfrutaban todos los presentes—. Tendrás que elegir a quien será tu sucesor.
Betzu aferró sus brazos alrededor del cuerpo de Demian que lo miró sin entender demasiado la preocupación del general. En su caso, si hubo conflictos con su hermano Arturo por el liderazgo de los hijos de Hades pero todo eso fue alimentado por las ambiciones de su madre que lo manipuló para pelear por un liderazgo que en realidad nunca quiso. Él espera que sus hijos al ser criados ambos con el mismo amor no tenga que llegar a eso.
—Gobernara quien nazca primero, y su hermano será su mano derecha y estará a su lado —musitó Demian antes de que Betzu pudiera decir algo—. No queremos una pelea de hermanos por el trono...
—Lo siento, su majestad pero uno no puede saber si los dos hijos nacerán ambiciosos y deseosos de apoderarse del trono y haga lo que haga no podrá evitar eso y….
—Ya callese —le dijo Zenquing dándole un codazo en las costillas—, los reyes acaban de llegar y deben estar cansados. Dejalos disfrutar su paz.
Y dicho esto lo empujó afuera de la situación. Pese a ser más pequeño y delgado pudo sacarlo de la alcoba real y dejarlo afuera en el pasillo en el momento que le dirigió una furibunda mirada antes de cerrarle la puerta en la cara.
Arón no pudo evitar echarse a reír, no puede creer que aquel joven doctor de frágil apariencia haya sido capaz de empujarlo y sacarlo. Pero sobre todo lo que le causó más gracia fue ver sus labios fruncidos con una mueca molesta.
—Es lindo —musitó pensativo sobándose la barbilla—. Tal vez un concubino hombre no es mala idea...
—Señor general —la voz de una mujer mayor lo hizo salir de sus pensamientos.
Doña Coral lo saluda con cortesía, seguida por cuatro nuevas mujeres que ha traído al palacio con intenciones ocultas, pero su seria mirada parece querer leer algo en su rostro, la mujer tensó su rostro para luego observar la puerta cerrada de la habitación. Arrugó el ceño sin ocultar su disconformidad, había escuchado que el rey había vuelto, sin embargo, no fue a saludarla como era su costumbre antes. Ya sea por ser la maestra de su ex esposa y el respeto que le tenía pese a la falta de esa mujer caprichosa.
Sin embargo, la presencia de ese producto de la infidelidad de Eva ha provocado que el rey se aleje de ella e incluso por días se ha negado a recibirla. Lo que peligra su estatus dentro del palacio, ya que varios sirvientes han dejado de mirarla con respeto e incluso hacen oídos sordos a sus peticiones.
—¿Su majestad está en la habitación de la consorte real? —preguntó con seriedad.
—Lo está —respondió el general cruzando los brazos y sonriendo con malicia—, pero no lo interrumpa, la reina está siendo revisada por el médico.
La señora, calló. Notando la expresión de Arón se da cuenta que ya no es un aliado con quien pueda contar. Inclinó la cabeza en modo de saludo dispuesta a retirarse, ya tendrá tiempo para hablar con el rey.
—Y no pierda su tiempo —dijo Arón cruzando los brazos mientras entrecierra los ojos con burla—, no saca nada con entrenar a esas mujeres, es claro que nuestra majestad solo le interesa una persona, su esposa, se ha vuelto monógamo. Claro que no lo entiendo pero hay que respetar sus decisiones. Si no quiere que su situación empeore le aconsejo no molestarlo. Betzu no siempre tendrá paciencia con usted, sobre todo si daño lo que más ama.
Doña Coral estuvo a punto de responder pero prefirió morderse los labios. Su situación es compleja pero el general tiene razón, si intenta hacer algo con ese pequeño mocoso semi demonio o con la criatura en su vientre podría terminar en las mazmorras del palacio por toda la vida. Y sería poco considerando lo vengativo que es el demonio blanco que podría incluso torturarla por años, curar su heridas, para seguir torturándola. Es lo que hace habitualmente con sus enemigos.
Luego de eso solo le echó una mirada antes de darle la espalda y retirarse junto a sus nuevas pupilas. Arón alzó ambas cejas, no se equivocó en sus conclusiones pero por lo menos sus palabras servirán para que esa mujer entienda cuál es su lugar.
—Después de que su pupila Eva engañó a Betzu casi llevándolo a la locura y la autodestrucción, si tuviera honor debió abandonar el palacio en silencio —se dijo para sí mismo con expresión agria.
—Oye, grandulón, quítate del camino —la voz de Zenquing lo hizo reaccionar. El joven doctor atrapado entre la puerta cerrada y la gruesa espalda de aquel enorme demonio, bufó molesto.
Lleva su enorme bolso en la mano, el cual sostiene con sus dos manos, es evidente que planea volver a su hogar.
—¿No vas a quedarte? —le preguntó preocupado.
—No —respondió de inmediato—, nunca he atendido un parto de un demonio varón así que debo volver con mi maestro y pedirle consejo. Solo será un par de semanas. Volveré antes de que los niños nazcan.